lunes, 29 de octubre de 2007

172. SMS N° 31

(Desde Oxford)


Me quedé despierto hasta las 2 de la mañana para seguir las elecciones. Me acosté, y me levanté, con algo de bronca. Cuesta creer que los argentinos realmente nos merecemos el encumbramiento de la falta de debate, de la ausencia de experiencia ejecutiva, de la soberbia de shopping, de la herencia del poder como si se tratara de un bien ganancial del matrimonio. Casi la mitad de los que votaron eligió eso (eso: una continuidad maquilladísima del gobierno actual), y yo respeto. Y le deseo todo el éxito de corazón, doña Cristina: que su gestión se convierta en la mejor de la historia y usted sea más grande que Evita. Pero no sea conchuda, haga el favor.

sábado, 27 de octubre de 2007

171. Todo muy loco

(Desde Londres)

Sí, es todo muy loco. Estoy en la casa de Nico y Sophie. Es sábado. Son las 10 y 10 de la noche. Y estoy solo: sólo me acompaña una botella de merlot argentino.


Llegué a Londres anoche, tipo a esta hora, después del seminario de los viernes en el Nuffield College. Lo dio Dorothy Byrne, una deliciosa y divertida provocadora que comanda el departamento de Noticias del Channel 4, un canal muy rupturista del Reino Unido.

Dorothy se presentó como una mina que de joven quería ser abogada pero un novio la convenció de que se convirtiera en periodista: tanto le gustaba enojarse al discutir. Después (dijo) se hizo jefa para poder tener un hijo: "Todos en esta profesión sabemos que los jefes nunca salen a la calle a trabajar."

El Channel 4 cumplió este año sus primeros 25 de vida. Según Dorothy, se festejó moderadamente por dos motivos: 1) el episodio de racismo que afectó a una mujer india en el Gran Hermano Famosos fue "lo peor que nos pasó en la historia, porque no supimos manejarlo" y 2) llegar al cuarto de siglo dio vergüenza: "A esa edad ya no sos TAN joven: pensás en el crédito hipotecario y en tener hijos".

El canal se lanzó en 1982 con el respaldo de hierro de Margaret Thatcher, quien extrañamente consideró importante que en la TV pública británica hubiera un espacio independiente y abierto a la diversidad.

"Pero hoy -dijo Dorothy- las minorías ya no son los negros o los gays, sino, por ejemplo, la derecha. La televisión está dominada por los liberales de izquierda. Entonces nosotros le damos un programa de una hora a la derecha para que critique a Nelson Mandela."

De acuerdo con Dorothy, Channel 4 se mantiene con la publicidad y no está para ganar plata: "Está para decir lo que otra gente no dice o no quiere decir. Y nos va bien. O sea: la señora Thatcher creó algo que de hecho funciona".

Luego dedicó casi todo el resto de su charla a disparar contra la BBC. Aceptó que probablemente sea la más grande corporación de radio y TV del mundo, pero opinó que también es ineficiente y que dilapida bastante la plata de los contribuyentes, ese prespuesto anual de 3.200 millones de libras (¡¡¡¡unos 20.000 millones de pesos, por el amor de Dios!!!!), y que recurre demasiado al lenguaje comercial para vender programas que no le interesan a nadie. La frase: "La BBC está estalinizada: construye e impulsa una sola voz".

Apenas terminó de decir semejante cosa, le pregunté a alguien de la BBC que estaba delante de mí: "¿Qué decís sobre eso?". Me dijo: "Es absolutamente correcto".

Todo muy loco.


Ese viernes en el Reuters Institute recibimos a unos fellows del One World Broadcasting Trust (algo así como la Fundación de Emisoras Un Mundo), una organización que pretende aumentar el entendimiento entre los países en vías de desarrollo y los países desarrollados mediante el efectivo uso de los medios. Whatever.

La cuestión es que vino un grupo de periodistas de radio y TV: una de Vietnam, uno de Camerún, otro de Zambia, una de Sudáfrica, un palestino y una chilena, Sofía López, productora ejecutiva del canal Mega que se trajo a Londres su encanto y su panza de seis meses.

Alrededor de una mesa gigante tuvimos una charla (más bien una discusión) entre los patéticos defensores de que cualquier pelmazo con un blog y algo para decir es un "periodista cuidadano" y los que sostenemos que esta es una profesión que requiere mucho más que estar en el momento justo y en el lugar indicado.

