miércoles, 29 de septiembre de 2010

717. Cinco cosas que me pasaron en Miami y jamás olvidaré

(Desde Miami)


1)
Descubrir las entrañas de Univisión Interactive Media, la división digital del gigante Univisión que maneja el sitio más visitado en idioma español en los Estados Unidos.

Y hacer la recorrida con el gran colega mexicano Bruno López, el director de contenidos que te pasa datos contundentes sobre el puntocom:

-Llega a superar los 2 millones de usuarios únicos en un día y en 2009 generó 16 millones de dólares.

-Hoy en la web hay 23,3 millones de usuarios únicos, y se suma 1.600.000 en la versión para móviles. Pero en unos cinco años calculan tener más audiencia en los móviles que en la web.

-Contiene 1.100 comunidades en las que participan alrededor de 6 millones de personas. Y agrega 18 sitios locales en distintas ciudades norteamericanas.

-"El próximo censo dará que entre el 16 y el 17% de la población es hispana: eso es 40 millones de personas. Ya somos la primera minoría, por encima de los negros. Y nosotros no dejamos atrás nuestra cultura, por eso el sitio sale en español para nuestra gente", dice Bruno, quien hizo el programa del World Press Institute y asegura que le cambió la vida. Quién pudiera.


2)
Oír que un tipo dice: "El periodista argentino aquí presente quiere ver a la chica en el jacuzzi", y aceptar que está hablando de vos, en vivo, en un programa titulado El gordo y la flaca que tiene una audiencia superior a los 10 millones de personas cada día en el canal Univisión.

El Gordo no es otro que Raúl de Molina, toda una celebridad para los latinos que viven en los Estados Unidos (y en otros países). "La chica del jacuzzi" es Olivia Collins, una actriz de 52 años que no-se-puede-creer-lo-buena-que-está: terrible MILF.

Y por supuesto que la quería ver, Gordo, mirá si vos no...

[Foto: Univisión.]


3)
Levantarte el domingo a la mañana, desayunar, comprar The New York Times, alquilar sombrilla y reposera, y pasar toooooooooooooooodo el bendito día en la playa.

[Foto: Ying, AKA Sweet China.]


4)
Tomar un Duckhorn Vineyards 2004 Cabernet Sauvignon de 100 dólares en una de las terrazas con jacuzzi de un penthouse de 15 millones de dólares ubicado frente a la arena de South Beach, mientras te taladra una lluvia tropical exquisita.


5)
Estar en el pub irlandés "Finnegan's Way" de Ocean Drive y que te sirva las Newcastle brown ale una rubia croata llamada Anita que en septiembre de 2002 metió impactante tapa de Playboy.

lunes, 27 de septiembre de 2010

716. SMS Nº 106

(Desde Miami)


No es la primera vez que vengo a Miami. Pero sí es la primera vez que la siento más piola y menos caótica; más cultural y menos grasa; más jazz y menos bachata, ponele: es la primera vez que siento que podría vivir acá. Lástima la humedad.

sábado, 25 de septiembre de 2010

715. Cinco cosas que me pasaron en Washington y jamás olvidaré

(Desde Washington)


1)
Volver al admirable Post y compartir más ratos con el admirable John y Su Adorable Esposa y admirar, cómo no, la Primera Enmienda -aguante- pero entender que si yo laburara ahí no podría tuitear lo que tuiteo ni bloguear lo que blogueo. Y no es joda.


2)
Perderme en el Newseum, el museo periodístico ubicado a medio camino entre el Capitolio y la Casa Blanca; pagar 15 dólares por un vaso que dice "Trust me, I'm a reporter" y por una remera que dice "Not tonight, darling... I'm on deadline"; creer con ejemplos y con ganas que los periodistas somos clave en una democracia hecha y derecha -y que damos la primera versión de la historia.



3)
Estar en el "Post Pub" tomando otra ale que me sirve Kathy (te quiero, aunque me digas Abdul) y leyendo el especial de Newsweek sobre Teddy Kennedy, pero no recordar el segundo nombre de su hermano Bobby, preguntarle al canoso que empina su sexto gin tonic y oír:

-No me acuerdo. Y eso que le cuidé la vida.

-¿¡Qué!?

-Así es. Soy un ex servicio secreto.

-No me jodas.

-No te jodo.

-Y cuando asesinaron a Bobby...

-... yo no estaba ahí.

-Que si no...

-¡Si no, no estaría acá charlando con vos!

-Bueno: la cuestión es que, según decís, le cuidaste la vida a Bobby Kennedy. Pero no sabés el segundo nombre, que empieza con "F".

-¿Qué te parece?

