sábado, 19 de diciembre de 2015

811. Arigató

(Desde Tokio)


jueves, 1 de octubre de 2015

810. Loco, lo colocó


Al intendente bahiense (que no quería ser intendente bahiense, pero asumió en 2011 porque quien fue electo se rajó para ser ministro bonaerense) un concejal lo denunció por "inconsistencias" en sus declaraciones juradas y se nota que le pegó duro.

Lo afectó bastante.

Lo puso nervioso.

Lo sacó de quicio.

Lo vimos nítidamente: su gesto adusto, su mueca de enojo, su boca pastosa mientras vomitaba una reacción ante los micrófonos del periodismo:

 
Lo reproduje 7 veces. Porque no lo podía creer, pero sobre todo porque no lo podía entender.

Lo que dijo el intendente Gustavo Bevilacqua (abogado, escribano, docente; exconcejal en el distrito de Villarino, extitular del Registro Automotor de Bariloche, exkirchnerista y actualmente candidato a diputado nacional massista) es EXACTAMENTE esto:

“No quiero que... que traten de alguna manera de quitar o de sacar una política que tiene que ver con la transparencia y que tiene que ver con todos los bahienses, eso es... es algo que debemos cuidar y todo, todo el mundo tiene que estar en Gobierno Abierto y por eso mis declaraciones juradas están en... en Gobierno Abierto. Respecto a la denuncia, obviamente es una denuncia malintencionada, eeeh..., el departamento que dice es mi mismo departamento de 75 metros en el que vivo y del año 90, y mis bienes son todos adquiridos en la década del 90 (…) Siempre he sido una persona que aguantó, y me han dicho barbaridades, y también le pido a la prensa que muchas veces, que tampoco soy de llamar a la prensa, y a cualquiera que dice, dice cualquier cosa, esteee... y la verdad que ya llega un punto que me parece queeee de la misma manera, este... sí le voy a accionar judicialmente, contra él y contra todos los que de alguna manera injuriosa, y mucho más por temas políticos, a ver, estamos en medio de una campaña, una campaña política, y pensar que hacer estas cosas, esteee... es gratis, no, o sea, uno... no tengo ningún problema, como dije y dejé aclarado principalmente, de... de que mis cosas las tengo y no es... son departamento en el que vivo, y que todo el mundo sabe dónde vivo, y de las cosas que tengo, pero lo que sí me molesta es la mala intención y porque uno no reacciona o porque nunca contesté o porque nunca, estee... reaccioné y traté de ser, de aguantar, estee... que no crea que no a partir de ahora no, a cada uno que diga lo que tenga que decir, este, yo voy a accionar judicialmente porque creo que se llegó a un punto donde no se puede mezclar las cosas y faltar el respeto como se falta tan rápidamente (...) Y la verdad que no tengo nada que ocultar porque en mi vida no tuve nada que ocultar, y por eso, estee, cuando decidí estar donde estoy es porque siempre lo planteé y por eso están las declaraciones juradas publicadas, y tengo doble juego de... de... de declaraciones juradas presentada, hace 15 años que presento declaraciones juradas en el ámbito nacional, esteee, pero, a ver: no pasa por empezar a discutir esto que me parece una barbaridad porque son cosas que ni siquieraaaa, este, tienen... absolutamente nada de realidad.”

martes, 30 de diciembre de 2014

809. Irina y Slava

(Desde Moscú)

Se tuvo que hacer el boludo, Slava. Le dijo a su novia Irina que iba al baño, y al rato volvió a la fila 13 del sector D-12 del Mytishchi Arena con un micrófono y un ramo de rosas blancas.

Le temblaba todo al pibe. Y no porque su club de hockey sobre hielo, el Atlant, estuviera perdiendo 3-0 de local contra el Dynamo de Riga.

Delante de 5.000 personas, Slava le dijo a Irina que la amaba y que ese estadio significaba muchísimo para él y por eso lo había elegido para pedirle matrimonio. Se arrodilló y sacó un anillo del bolsillo.

-¡Da! -dijo ella, sonriendo su emoción, así como la ves.