Bueh... Lo importante es que coordinando el grupo visitante estaba esta finlandesa recontraBillups que había ido a Oxford en auto porque vive en las afueras de Londres. Y que (después de unas cervezas con un par de amigos de ella, etcétera) me acercó hasta su pueblo y terminé bajándome del tren en la capital, como decía, ayer, más o menos a esta hora.

Todo muy loco.


Tres combinaciones de subte más tarde, me encontré en la estación Angel con Cara (Fuckface!!!!), una norteamericana que había conocido en París y me llamó para hang out, y sus amigos de Orange County, California: una pareja integrada por el cubano-americano Emil y la vietnamita-americana Catherine.

Párrafos aparte para esta piba. No sólo porque tiene un look terriblemente Angelina Jolie, labios-riñones incluidos. Además, es hija de un militar yanqui que a los 52 tuvo una relación en Vietnam con una local de 26 en plena guerra. Una relación intelectual. Al principio.

Según Catherine-Angelina, su mamá se cruzó con su papá en un avión y se engancharon de la cabeza. Recién después de dos años, cuando la mujer sintió que podía avanzar hacia las sábanas, concretaron. La concretaron a Catherine-Angelina. Y entonces se acabó la guerra y ella debió cobijarse en un campo de refugiados y él, un picarón de origen escocés que ya tenía una esposa también vietnamita y cuatro hijos, se volvió a USA.

En 1999 Catherine-Angelina decidió saber quién era su padre. Sólo conservaba una carta con su firma. Puso el nombre en Internet y encontró una ficha, con teléfono y todo. Luego juntó coraje y lo conoció, poco antes de que el hombre muriera.

Todo muy loco.


Hicimos pizza en restorán italiano cerca de King's Cross, y vino y unos capítulos de South Park en un departamento-loft, y como los bondis nocturnos tardan una animalada, más o menos a las 2 arranqué a pie hacia lo de Henry, en Primrose Hill.

A mitad de camino, en Camden High Street, vi cómo una piba le partía la cabeza de un botellazo a un chabón. Un charco de sangre, algunos gritos, mucha gente cagándose de risa y ningún policía.

Todo muy loco.


Debo confesar que la situación me alteró. Quise zafar de esa zona de bares y boliches donde el porcentaje de alcoholizados habría superado el 100% si eso fuera posible, y doblé en una esquina. Y me perdí.

Gambeteé a lo Ortega a dos motoqueros borrachos que me invitaron a cruzar el canal y seguir escabiando y me metí en un Holiday Inn para preguntar dónde carajo estaba. Con tanta sal que el conserje era un indio que hablaba menos inglés que Menem y había empezado a trabajar hacía dos fucking días: ergo, no tenía la más remota idea de dónde quedaba ni Calcuta. La madre Teresa y la puta que te parió.

Volví al jolgorio iracundo y desenfrenado de Camden High Street resignado: juré con gloria morir.

Así me acerqué con el mapa en la mano a un grupo de aparentes árabes. Sentí que me estaba inmolando. Pero resulta que los tipos manejaban una empresita de taxis truchos en un callejón del costado.

Le conté mi situación al capanga, un pelado con gorrito de cumpleaños. No entendí una mierda qué me respondió, excepto lo que me costaba el viaje: nueve libras. Respondí: "Muerto me sacás esa plata, hermano. Soy argentino". El tipo dijo: "Eh, Maradona, Maradona", se puso a hacer jueguitos imaginarios y le ordenó a un somalí que me llevara a lo de Henry por cinco.

Todo muy loco.


Al despertarnos hicimos café y puchos con Ana, la brasileña que vive con Henry, y después él y yo fuimos por una hamburguesa reparadora.

Como no puedo competir con la visita oxoniense que esperaba (¡chiste, amargo!), rumbeé para el lado cubano-vietnamita-norteamericano y los cuatro nos metimos en el cine -seis libras: descuento de ¡¡estudiante!!- a ver Sicko, el último azote fílmico de Michael Moore.

En las butacas al lado mío, los tres raros representantes del imperio se rieron e indignaron y emocionaron por igual. 33%. El 1% restante ocupó mi crítica: si le sacaras la propaganda berreta y los golpes de efecto pavotes (es decir: si la filmaras de nuevo, por ejemplo en Irán), sería una investigación periodística del carajo sobre la inconcebible disfuncionalidad del sistema de salud yanqui.