-¡Lamentable!

-Probablemente.

-¿No era "Francis" el segundo nombre?

-Creo que sí.

-¡¡Kathy!! -grito-. Este tipo está lleno de mierda, ¿no?

-Creo que sí.

-OK. Yo le pago el próximo gin tonic.


4)
Presenciar cómo 13 editores del USA Today se matan a piñas por colar sus historias en la tapa del día siguiente. Y pensar que nosotros a veces peleamos por TENER historias.


5)
Dialogar con Thomas Friedman, gran columnista de The New York Times y ganador de tres premios Pulitzer...


... y escuchar que te diga:

-El Times nunca me dijo que no, me paga bastante por lo que hago y nadie me toca una línea. Yo tengo el mejor laburo del mundo, y vos no.

-En este país de 300 millones de personas somos menos de 10 tipos tratando de entender y explicar el planeta: eso da miedo.

-No blogueo ni tuiteo. Twitter es un signo del Apocalipsis: no se puede explicar el mundo en 140 caracteres.

-Tampoco me googleo o veo qué dicen de mí. Me volvería loco si lo hiciera; me sacaría de juego.

-Frente a tu texto, hay cinco reacciones posibles de la gente que valen la pena y legitiman el trabajo:

1) "No lo sabía".

2) "Nunca lo había visto de esa manera".

3) "Te quiero matar a vos y a toda tu familia".

4) "Dijiste lo que yo sentía pero no sabía cómo expresar".

5) "Me hacés reír y/o llorar".

lunes, 20 de septiembre de 2010

714. Cinco cosas que me pasaron en Nueva York y jamás olvidaré

(Desde Nueva York)


1)
Estar en una reunión en la sede central -monumental, obscena- de Bloomberg recibiendo detalles sobre su famosa terminal de información (cuesta unos 20.000 dólares por año: la tienen 270.000 tipos, entre ellos los que dirigen el planeta), y que de golpe, de la nada, como si nada, irrumpa... ¡¡Oliver Stone!!

Llegó para unas entrevistas por el lanzamiento de Wall Street 2: el dinero nunca duerme, le dijeron que nosotros éramos periodistas de todo el mundo y vino a saludar.



2)
Pasar el día en el Museo Metropolitano de Arte (el famosísimo Met) y admirar algunas de sus 2.000.000 de obras, pero que te pegue especialmente el Mangaaka -Nkisi N'Kondi-, una figura de poder en el Congo que desde el siglo XIX inspira reflexión sobre las consecuencias de transgredir códigos de conducta social, y lo hace desafiante, temerario, con esa cara y con ese gesto.



3)
Vagabundear por el Village de Manhattan en una noche zamarreada, oír algo perfectamente amigable y entrar en un tugurio donde la rompe una banda de jazz que encabeza un pianista texano rubio enrulado de 19 años.



4)
Entrarle al New York Times y charlar con Bill Keller, el namberguán.



5)
Sentir el espectáculo genuino de una iglesia negra del Harlem.


Nos tomamos el subte el domingo a la mañana con Modupe, mi compañera nigeriana, y acá estamos: es un templo amplio pero austero, con la excepción de un súper aire acondicionado que el semidesnudo de la cruz aguanta estoico porque, claro, es el hijo de.

A los dos minutos Modupe y yo ya estamos llorando -tan intenso es esto: la pasión con la que cantan y bailan, alabado sea.

-¡Que se paren los que han venido a esta casa por primera vez! -pide el reverendo.

Nos paramos.

Unos 500 feligreses se dan vuelta para mirarnos. Modupe al menos es negra: yo no sé dónde meter mi más o menos blanca humanidad.

Pero lo que podría ser un momento incómodo es un abrazo: nos cantan la bienvenida, bailando, nos dan la mano, bailando, nos sonríen, bailando, nos aplauden, bailando.

Baila y baila el reverendo, y lanza una pequeña invocación e invita a hacer "un regalo de amor". Por interés baila el reverendo: banco por banco, todos caminamos hasta el escenario para dejar unos dólares en canastas tamaño Madison Square Garden, mientras el coro canta I am a friend of god y ocho chicas vestidas de azul y blanco posesas bailan y bailan.

Ahora una reverenda invitada dice que para conseguir la Gran Fe es necesario tener a) audacia, b) persistencia y c) humildad.

Dice: como enseña Mateo 15, 21.

Dice: como el bulldog, que cuando tiene una presa en la boca levanta el hocico para poder respirar.

Dice: como nosotros, que después de varios millones de dólares y tres años de lucha judicial logramos esas 40 hectáreas en Nueva Jersey para que nuestra iglesia continúe desarrollándose.