(Yo estaba en la fila 12, o sea debajo de ellos, 
y saqué esa foto exclusiva de su felicidad 
y luego se las whatsappeé 
y ahora tengo 2 nuevos amigos rusos 
que se van a casar en breve 
porque Irina está embarazada de 4 meses 
y no quiere estar demasiado panzona en la fiesta.)


domingo, 15 de junio de 2014

808. #100%Lilita

[Casi un año después, retomo un cacho el blog para publicar esto que no entró en el diario de hoy.]

   Iba para mi oficina y justo me topé con Elisa Carrió. Así que tuve que preguntarle por “Republiquita”, la muñeca que se hizo famosa hace 3 domingos cuando "Lilita" tuiteó una foto de ambas en la cama durante el programa de Jorge Lanata.


   -Está en casa -me dijo-. Acá en Bahía Blanca me regalaron un chupete para ella.

   Ya que estaba, también le pregunté de dónde salen sus tuits desopilantes: Carrió suele publicar en su cuenta fotos en las que aparece acostada abajo de un auto o comiendo una milanesa a la napolitana.


   -Se me ocurren a mí -aseguró. Y dijo que a veces su amiga Blanca la convence para que NO mande ciertas cosas.


   -¿Y la línea del ridículo...?


   -A mí no me importa -dijo-. A vos te puede preocupar el ridículo.


   -Para nada -le contesté-, ¡la que está expuesta públicamente sos vos!


   -Yo ya perdí los estrógenos... -remató “Lilita”. Y se rió-. Además, tengo una diferencia intelectual tan grande con los demás políticos argentinos...


   Nos despedimos y se iba, pero de pronto se dio vuelta y avisó:


   -Y todavía no llegué a los 60 años: ya voy a hablar más.


martes, 9 de julio de 2013

807. Anatomía de un fanatismo

[A fines de 2012 me convocaron para participar de una producción especial sobre "fútbol y sociedad" para un proyecto nuevo y novedoso llamado Informe Escaleno. Me convencieron rápido: había amigos y colegas prestigiosos en el equipo de laburo, el tema me encantaba y me iban a pagar. Me pidieron que contara cómo es ser fanático de un equipo que me queda a 700 kilómetros. Me salió un texto que en principio titulé "River en mi interior"; se publicó el domingo y arranca así:]


No importaba cuánta gomina se echara ni cuán tirante se peinara: nada alcanzaba para disimular su cabello ondulado. En la cabeza le quedaban como olas. Me hacía acordar a mi abuelo, que me enseñó a jugar a las cartas mientras me contaba una y otra vez cómo era el furibundo shot de Bernabé Ferreyra y la magia espeluznante del “Charro” Moreno.

Había una diferencia de accesibilidad: mi abuelo era mi abuelo, estaba siempre dispuesto a timbear y hablar de River, mientras que don Roberto era don Roberto, el jefe de Deportes del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y yo era un pibito de diecisiete años que tenía el pelo largo, cursaba el secundario y recién empezaba a garabatear en el periodismo.

Don Roberto Cortina Bazán había dejado la jefatura hacía poco, después de tres décadas. Pero su figura prolija seguía imponiendo en la redacción solemnidad, admiración y distancia: sobre todo, distancia.
Por eso me sorprendió que aquella tarde de 1992 me dirigiera por primera vez esa voz cargada de noches de tango, que era su amante. Porque Don Roberto estaba casado con el fútbol, pero lo engañaba en los tugurios de Bahía y de la zona cantando bajo el seudónimo Roberto Del Barrio.

-Pibe, ¿usted de qué club es hincha?

-De River.

-¿Y acá en Bahía?

-De Liniers. Soy “Chivo”.

-¿Y es más hincha de River o de Liniers?

-¡De River! Me hice un tatuaje y todo.

-Qué barbaridad.

-¿El tatuaje o ser de River?

-Las dos cosas. Oiga, pibe, usted debería hinchar más por su club de acá.

-¿Por?

-¡Porque es de acá!

-¿Y?

-¡Cómo “¿Y?”! ¿Cómo se va a identificar más con un club de Buenos Aires, pibe...? –Don Roberto era silenciosamente fanático de Olimpo. Luego de su muerte (en 1994, a los 60 años), las cabinas de prensa del estadio Roberto Carminatti recibieron su nombre.

-Qué sé yo... no es algo que se piense: se siente.

