viernes, 30 de marzo de 2012

780. Momenticos cubanitos

(Desde Buenos Aires)


Por primera vez en mi vida desde que existe Internet estuve dos semanas desconectado.

Fue revolucionario: nunca tuve acceso en mi teléfono mientras estuve en Cuba. Y apenas se me cruzó la idea de pagar 15 dólares por una hora dije "Juira, ni en pedo", y a cambio elegí echarme en una reposera a tomar piña colada, fumarme un habano y leer Houellebecq. Chupala, esnobismo.

Total, lo único verdaderamente relevante era saber cómo salía River y el hotel tenía GolTV y un frigobar lleno de cervezas Bucanero.

Ese fue uno de los varios toques de felicidad que me regaló la isla en mis vacaciones.

No voy a reseñarlos a continuación por compasión tanto hacia ustedes como hacia mí, que ahora escribo desde esta porteña atorranta y desalmada, y extraño.

Me remitiré apenas a compartir una poca pretenciosa selección de apuntes. Van:


1.
Alguna vez me gustaría escribir una oda a la vida all inclusive, inclusive la panza y la paja que te genera.

Cayo Santa María

2.
Me cansé de oír susurros de disconformidad con el régimen. Pero más me sacudió la amabilidad interesada, muy estudiada, por momentos bastante mopla, de los cubanos que laburan con los turistas. Todo por una propina.

Estos tipos y tipas son, en un sentido, los privilegiados del sistema: en una noche pueden levantar la misma guita que un compatriota recibe al mes del Estado por cualquier otro trabajo. Pero también estos tipos y tipas ven pasar por delante de sus narices un consumo desmedido e inalcanzable. Me pareció una tensión de mierda.

Carlos, el mozo del 5 estrellas en Cayo Santa María, me cuenta demasiado pronto, antes incluso de servir la primera copa de vino, que cobra el equivalente a unos 15 dólares por mes.

-350 pesitos cubanos. Lo divides por 24 y ahí tienes, ¿tú crees? Y soy ingeniero mecánico y tengo 50 años y tres hijos y cómo tú crees que hago para comprarles zapatos... La cuota que nos da el gobierno de frijoles, arroz, aceite, azúcar y demás apenas alcanza para una semana, tú sabes.

Sé que recién llego: la cruda realidad es que me interesa menos el lamento de Carlos que el vino que todavía no me sirve pero, pobre, ¿no?, me digo, qué tristeza, y ya entendí, chico, tomá un dólar y llename la copa de una vez y dejame morfar en paz, la puta que te parió.

-Qué tristeza, Carlos -Le doy un dólar, meneo la cabeza.- ¿Es bueno este vino?

-No mucho pero espérame, amigo.

Se va. Y al toque vuelve y me entrega una botella de un tinto español menos berreta.

-A veces, para sobrevivir, no nos queda otra que robarnos algunas cosas y venderlas afuera. Así funciona. Estoy cansado de pelear tanto para sobrevivir, tú sabes.

-Qué tristeza, Carlos -Le doy otro dólar, meneo la cabeza.- Gracias por todo. ¿Después la seguimos?

-Claro, disfruta la comida, amigo, claro, claro...

Claro que me siento un hijo de puta: un hijo de puta que arranca sus muy ansiadas y necesarias vacaciones luego de viajar 15 horas entre taxi, bondis y avión, y ahora tiene mucho hambre y poca capacidad para la empatía.

3.
La moneda oficial es el peso cubano pero el castrismo creó otra para el turismo: el convertible, denominado CUC.

Un CUC equivale a un dólar, pero si cambiás 100 dólares te dan 87 CUC: hay 13% de castigo por ser guita gringa. Y no te aceptan tarjetas de crédito emitidas por bancos yanquis.

En la grilla de canales tuvieron que transar una CNN, un ESPN, un HBO. Y te los equilibran con TeleSur, tres versiones del CCTV chino, uno ruso y la arrugada estación oficial que fatiga propaganda y ejercicios de funciones trigonométricas: posta, eh.

4.
El reemplazo cubano de la Coca imperialista se llama Tu Kola y tiene un gusto a remedio espantoso. Te mando un fuerte y revolucionario abrazo.

Varadero

5.
Por teléfono, Ediel me ofrece dos inmersiones por 65 CUC. Y yo compro, cómo no.

Me pasan a buscar a las 8 en un bondi Yutong chino, cero kilómetro. Las zonas turísticas están repletas de bondis Yutong. Y en la marina de Las Brujas esperan amarrados catamaranes y otros barcos muy impecables, modernos y equipados: he buceado en distintas partes del mundo y honestamente, no pensé que los cubanos tendrían tanta infraestructura.