Todo muy loco.


No hubo tiempo ni para birra. Chau, chau en la estación y listo: llegaba tarde a la casa de Nico y Sophie, donde estoy ahora, terminando de escribir esto, casi a la medianoche ya, sin vino ya. Y solo.

Excepto por esta criatura demoledoramente adorable:


Lucas.


Y yo, que tengo 32 y vivo solo desde hace 16; yo, que hasta ahora liquidé toda posibilidad de convertirme en papá; yo, que abomino de las plantas (salvo el cactus) y de los animales; yo, que sería capaz de cagar bien a trompadas al creador del Tamagotchi; yo, que si un bebito llora me siento paralizado como si tuviera enfrente a una boa constrictor musulmana que acaba de terminar un ayuno; yo, que igual sueño con que algún día voy a sujetar las patitas de un Abelito montado a mis hombros mientras entramos en la cancha de River; yo, decía, esta noche de sábado, en Londres, mientras Nico y Sophie están en una merecidísima fiesta,

estoy haciendo de niñero.

Todo muy, pero muy, loco.

jueves, 25 de octubre de 2007

170. Jo, jo, jo, jo

(Desde Oxford)

Gracias a la señorita K, una divina, mirá lo que tengo:



Oh, yeah!

Era el único fellow incomunicado, el pobre paria tercermundista que durante 20 días contestó: "No, no tengo celular. Todavía", y decía el todavía con un énfasis típico de pobre paria tercermundista.

Ahora la señorita K dice que parezco un chico que acaba de recibir su juguetito de Navidad, pero creo que en realidad piensa: "Pobre paria tercermundista".


Fue así: en el último viaje a París, Leo me contó que había conseguido en Internet un celular buenísimo para su mamá Alicia y que encima la compañía le devolvía plata. Me tiró una dirección, averigüé y efectivamente, hay planes en los que te hacen cashback, siempre y cuando vos lo reclames con un correcto formulario.

Sin embargo, para entrar tenés que tener una cuenta en un banco y firmar un contrato por un año, mínimo. Yo tuve que abrir una cuenta para que Reuters me deposite dinero, pero no voy a estar acá tanto tiempo.

Y era una lástima, porque había encontrado una promoción increíble. Entonces la señorita K irrumpió como Papá Noel y ofreció sacar el teléfono a su nombre.


Esta tarde lo recibí. Es un Motorola KRZR K1, obviamente negro, con camarita de dos megapíxeles, mp3, cuatribanda (así lo puedo usar en la Argentina), Bluetooth, las medidas que marca la foto, 102 gramos de peso... un chiche navideño.

El abono incluye 200 minutos y 200 textos por 30 libras al mes. O sea, 360 en total por un año de contrato. Pero me devueven 135 libras, con lo que me termina saliendo 18,75 mensuales.

Y...

... lo mejor...

... es que...

... ¡¡me dan un iPod de 80 gigabytes gratis!!



Esta va a ser la primera Navidad que voy a pasar fuera del país. Llámenme pobre paria tercermundista todo lo que quieran: yo siento que me adelanté el regalito.

169. SMS N° 30


Qué boludo, y yo esperaba un debate... Apenas un tiempito en vivo para cada candidato. Excepto Lavagna, que rechazó la farsa, y Cristina, que no fue al estudio y la entrevistaron a la tarde. Esto es un decir; no hubo repreguntas, dejaron que ella manejara los tiempos, terminó contestando lo que quiso y como quiso, y hasta coló clase magistral de periodismo: una vergüenza. Dicen que la mujer de Sylvestre trabaja con Cristina. Y que al programa en el ambiente lo llaman A dos sobres. Hmmmm... Encima, la señal online de TN se cortaba. Acá eran las 4 cuando volví a la cama, puteando. Qué boludo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

168. Woman, I can hardly express...

(Desde Oxford)

Me dormí hoy antes de las nueve de la noche, mientras miraba por Internet Besiktas-Liverpool, y recién me desperté y daban un programa de golf.

Si no lo hubiera programado, sería una catástrofe.

Pero la verdad es que puse el despertador para ver el debate de los candidatos en el programa A dos voces, por TN (y, mirá si Cristina, a la que ni a palos le doy mi voto pero le doy, contesta una pregunta en la Argentina...).