-¡Pero piense, pibe…! ¡Piense!
Y me dejó pensando: ¿por qué era tan de River que a los diecisiete llevaba dos años recorriendo seguido los 700 kilómetros hasta Buenos Aires? ¿Cómo era que pese al miedo a las agujas me había hecho un tatuaje?

o importaba cuánta gomina se echara ni cuán tirante se peinara: nada alcanzaba para disimular su cabello ondulado. En la cabeza le quedaban como olas. Me hacía acordar a mi abuelo, que me enseñó a jugar a las cartas mientras me contaba una y otra vez cómo era el furibundo shot de Bernabé Ferreyra y la magia espeluznante del “Charro” Moreno.
Había una diferencia de accesibilidad: mi abuelo era mi abuelo, estaba siempre dispuesto a timbear y hablar de River, mientras que don Roberto era don Roberto, el jefe de Deportes del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y yo era un pibito de diecisiete años que tenía el pelo largo, cursaba el secundario y recién empezaba a garabatear en el periodismo.
Don Roberto Cortina Bazán había dejado la jefatura hacía poco, después de tres décadas. Pero su figura prolija seguía imponiendo en la redacción solemnidad, admiración y distancia: sobre todo, distancia. Por eso me sorprendió que aquella tarde de 1992 me dirigiera por primera vez esa voz cargada de noches de tango, que era su amante. Porque Don Roberto estaba casado con el fútbol, pero lo engañaba en los tugurios de Bahía y de la zona cantando bajo el seudónimo Roberto Del Barrio.
-Pibe, ¿usted de qué club es hincha?
-De River.
-¿Y acá en Bahía?
-De Liniers. Soy “Chivo”.
-¿Y es más hincha de River o de Liniers?
-¡De River! Me hice un tatuaje y todo.
-Qué barbaridad.
-¿El tatuaje o ser de River?
-Las dos cosas. Oiga, pibe, usted debería hinchar más por su club de acá.
-¿Por?
-¡Porque es de acá!
-¿Y?
-¡Cómo “¿Y?”! ¿Cómo se va a identificar más con un club de Buenos Aires, pibe...? –Don Roberto era silenciosamente fanático de Olimpo. Luego de su muerte (en 1994, a los 60 años), las cabinas de prensa del estadio Roberto Carminatti recibieron su nombre.
-Qué sé yo... no es algo que se piense: se siente.
-¡Pero piense, pibe…! ¡Piense!
Y me dejó pensando: ¿por qué era tan de River que a los diecisiete llevaba dos años recorriendo seguido los 700 kilómetros hasta Buenos Aires? ¿Cómo era que pese al miedo a las agujas me había hecho un tatuaje?
- See more at: http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=60#sthash.NurmA84y.dpuf
o importaba cuánta gomina se echara ni cuán tirante se peinara: nada alcanzaba para disimular su cabello ondulado. En la cabeza le quedaban como olas. Me hacía acordar a mi abuelo, que me enseñó a jugar a las cartas mientras me contaba una y otra vez cómo era el furibundo shot de Bernabé Ferreyra y la magia espeluznante del “Charro” Moreno.
Había una diferencia de accesibilidad: mi abuelo era mi abuelo, estaba siempre dispuesto a timbear y hablar de River, mientras que don Roberto era don Roberto, el jefe de Deportes del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y yo era un pibito de diecisiete años que tenía el pelo largo, cursaba el secundario y recién empezaba a garabatear en el periodismo.
Don Roberto Cortina Bazán había dejado la jefatura hacía poco, después de tres décadas. Pero su figura prolija seguía imponiendo en la redacción solemnidad, admiración y distancia: sobre todo, distancia. Por eso me sorprendió que aquella tarde de 1992 me dirigiera por primera vez esa voz cargada de noches de tango, que era su amante. Porque Don Roberto estaba casado con el fútbol, pero lo engañaba en los tugurios de Bahía y de la zona cantando bajo el seudónimo Roberto Del Barrio.
-Pibe, ¿usted de qué club es hincha?
-De River.
-¿Y acá en Bahía?
-De Liniers. Soy “Chivo”.
-¿Y es más hincha de River o de Liniers?
-¡De River! Me hice un tatuaje y todo.
-Qué barbaridad.
-¿El tatuaje o ser de River?
