miércoles, 31 de agosto de 2011

772. Entrarle a ella


Dice mi amigo:

-Este es el salón preferido de La Señora.

Lo dice de una forma tal que resulta imperioso escribir La Señora con mayúsculas iniciales.

-¿La Señora, decís?

-Sí. La Señora. Así le gusta que le digan y así le dicen, acá.

"Acá" es la Casa Rosada.


Siempre me resultó fascinante, ella.

Ojo: me refiero a la Casa Rosada, no a la presidenta.

Cuando la vi por primera vez, con ojos de pibe del Interior, me pareció feíto su color: era de nena, y adentro había un hombre que manejaba el país. Por entonces a nadie se le cruzaba la posibilidad de La Señora.

Hace 10 años -ya de grande, de periodista y de vecino porteño- pensé que mientras cursaba la maestría sería interesante acreditarme por el diario y reportar desde ahí dentro. Arranqué el trámite pero se cortó abruptamente a fines de ese año. También una sensación de futuro se cortó por esa época.

Y así fue como me perdí aquel helicóptero despegando desde el techo. El 19 y 20 de diciembre de 2001, desde la otra punta de la Plaza de Mayo, apenas se adivinaba la Casa Rosada detrás del humo y el miedo.


Pero eso pasó hace una década (que a veces se siente como un siglo) y ahí la tenés a ella, erguidita pese a todo, bastante maquillada y arreglada, muy atractiva. Dan ganas de entrarle.

Ojo: me refiero a la Casa Rosada, no a la presidenta.

Y como tengo un amigo que trabaja ahí, el otro día aproveché y le entré. Estas son algunas de las cositas que vi:

[La vista de la plaza desde el balcón 
de los imberbes y el festejo mundial.]


[El "patio de las palmeras".]


 [El Salón Blanco.]


[Dos granaderos que parecían
alfiles en un tablero deforme.]


 [El cuadro de César Milstein, 
Premio Nobel y #OrgulloBahiense.]