Qué sé yo: es la primera vez que vivo una campaña presidencial desde otro país, en una elección de la que ni siquiera puedo participar votando en la embajada en Londres porque no estoy radicado acá.

En la prensa argentina vengo leyendo más o menos las mismas pavadas de siempre, aunque no encontré hasta ahora ni una sola línea en los diarios británicos. No existimos. Sólo nos dan unos centímetros por deporte: Los Pumas, Tévez, Mascherano.


La semana anterior, durante una mesa redonda con todos los fellows, debíamos comentar qué nota nos había parecido destacada en los periódicos nacionales de cada uno.

Cuando me tocó, rompí la consigna y me referí a una no-nota: dije que a diez días de unos comicios que definirán el gobierno por los próximos cuatro años, era altamente probable que por primera vez fuéramos a tener una presidenta electa, y que nadie decía nada. Como si fuera algo normal, como si amáramos lo políticamente correcto, como si fuéramos tan maduros, como si no se tratara de un país machista y enamorado de los liderazgos potentes de un hombre que nos haga creer que la tiene más grande que los demás.

Y bienvenidas las mujeres, dije, pero la joda es que ninguna de las dos que encabezan las encuestas tiene la menor experiencia en posiciones ejecutivas.

Una de ellas está donde está porque es la esposa de y al igual que el otro detesta al periodismo; aunque hace mucho shopping del caro y le encantaría ser refinada, es grasa, y si se sigue metiendo bótox va a terminar como la novia de Chucky o como reina del PVC.

La otra es María Denuncia, te la imaginás protestando hasta en el medio del mejor polvo; hace no mucho se sentía y se decía enviada de Dios, usaba un crucifijo más grande que su culo (OK... tanto no) y si la dejabas le metía espiritualidad a un vómito: esa gente que da miedito, bah.

Y ambas serán animales políticos, pero la presidencia no puede tener la entidad de una reunión de tupper donde no se discute, no se escucha, una puta idea. Una.

Quiero ver si esta noche se les cae alguna en vivo y en directo. Y en caliente: como antes, ¿se acuerda?


(Se me vino a la cabeza aquel aviso; creo que era de Ojo en la ruta y supongo que será porque mientras espero estoy escuchando Estudantes-Boca por LU2. Una boludez, sí, pero ¿más de la que veré en el improbable gran debate de las luminarias nacionales?)

martes, 23 de octubre de 2007

167. Revolución versus re-evolución

(Desde Oxford)

Fue un tiroteo. Friendly fire.

-Pregúntenle a Abel: él es argentino y sabe lo que son las revoluciones -dijo Richard, mi compañero de la BBC, antes de entrar en la reunión.

Todos los fellows andábamos medio nerviosos y hasta embroncados: necesitábamos aclarar algunos puntos sobre el programa. Y nos juntamos esta tarde con la directora del Instituto Reuters, Sarmila Bose, para sacudirle prolijamente las balas amistosas.

En esencia, ocurre que estamos en la tercera semana (de un total de ocho que tiene este período universitario llamado Michaelmas) y casi nadie siquiera empezó a desarrollar su proyecto. Por distintas razones. O por falta de tutor -mi caso, entre otros-, o por demasiada actividad protocolar para concentrarse en la investigación -acá entramos todos-, o severas dificultades para comprender el sistema bibliográfico oxoniense -también algo general-, o ausencia de pautas concretas sobre qué esperan de nosotros.

El tiempo pasa: nos vamos poniendo densos.

Todos somos periodistas con más de 10 años de experiencia. O sea: sabemos qué es un maldito deadline, conocemos las reglas de juego.

Acá, se supone, vinimos para olvidarnos del ajetreo cotidiano y producir un trabajo de calidad sobre un tema de interés periodístico, sea enfocado desde nuestra profesión o desde lo académico.

Ya no se supone más. Sarmila se ocupó de tranquilizarnos, haciéndose cargo sin tanta excusa. La idea es darnos ese ambiente propicio para conseguir aquel resultado y luego exponerlo públicamente en una conferencia que cada uno deberá dar en el Green College.

Ahora esperamos ponernos en marcha y avanzar sin que nos rompan las pelotas. Eso sería una re-evolución.

lunes, 22 de octubre de 2007

166. Chow fan, papafritas y Sunday lunch

(Desde Oxford)

Viernes

12.30. My friend Yao hizo lo posible para que nos olvidáramos de los Twentyyyyyyyy fiiiiive de la cena formal y me invitó a almorzar: se mandó un chow fan à la Wang (su familia). Ingredientes: huevos, zanahoria -omnipresente, Carrot-, trozos de pato, arvejas, champiñones, puerro, acelga y, cómo no, arroz. Y peló un tinto italiano.