-Las dos cosas. Oiga, pibe, usted debería hinchar más por su club de acá.
-¿Por?
-¡Porque es de acá!
-¿Y?
-¡Cómo “¿Y?”! ¿Cómo se va a identificar más con un club de Buenos Aires, pibe...? –Don Roberto era silenciosamente fanático de Olimpo. Luego de su muerte (en 1994, a los 60 años), las cabinas de prensa del estadio Roberto Carminatti recibieron su nombre.
-Qué sé yo... no es algo que se piense: se siente.
-¡Pero piense, pibe…! ¡Piense!
Y me dejó pensando: ¿por qué era tan de River que a los diecisiete llevaba dos años recorriendo seguido los 700 kilómetros hasta Buenos Aires? ¿Cómo era que pese al miedo a las agujas me había hecho un tatuaje?
- See more at: http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=60#sthash.NurmA84y.dpuf
o importaba cuánta gomina se echara ni cuán tirante se peinara: nada alcanzaba para disimular su cabello ondulado. En la cabeza le quedaban como olas. Me hacía acordar a mi abuelo, que me enseñó a jugar a las cartas mientras me contaba una y otra vez cómo era el furibundo shot de Bernabé Ferreyra y la magia espeluznante del “Charro” Moreno.
Había una diferencia de accesibilidad: mi abuelo era mi abuelo, estaba siempre dispuesto a timbear y hablar de River, mientras que don Roberto era don Roberto, el jefe de Deportes del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y yo era un pibito de diecisiete años que tenía el pelo largo, cursaba el secundario y recién empezaba a garabatear en el periodismo.
Don Roberto Cortina Bazán había dejado la jefatura hacía poco, después de tres décadas. Pero su figura prolija seguía imponiendo en la redacción solemnidad, admiración y distancia: sobre todo, distancia. Por eso me sorprendió que aquella tarde de 1992 me dirigiera por primera vez esa voz cargada de noches de tango, que era su amante. Porque Don Roberto estaba casado con el fútbol, pero lo engañaba en los tugurios de Bahía y de la zona cantando bajo el seudónimo Roberto Del Barrio.
-Pibe, ¿usted de qué club es hincha?
-De River.
-¿Y acá en Bahía?
-De Liniers. Soy “Chivo”.
-¿Y es más hincha de River o de Liniers?
-¡De River! Me hice un tatuaje y todo.
-Qué barbaridad.
-¿El tatuaje o ser de River?
-Las dos cosas. Oiga, pibe, usted debería hinchar más por su club de acá.
-¿Por?
-¡Porque es de acá!
-¿Y?
-¡Cómo “¿Y?”! ¿Cómo se va a identificar más con un club de Buenos Aires, pibe...? –Don Roberto era silenciosamente fanático de Olimpo. Luego de su muerte (en 1994, a los 60 años), las cabinas de prensa del estadio Roberto Carminatti recibieron su nombre.
-Qué sé yo... no es algo que se piense: se siente.
-¡Pero piense, pibe…! ¡Piense!
Y me dejó pensando: ¿por qué era tan de River que a los diecisiete llevaba dos años recorriendo seguido los 700 kilómetros hasta Buenos Aires? ¿Cómo era que pese al miedo a las agujas me había hecho un tatuaje?
- See more at: http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=60#sthash.NurmA84y.dpuf
o importaba cuánta gomina se echara ni cuán tirante se peinara: nada alcanzaba para disimular su cabello ondulado. En la cabeza le quedaban como olas. Me hacía acordar a mi abuelo, que me enseñó a jugar a las cartas mientras me contaba una y otra vez cómo era el furibundo shot de Bernabé Ferreyra y la magia espeluznante del “Charro” Moreno.
Había una diferencia de accesibilidad: mi abuelo era mi abuelo, estaba siempre dispuesto a timbear y hablar de River, mientras que don Roberto era don Roberto, el jefe de Deportes del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y yo era un pibito de diecisiete años que tenía el pelo largo, cursaba el secundario y recién empezaba a garabatear en el periodismo.
Don Roberto Cortina Bazán había dejado la jefatura hacía poco, después de tres décadas. Pero su figura prolija seguía imponiendo en la redacción solemnidad, admiración y distancia: sobre todo, distancia. Por eso me sorprendió que aquella tarde de 1992 me dirigiera por primera vez esa voz cargada de noches de tango, que era su amante. Porque Don Roberto estaba casado con el fútbol, pero lo engañaba en los tugurios de Bahía y de la zona cantando bajo el seudónimo Roberto Del Barrio.