Dice: cómo no decir... ¡aleluya!

¡Aleluya!

El pianista arranca, lo sigue el bajista, después va el baterista y vuelve el coro: aleluya.

-¡Aleluya! -dice el reverendo-. Gracias..., gracias a dios por tanto..., gracias a ustedes por sus regalos de amor.

Vuelve el juego de la canasta. La canasta se llena. Se llena el espíritu. El espíritu saluda hasta siempre.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

713. Cinco cosas que me pasaron en Boston y jamás olvidaré

(Desde Boston)


1)
Respirar el aire verdadero de Harvard.




2)
Hacer una recorrida guiada en un vehículo anfibio que diseñó la General Motors para la Segunda Guerra Mundial: el DUKW (léase duck: pato), que te pasea en seis ruedas por la ciudad y de pronto se mete en el río Charles para mostrártela desde el agua, flotando.



3)
No poder creer que una mujer te diga: "Un día me rompí un hueso, recé y me curé inmediatamente". Fue en el medio de una recorrida por la impactante sede central de la Iglesia de la Ciencia Cristiana:

-la fundó en Boston una tal Mary Eddy Baker a fines del siglo XIX;
-no tiene nada que ver con la Cientología del actor Tom Cruise;
-acá el miembro más famoso vendría a ser su colega Val Kilmer;
-el culto sostiene que en las sanaciones no hay milagros, sino el comprobable poder de Jesús que cura a través del rezo;
-las pruebas son siempre testimonios de testigos;
-nadie es expulsado por acudir a un médico;
-no hay cruces ni santos;
-la iglesia controla el Christian Science Monitor, un medio que ganó varios premios Pulitzer y en 2009, después de un siglo, pasó de diario a semanario: "La influencia de la religión en nuestro trabajo periodístico es mínima", dice el editor -ex católico- John Yemma.


4)
Admirarla en su desnudez natural y viva,
y después degustarla de a poco: toda, toda, toda.



5)
Bostonglobearme.

viernes, 10 de septiembre de 2010

712. Cinco cosas que me pasaron en el norte de California y jamás voy a olvidar

(Desde San Francisco)


1)
Conocer las entrañas del poder global.

No, qué Casa Blanca ni qué ocho cuartos: visité Google, el hijo de puta con onda.


"Somos socios del periodismo: tenemos una relación simbiótica", sonríe el vocero de una compañía que vale miles y miles de millones de dólares mientras el periodismo en casi todo el mundo llora una crisis fenomenal.

En los cuarteles generales de Google nadie trabaja a más de 200 pies (61 metros) de comida. De comida gratis: "Y variada, sana, abundante. Si los empleados están felices y saludables, van a trabajar mejor y la empresa va a pagar menos costo por enfermedades", dice el vocero, un ex reportero del LA Times.

-¿Tus ex colegas te joden con que te pasaste al enemigo?

-No -me contesta-. Me preguntan si les puedo conseguir trabajo en Google.

Vi cientos de empleados. La mayoría, jóvenes. Varios indios y chinos. Unos cuantos con camiseta de la compañía. Muchos en pantalón corto. Algunos caminando descalzos. Ninguno gritando.


2)
Cruzarme en el ascensor del hotel con un viejo redneck borracho al que no le entiendo cuando me habla:

-Perdón -me dice, ahora vocalizando un poco y con cierta cara de asco-, yo tampoco te entendería si me hablaras en puto árabe.

-¡Árabe! ¿Qué árabe? Yo soy argentino.

-OK, tampoco sé esa mierda de portugués.

-En la Argentina se habla español, viejo estúpido. A vos no te marea la cerveza: lo que te marea es la ignorancia, la puta madre que te parió.


3)
Dar un paseo por Alcatraz, alias "La roca", esa isla espantosa que desde 1775 se fue degradando hasta transformarse en una atracción turística con gift shop, y antes fue faro primero, fuerte y prisión militar después, y finalmente de 1934 a 1963 la cárcel federal tan hollywoodense donde estuvo detenido Al Capone y de la que sólo tres tipos lograron escaparse y permanecen "prófugos": es decir, se supone que murieron ahogados en las heladas aguas de la Bahía de San Francisco, pero nunca encontraron sus cuerpos y así se ganaron libro y peli.



4)
Comer frutos frescos del océano Pacífico: enormes ostras a un dólar cada una en Maye's y un cangrejazo con salsa de manteca a 25 dólares en Tarantino's.