Una delicia.

Y la charla, otra: hasta donde alcancé a entenderle, My friend Yao me explicó cómo funciona el poder en China, me describió a los emperadores e incluso me dibujó en una servilleta verde el mapa de su increíble país. Ahora sé, por ejemplo, que bei es el norte (así, Beijing sería capital del norte), nan es el sur, xi es el oeste y dong es el este. Y Beinanxidong suena bien: sería un excelente nombre para una banda asiática de rock.

A cambio le enseñé algunas frases en español. Entre ellas, "ruedan las ruedas del ferrocarril", jejejejeje. La que más le gustó fue "Gracias, mi amigo".

14:30. Reunión con John Lloyd, el director de Periodismo del Instituto Reuters.

John es periodista y entendió perfectamente qué es lo que quiero hacer en Oxford. Y no, no es nada. Pretendo llevarme algo práctico, un how to, una guía para contar historias en Internet. No me interesa enterrar mi nariz en un proyecto académico-chanta-sale-con-fritas.

John, piola, me tiró unos nombres de posibles supervisores. Todos periodistas. Y ningún residente en Oxford, donde sí hay multitud de especialistas en la red como fenómeno y de aparentes sabelotodos de los (inviables) países latinoamericanos.

17:00. Seminario de John Lloyd en el Nuffield College. Tema: "¿El fin del periodismo serio?".

"La vida -dijo John- es demasiado corta para un periodismo corto."

Es uno de los creyentes en la supervivencia de los diarios: cree que (otra vez) algunos sabrán adaptarse. "En los países democráticos el problema es la audiencia, el mercado: el desafío es convencerlos de que vale la pena, de que es necesaria, una buena narrativa periodística."

Una clave: transferir a Internet el sentido de la importancia que tienen los diarios en una sociedad. Otras: 1) el periodismo como servicio público y 2) más profundidad, análisis, contexto, opinión y menos noticias de último momento que ya no lo son.


Después de la charla casi todos los fellows fuimos a The Living Room, un bar-restó demasiado careta ubicado cerca del Nuffield.

Me desquité un poco más contundentemente de la cena formal: Joyce me convidó exquisito pato y al vino le sobraba decencia.

A las ocho me coloqué, solo, ahora cerveza en mano, híperconcentrado, frente a la pantalla de plasma para ver a Los Pumas. Era el único argentino en diez kilómetros a la redonda. Por varias razones -incluyendo la victoria contra Francia, y la cerveza y el vino- terminé siendo el tipo más contento en diez kilómetros a la redonda, abrazado a un irlandés (Mark), un italiano (Gino), un albanés (ni a trompadas me acuerdo el nombre) y un yanqui (Chad) que se habían enternecido al ver mi histriónico aguante solitario o simplemente se caían de borrachos.


Sábado

Todavía soportaba un encuentro de peñas folklóricas taladrándome la cabeza cuando me levanté y vi el correo de mi compañero John Kelly, columnista del Washington Post, divertidísimo, un tipo que mantiene su blog sobre Oxford, a donde vino para saber más de periodismo ciudadano y se trajo a Su Adorable Esposa (así la llama), a sus dos hijas adolescentes y al perro.

John tenía ganas de juntarse en el instituto a ver la final Inglaterra-Sudáfrica, con cerveza y bolsas de papafritas -te comería toda, French Fries.

Como debe ser, me fui hasta el súper y pegué una botella de vino argentino (Las Fincas -por supuesto Cabernet-, a 3,99 libras: un afano pero no tanto). Cuando llegué, cinco minutos antes de que empezara el partido, solamente estaban John, Su Adorable Esposa y su hija Beatrice. Todos alentando a Inglaterra ("¡Pero ellos los colonizaron!", objeté, y Su Adorable Esposa respondió: "Fue hace mucho. No somos rencorosos"), menos yo, que reí último, mejor y muchísimo con la imagen de los británicos colgándose la medallita loser del segundo puesto.

Pallavi, la india que vive en China, llegó al final con su marido Julio, diplomático español, y se quedaron echados en un sillón mirando una peli de Kevin Bacon (?) mientras otros arrancábamos al pub The Rose and Crown, que desborda onda en la avenida North Parade.