-Pibe, ¿usted de qué club es hincha?
-De River.
-¿Y acá en Bahía?
-De Liniers. Soy “Chivo”.
-¿Y es más hincha de River o de Liniers?
-¡De River! Me hice un tatuaje y todo.
-Qué barbaridad.
-¿El tatuaje o ser de River?
-Las dos cosas. Oiga, pibe, usted debería hinchar más por su club de acá.
-¿Por?
-¡Porque es de acá!
-¿Y?
-¡Cómo “¿Y?”! ¿Cómo se va a identificar más con un club de Buenos Aires, pibe...? –Don Roberto era silenciosamente fanático de Olimpo. Luego de su muerte (en 1994, a los 60 años), las cabinas de prensa del estadio Roberto Carminatti recibieron su nombre.
-Qué sé yo... no es algo que se piense: se siente.
-¡Pero piense, pibe…! ¡Piense!
Y me dejó pensando: ¿por qué era tan de River que a los diecisiete llevaba dos años recorriendo seguido los 700 kilómetros hasta Buenos Aires? ¿Cómo era que pese al miedo a las agujas me había hecho un tatuaje?
- See more at: http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=60#sthash.NurmA84y.dpuf
o importaba cuánta gomina se echara ni cuán tirante se peinara: nada alcanzaba para disimular su cabello ondulado. En la cabeza le quedaban como olas. Me hacía acordar a mi abuelo, que me enseñó a jugar a las cartas mientras me contaba una y otra vez cómo era el furibundo shot de Bernabé Ferreyra y la magia espeluznante del “Charro” Moreno.
Había una diferencia de accesibilidad: mi abuelo era mi abuelo, estaba siempre dispuesto a timbear y hablar de River, mientras que don Roberto era don Roberto, el jefe de Deportes del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y yo era un pibito de diecisiete años que tenía el pelo largo, cursaba el secundario y recién empezaba a garabatear en el periodismo.
Don Roberto Cortina Bazán había dejado la jefatura hacía poco, después de tres décadas. Pero su figura prolija seguía imponiendo en la redacción solemnidad, admiración y distancia: sobre todo, distancia. Por eso me sorprendió que aquella tarde de 1992 me dirigiera por primera vez esa voz cargada de noches de tango, que era su amante. Porque Don Roberto estaba casado con el fútbol, pero lo engañaba en los tugurios de Bahía y de la zona cantando bajo el seudónimo Roberto Del Barrio.
-Pibe, ¿usted de qué club es hincha?
-De River.
-¿Y acá en Bahía?
-De Liniers. Soy “Chivo”.
-¿Y es más hincha de River o de Liniers?
-¡De River! Me hice un tatuaje y todo.
-Qué barbaridad.
-¿El tatuaje o ser de River?
-Las dos cosas. Oiga, pibe, usted debería hinchar más por su club de acá.
-¿Por?
-¡Porque es de acá!
-¿Y?
-¡Cómo “¿Y?”! ¿Cómo se va a identificar más con un club de Buenos Aires, pibe...? –Don Roberto era silenciosamente fanático de Olimpo. Luego de su muerte (en 1994, a los 60 años), las cabinas de prensa del estadio Roberto Carminatti recibieron su nombre.
-Qué sé yo... no es algo que se piense: se siente.
-¡Pero piense, pibe…! ¡Piense!
Y me dejó pensando: ¿por qué era tan de River que a los diecisiete llevaba dos años recorriendo seguido los 700 kilómetros hasta Buenos Aires? ¿Cómo era que pese al miedo a las agujas me había hecho un tatuaje?
- See more at: http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=60#sthash.NurmA84y.dpuf
o importaba cuánta gomina se echara ni cuán tirante se peinara: nada alcanzaba para disimular su cabello ondulado. En la cabeza le quedaban como olas. Me hacía acordar a mi abuelo, que me enseñó a jugar a las cartas mientras me contaba una y otra vez cómo era el furibundo shot de Bernabé Ferreyra y la magia espeluznante del “Charro” Moreno.