5)
Enfrentar un vuelo tan crucial como el de esta madrugada rumbo a Boston. Y no tiene nada que ver el simbolismo de ir por los aires yanquis justo un 11 de septiembre. Es porque pensaba seguir la semifinal Argentina-Estados Unidos a 10.000 metros de altura: no sé si sabían, pero acá muchos aviones de cabotaje tienen wifi a bordo. Pero los lituanos me trompearon el alma. Así que esta noche la despedida de San Francisco va a ser brava.

martes, 7 de septiembre de 2010

711. Tomá Jerry

(Desde San Francisco)


Este tipo nació acá en 1938. A los 18 años se metió en un seminario jesuita porque quería ser cura católico, pero abandonó para venderle su alma al diablo en dos cuotas: primero se recibió de abogado en Yale y luego se transformó en político profesional.

Tenía 37 cuando sucedió al actor republicano Ronald Reagan en la gobernación de California. Se quedó dos períodos y, como aplicado demócrata, se opuso a la pena de muerte y declinó lujos (no quiso limusina con chofer y en lugar de vivir en la desmedida residencia oficial, se alquiló un departamentito en el centro de Sacramento).

Tres veces ganó apoyo para tirarse a la presidencia y perdió siempre en las primarias del partido.

Ganó muchas mujeres bellas y famosas como Linda Ronstadt, aunque también perdió cuando quiso ser candidato a senador en 1982.

Entonces se fue al Japón a estudiar budismo y colaboró con la Madre Teresa en Calcuta.

El ambiente político lo consideró acabadísimo.

Pero estamos en 2010 y el tipo está de vuelta, acá lo tengo, a tres centímetros, le veo las arrugas de abuelo de 72 años y las gotas de sudor mientras, bajo el solcito de Oakland, dice frente a sólo dos cámaras que su contrincante, Meg Whitman, una mina que comandó eBay de 1998 a 2008 y tiene 1.300 millones de dólares, ya se gastó el 10% de su fortuna en la campaña porque es amiga de Wall Street, y así lo único que se consigue es más despidos, en tanto que él, cuando fue gobernador, generó casi 2 millones de puestos de trabajo, y por eso, si quieren que California se ponga a trabajar de nuevo, tras el fiasco terminator del actor republicano Arnold Schwarzenegger, no hay dudas de que hay que votarlo a él, a Jerry Brown.



[Y yo lo votaría; aunque sea porque ayer, Día del Trabajador en los Estados Unidos, el viejito se bancó ir a un parque pegado al aeropuerto de Oakland y hacer un discurso frente a unas 200 personas más o menos atentas a comer su pollo asado y 10 agotadísimos periodistas internacionales: nosotros.]

viernes, 3 de septiembre de 2010

710. Ponele swing, nene, dale

(Desde St. Paul)


Jueves a la noche. Fría noche. Noche tarde.

La entrada vale sólo cinco dólares pero en este subsuelo céntrico llamado Artists' Quarter somos, como mucho, 20 tipos.

Pero lo importante es que está él.


Se llama Dave Karr. Mañana cumple 80 años. Y anoche al saxo tenor le sacó lágrimas, óxido, suspiros, carcajadas, le sacó todo: le hizo el amor a su saxo tenor.

-Señor -lo abordo al terminar el primer set con Duke Ellington-, respetuosamente quiero decirle que usted me acaba de dar, con perdón, una buena patada en el culo. Hace un par de años que tengo abandonado a mi saxo. Pero usted me contagió las ganas y cuando vuelva a la Argentina lo voy a agarrar otra vez. Gracias por eso.

-Es lo más lindo que me podrían haber dicho. Gracias a vos. Y dale, nene. Dale.




[En vivo, en el AQ, tocando Tangerine.]

miércoles, 1 de septiembre de 2010

709. Las fuertes señales que me dan los Estados Unidos

(Desde St. Paul)


Viajar por las exuberantes rutas norteamericanas te pone frente a una multitud de estímulos, como si fuera un jueguito de la PlayStation: tanta es la contaminación visual.

Hay demasiados carteles, quiero decir. Incluyendo, por ahí, alguno que de hecho brinda indicaciones de tránsito efectivas.

(OK, se me dirá que exagero. Y que de última no importa, porque acá te dan el GPS cuando comprás una docena de donas. Diré que probablemente tengan razón, pero en ese caso tendría que pensar otra imagen para arrancar el posteo y ando sin ganas. Así que si me disculpan, me niego y ahora procedo a clausurar este paréntesis extenso y completamente contraproducente en términos narrativos.)


Carteles, decía.

Su proliferación.

Hay, según un relevamiento muy científico que hizo el impreciso autor de este blog, un cartel cada 14,7 metros de asfalto.