Le comento mi observación a Kim, un ingeniero en computación de origen vietnamita que vive en Toronto desde hace 35 años y viene seguido a la isla.

-En los 60 el primer ministro Pierre Trudeau hizo un acuerdo con Fidel Castro: alentaría los viajes de canadienses a Cuba si acá ponían buena calidad de servicios. Por eso venimos tanto; nos cuesta barato (unos mil dólares por una semana, todo incluido), tenemos lo necesario y ¡¡es un paraíso!!

Da ternura ver cómo los cubanos cuidan la infraestructura.

Creo que Ediel viene a verificar la validez de mi carné de buzo pero no:

-Tranquilo, chico, confío en ti. Por eso te pido que no digas nada.

-¿Que no diga nada sobre qué?

-Tú sabes, aquí nosotros vamos a hundirnos en el mar y te vamos a tirar fotos y videos y luego te editamos un DVD con música bonita y tú sabes, shhhhhh, si el gobierno se entera, estamos jodidos...

-No problem. ¿Cuánto vale?

-20 CUC, shhhhhh.

-Dale.

Al final Ediel se va con los principiantes y bajo con Adrián. Primero, 17 metros cerca de Cayo Francés con la compañía dientuda feroz de una barracuda del tamaño de Manu Ginóbili. Posta, eh: hay fotito. En la segunda descendemos 11 metros, recorriendo la barrera coralina por túneles y cuevas.

Si fuera más ordinario, diría que se trató de dos orgasmos submarinos de la puta madre.

-¿Entiendes -me dice Adrián- por qué yo no soy de los que se quieren ir del país? Ni me interesa el régimen, tú sabes, pero cómo no ser feliz aquí.

6.
Así como el nombre de aquel es Ediel y el de este Darién, aquella se llama Yoanisleidi y la de más allá, Onelys.

También tenés un Ociel y un Yusisley y una Danayasi y una Rubiseida.

-Pegame y llamame como se te canten las pelotas.

La Habana

7.
Ay, comandante, si estuviera tu querida presencia y vieras a semejante cantidad de boludos consumiendo tu jeta en la remera, tu Partagás, tu boina con la estrellita roja, ay, seguro les meterías juicio revolucionario sumarísimo y los cagarías fusilando vos mismo, Che, como hiciste tantas veces.

8.
El bondi que va a Varadero se vara a mitad de camino porque casi todos tenemos que hacer pis.

El chofer nos lleva a una casa presidida por un cartel: "Baño, $ 1".

Hacemos la fila en un patio desde cuyo fondo nos mira un viejo tembloroso apoyado en un bastón; parece concentrado en un punto específico del horizonte, o tal vez sea ciego. Una mujer más nerviosa que el 98,6% de los cubanos se dedica a limpiar las dos letrinas disponibles y a cobrar el servicio: cada usuario paga un CUC.

-En realidad la tarifa es un peso cubano, ¿no? -le digo casi en el oído: no quiero joderle el negocio. Es domingo. Me mira con cara de shhhhhhh.

-Claro, chico. Jamás hubiera esperado esto -En un día normal debería recaudar unos 25 pesos y se está llevando alrededor de 600 en un ratito-. Esto es una bendición.

Literalmente, con perdón: lluvia dorada.

9.
El baño de este bungalow está extrañamente dividido en dos: por un lado, la bañera y la bacha y por el otro, separado con una puerta transparente, el inodoro... al aire libre, con un techito de vidrio y sin bidé.

Literalmente, con perdón: cagás mirando las estrellas.

También hay un cantero con plantas y muy cerca de mi ojota derecha descubro un alacrán. Lo mato y de pronto aparecen para devorarse el cadáver decenas de hormigas coloradas del tamaño de Manu Ginóbili. Posta, eh: aunque no hay fotito.

-No son animales peligrosos... -me dice una recepcionista del hotel que puede llamarse Yoanisleidi o Rubiseida-. ¡Estamos en un país tropical, qué tú quieres!

-No morirme en este paraíso, nomás. Aunque ahora que lo pienso no estaría tan mal.

10.
Porque leí con los pies sepultados en la arena harina, tomé y morfé para envidia del 98,6% de los cubanos, buceé en los corales con una barracuda, toqué delfines, navegué en catamarán sin motor, anduve en kayak y en motito y en cocotaxi y en bondi chino Yutong y en bici de agua y en patas por mil recovecos de La Habana y playas gloriosas, fumé habanos riquísimos, clavé mojitos en La Bodeguita del Medio, daiquiris en el Floridita, piñas coladas en el Hotel Nacional, cervezas en la Plaza Vieja, vinos españoles berretas por todos lados, y descansé y disfruté amorosamente: no estaría tan mal porque tuve tantísimos toques de felicidad, gracias a vos.

Cayo Blanco