Era bastante tarde, pero teníamos la esperanza de que nos sirvieran aunque sea una cerveza (acá los bares venden alcohol hasta que suena la campana de las 11, y cierran media hora después).

Y acabamos disfrutando del lock-in: un grupo de amigos de la casa que se queda dentro y sigue escabiando hasta que no da más. Francisco, un barman boliviano, y yo, lijamos los pisos tratando de bailar unos temas de salsa sacudidos por un inglés macanudo que además los cantaba todos pero sin tener la más mínima idea de qué significaban las letras. Creo que terminé convenciendo al dueño, un fenómeno llamado Andrew, de que pusiéramos una sucursal del Rose and Crown en Bahía Blanca. Salimos arrastrándonos a las 4 de la mañana.


Domingo

La señorita K finalmente accedió a cocinar el famoso y tradicional Sunday lunch inglés: en sus palabras, "un almuerzo TAN pesado que sólo puede comerse los domingos".

Ella lo hizo a base de pollo, aunque también puede ser con carne vacuna, cordero o chancho. El resto: papas, cebolla, repollo (puaj N° 1), zanahoria -de nuevo, ¿viste?-, choclo dulce (puaj N° 2) y un trozo de lo que llaman stuffing y es un relleno que luce extremadamente asqueroso pero no es puaj N° 3 porque es rico, tipo chorizo. Y todo condimentado con gravy, una salsa de esas de cubitos.

El Sunday lunch tarda como cinco horas en cocinarse, así que morfamos tipo 4 y media de la tarde. En el medio pude llamar a mi vieja y a La Tipa para desearles feliz día y decirles que el nene está bien. Lo que me partió el corazón oír que estaban a punto de devorarse un asado no tiene razón de ser.

Pero bueno, yo le entré a un almuerzo dominguero local pensando que aquel asunto de la pesadez era una exageración británica. Ahora me queda claro que esta gente no exagera. Y Tammy, la cardiocirujana experta en Favaloro, me aseguró que no me iba a morir por más que estuviera sintiendo la inminencia de un ataque.

Entonces tomé coraje y volví a la habitación a echarme. Y gracias, River, por facilitarme una buena digestión.

sábado, 20 de octubre de 2007

165. The formal dinner II

(Desde Oxford)
Continuación de The formal dinner I

A mí no me gusta el vino blanco. Le pregunté al mozo por un tinto, pero me dijo que sólo en la comida. Entonces salió un juguito. My friend Yao se me rió.

Un tipo con toga (presentó a la mina que estaba con él como "Mi compañera", así que...) nos empezó a hablar. Porque sí: según parece, la norma es ponerse a charlar con cualquiera.

Un plomazo, el hombre, un canoso a punto de abandonar sus 50, con la cara chupada y culos de botella en los ojos, camisa amarilla y corbata verdosa. Te tiraba preguntas sin aparente sentido y se mostraba desmedida, afectadamente interesado en tu respuesta. Sentí que ya le parecía suficiente con tener enfrente a un chino y a un argentino, dos personas exóticas que de hecho pudieran expresarse en inglés.

A mí, por ejemplo, a los 15 minutos me hizo la consulta obvia sobre el tango, mientras se etiquetaba como un conocedor entusiasta:

-Entonces -le dije- supongo que te gustará la voz de Ariel Ortega, El Burrito.

-Es uno de mis preferidos -dijo, sin dudar un segundo.

-¡Me imagino! La pasión con la que canta el tema Me cabalgué un bostero es admirable.

-Absolutamente.

-Pelotudo.

-¿Qué?

-No, que también Pelotudo es una gran canción.

-Ah, esa no me suena.

-Qué raro. Cuesta creer.


A las 8 o'clock apareció el warden, hizo sonar una campana y subimos al salón.

Las mesas estaban dispuestas en U. La luz tenue de los candelabros iluminaba los utensilios con el escudo del Green College.

A My friend Yao y a mí nos asignaron una punta. Todos los comensales se pararon detrás de su silla, como esperando algo.

Y justo enfrente nuestro se ubicaron el pelotudo de toga y su toga-compañera, que ni siquiera estaba buena. Me cago en la suerte. Le pedí discretamente a My friend Yao que me dejara de decir lucky, que ya ni daba. Su respuesta: Twentyyyyyy fiiiiive!