Además de las publicidades y las señales de tránsito, están las pancartas que exigen un voto a tal o cual persona para gobernador/a, o senador/a, o diputado/a, o legislador/a estatal, o juez/a, o alcalde/sa, o presidente/a de la Sociedad de Fomento/a. Es que el primer martes de noviembre se juega acá la elección de medio término.

Y por si eso fuera poco, damas y caballeros, ahí tienen al costado de las rutas una infinidad de banderas norteamericanas e invocaciones religiosas. Como esa que vi ayer, presidiendo una millonaria plantación de soja en Iowa: "Dios es pro-vida, ¿y vos?". Yo, gracias a dios soy argentino. Y agnóstico.

Hace un rato tuvimos una interesante mesa de discusión sobre la política estadounidense. Y Mike Mulcahy, editor político de Minnesota Public Radio, dijo: "Veo una explosión de nacionalismo y religión entrelazados en nuestra cotidianidad. Otra vez".

Al toque recordé el impacto que me produjo ver en 2002 cómo impresionantes carteles habían copado el país post-11 de septiembre: "Dios bendiga a los Estados Unidos", "Unidos aguantamos", "Tierra de libertad". Y pregunté por qué está pasando de nuevo:

-Ya lo dijo Tocqueville: el espíritu de fervor religioso está en el origen de este país -contestó David Schulz, profesor de la Universidad Hamline-. Creo que se trata de una minoría blanca que está asustada precisamente porque es una minoría...

-¿Y entonces soplan el polvo de sus banderas y salen a flamear prejuicios y fantasmas? -le repregunté.

-Exactamente. Es algo cíclico acá. Y el 11-9 nos trajo otra vez esa necesidad de encontrar alguien en quien depositar nuestra bronca y descargarnos. Pero atención: el miedo y el prejuicio llevan a hacer muchas estupideces.

-¿En serio?

[Foto: Life.]


Carteles, decía.

Y decía que por ahí hay algunos que son señales de tránsito. Y entre ellos de pronto aparece uno que dice: "Adoptá una autopista. Sociedad de Fomento/a Todos Unidos Triunfaremos. Desde 1945". O una leyenda similar.

"¿Y eso?", pensé al ver el primero. Como dicen acá: WTF?

Les pregunté a cuatro o cinco locales y ninguno supo explicarme qué onda. Entonces dediqué mi precioso tiempo a conducir una profunda investigación periodística que, googleo mediante, derivó en una fuente notable denominada "Wikipedia", y aparentemente inobjetable porque se trata, damas y caballeros, de la expresión sublime del conocimiento colectivo -y ya sabemos que el pueblo no se equivoca, excepto cuando elige gobernantes.

"El programa 'Adoptá una autopista' es una campaña promocional que alienta a mantener limpios distintos sectores de una ruta."

Y a cambio del esfuerzo monetario a favor de la comunidad, te ponen un cartel con tu nombre.

[Aclaración: la elección de la foto no tiene nada que ver con el hecho de que la Argentina haya sido, ejem, el primer país latinoamericano que sancionó una ley de matrimonio igualitario. Simplemente, es la imagen que tiene "Wikipedia". Y justo corresponde a Minnesota, el estado donde estoy viviendo.]


Carteles, decía.

Tantos.

Debe de ser por eso que el gobierno decidió poner OTRO cartel como el que vi ayer volviendo de Iowa:


(Supongo que el gobierno también lo puso porque acá todavía se puede hablar por celular mientras conducís... "A la gente no le gusta que le digan lo que tiene que hacer", me dijo David Are You Having Fun? McDonald, director ejecutivo del World Press Institute y abogado. Ahora: el cinturón sí es obligatorio. O sea: vos tenés que ir seguro, pero podés ser un peligro para la seguridad de los demás. Y por otro lado, ninguna ley te ordena usar casco para andar en moto. En fin: "Nuestras contradicciones...", dijo David. Con permiso; procedo a clausurar este paréntesis extenso y tal vez un poco menos contraproducente en términos narrativos que el anterior.)


Carteles, decía, entonces.

Entre tantos, yo me quedo con uno que vi en movimiento y fotografié con muchísimo cariño mientras viajábamos hacia el norte del estado de Minnesota. Se me apareció por primera vez a la salida de Duluth, la tierra donde nació el genial Bob Dylan.

Es un cartel re-visitado hasta el cliché, pero qué me importa:



Dios dice: "Podés hacer lo que quieras, Abel, pero
la próxima vez que me veas, más vale que salgas corriendo".

Mi cartel dice: "Gracias por la advertencia. Pero como ya dije, gracias a dios soy argentino y agnóstico".