Había una diferencia de accesibilidad: mi abuelo era mi abuelo, estaba siempre dispuesto a timbear y hablar de River, mientras que don Roberto era don Roberto, el jefe de Deportes del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y yo era un pibito de diecisiete años que tenía el pelo largo, cursaba el secundario y recién empezaba a garabatear en el periodismo.
Don Roberto Cortina Bazán había dejado la jefatura hacía poco, después de tres décadas. Pero su figura prolija seguía imponiendo en la redacción solemnidad, admiración y distancia: sobre todo, distancia. Por eso me sorprendió que aquella tarde de 1992 me dirigiera por primera vez esa voz cargada de noches de tango, que era su amante. Porque Don Roberto estaba casado con el fútbol, pero lo engañaba en los tugurios de Bahía y de la zona cantando bajo el seudónimo Roberto Del Barrio.
-Pibe, ¿usted de qué club es hincha?
-De River.
-¿Y acá en Bahía?
-De Liniers. Soy “Chivo”.
-¿Y es más hincha de River o de Liniers?
-¡De River! Me hice un tatuaje y todo.
-Qué barbaridad.
-¿El tatuaje o ser de River?
-Las dos cosas. Oiga, pibe, usted debería hinchar más por su club de acá.
-¿Por?
-¡Porque es de acá!
-¿Y?
-¡Cómo “¿Y?”! ¿Cómo se va a identificar más con un club de Buenos Aires, pibe...? –Don Roberto era silenciosamente fanático de Olimpo. Luego de su muerte (en 1994, a los 60 años), las cabinas de prensa del estadio Roberto Carminatti recibieron su nombre.
-Qué sé yo... no es algo que se piense: se siente.
-¡Pero piense, pibe…! ¡Piense!
Y me dejó pensando: ¿por qué era tan de River que a los diecisiete llevaba dos años recorriendo seguido los 700 kilómetros hasta Buenos Aires? ¿Cómo era que pese al miedo a las agujas me había hecho un tatuaje?
- See more at: http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=60#sthash.NurmA84y.dpuf
o importaba cuánta gomina se echara ni cuán tirante se peinara: nada alcanzaba para disimular su cabello ondulado. En la cabeza le quedaban como olas. Me hacía acordar a mi abuelo, que me enseñó a jugar a las cartas mientras me contaba una y otra vez cómo era el furibundo shot de Bernabé Ferreyra y la magia espeluznante del “Charro” Moreno.
Había una diferencia de accesibilidad: mi abuelo era mi abuelo, estaba siempre dispuesto a timbear y hablar de River, mientras que don Roberto era don Roberto, el jefe de Deportes del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, y yo era un pibito de diecisiete años que tenía el pelo largo, cursaba el secundario y recién empezaba a garabatear en el periodismo.
Don Roberto Cortina Bazán había dejado la jefatura hacía poco, después de tres décadas. Pero su figura prolija seguía imponiendo en la redacción solemnidad, admiración y distancia: sobre todo, distancia. Por eso me sorprendió que aquella tarde de 1992 me dirigiera por primera vez esa voz cargada de noches de tango, que era su amante. Porque Don Roberto estaba casado con el fútbol, pero lo engañaba en los tugurios de Bahía y de la zona cantando bajo el seudónimo Roberto Del Barrio.
-Pibe, ¿usted de qué club es hincha?
-De River.
-¿Y acá en Bahía?
-De Liniers. Soy “Chivo”.
-¿Y es más hincha de River o de Liniers?
-¡De River! Me hice un tatuaje y todo.
-Qué barbaridad.
-¿El tatuaje o ser de River?
-Las dos cosas. Oiga, pibe, usted debería hinchar más por su club de acá.
-¿Por?
-¡Porque es de acá!
-¿Y?
-¡Cómo “¿Y?”! ¿Cómo se va a identificar más con un club de Buenos Aires, pibe...? –Don Roberto era silenciosamente fanático de Olimpo. Luego de su muerte (en 1994, a los 60 años), las cabinas de prensa del estadio Roberto Carminatti recibieron su nombre.
-Qué sé yo... no es algo que se piense: se siente.
-¡Pero piense, pibe…! ¡Piense!
Y me dejó pensando: ¿por qué era tan de River que a los diecisiete llevaba dos años recorriendo seguido los 700 kilómetros hasta Buenos Aires? ¿Cómo era que pese al miedo a las agujas me había hecho un tatuaje?
- See more at: http://www.informeescaleno.com.ar/index.php?s=articulos&id=60#sthash.NurmA84y.dpuf