El warden dio un mensaje en latín (presumiblemente una oración de gracias, porque el pelotudo de toga al final tiró un Amén) y la gente se sentó. Al toque, el primer plato: una sopa de queso azul oxoniense y cebolla. Bueno. Pero seguía sin aparecer el tinto. Malo.

No sé qué pavada dijo el pelotudo de toga, pero le respondí que me disculpara, que para mí ese era un día de introspección y que mi religión recomendaba disfrutar de los alimentos en silencio, pensando en ellos, en la esencia de los alimentos como parte de la naturaleza en comunión con el organismo humano. My friend Yao me miró con cara de ¿Qué fumaste? pero el pelotudo de toga compró y eso era lo importante: sacármelo de encima.

Segundo plato: un pedazo de pescado (bacalao, creo) con una salsa muy maricona, de esas que ni te convocan a que mojes el pancito. Pobre My friend Yao, ahora se bancaba solo al pelotudo de toga, que de repente tenía una teoría sobre la apertura de la China al capitalismo. ¿Y el tinto? "No con pescado, señor. Ahora viene, con la carne", me dijo el mozo. Andá al carajo.

Tercer plato: cordero envuelto en panceta, con papas casi en puré y zanahoria. No te digo que el cordero todavía balaba, pero ¿cuál es el sentido de cortar la carne y que salte la sangre? En fin. Lo interesante fue que apareció el tinto. "Podés dejar la botella. Gracias", le dije al mozo que me sirvió media copa. "Eso no se hace, señor", contestó, y se fue. Andá al recarajo. Pensé: "Ahora lo cago: va a tener que servirme 78 veces". A los dos minutos lo llamé, vino, sirvió otra miserable media copa, volvió a irse. Pasó lo mismo un ratito después. A la cuarta, el mozo se acercó con las manos vacías. "Ya no hay más, señor, lo lamento." Ah, pero andá al recontracarajo.


Hubo postre (un tiramisú) y el warden dio por concluido el morfi, de nuevo en latín. Después, durante el café, me enrostró su sudafricanismo y me las tomé muy caliente al bar del college con My friend Yao, aunque sea por una revancha cervecera.

Que fue corta: estaba sólo el barman, un norteamericano que vino a hacer un posgrado en Ciencias Políticas al que desafié a jugar al metegol. "Sí, claro", dijo, se sacó el pulóver y elongó ambos brazos (?). Yo me hice sonar los dedos.

Dejé que convirtiera el primer gol, para ver qué onda. Y el chabón tuvo la imprudencia de gritármelo en la cara. Acto seguido, le pegué la paliza de su vida: 15 en fila, le encajé. Se ofendió un poco, porque yo ni siquiera decía Gol, nada, ni lo miraba, simplemente cumplía con la burocracia de hacerle uno tras otro y correr las bolitas del marcador. Al 15° gol por fin levanté la vista y le dije:

-Perdón. Debe ser mi día de suerte.

-Yes!!! My lucky Abel!!! -dijo My friend Yao, y se cagó de risa.

-Sí, claro -dijo el yanqui. Tenía la cara convenientemente rojo-furia.


Estuve mal, lo sé. Pero necesitaba desquitarme. Porque, en serio, ¿qué clase de cena es una que cuesta 150 mangos y no podés escabiar ni una botella de vino?

Una cena de mierda, claramente. The formal dinner.

viernes, 19 de octubre de 2007

164. The formal dinner I

(Desde Oxford)

My friend Yao se la pasó todo el camino hasta el Green College gritando:

-Twentyyyyyy fiiiiiiiive!!!

Ocasionalmente agregaba: Crazy, crazy!

-Tenemos que hacer valer lo que nos cobran por esta cena formal, my friend Yao -le decía yo.

-Yes. My lucky Abel.

-Tenemos que emborracharnos.

-Yes. Twentyyyyy fiiiiiiive!!! -repetía el chino, se golpeaba la frente con la mano derecha, se moría de la risa.

-Sí, por eso: hay que emborracharse.

-Yes. And girls!

-Primero el vino, después las mujeres.

-Twentyyyyyyy fiiiiiiive!!!


La cena era a las 20 en el primer piso del observatorio Radcliffe. A partir de las 19:30, en un salón de la planta baja, se juntaban los comensales a tomar vino blanco o jugo de naranja, y a conocerse.

My friend Yao se abalanzó sobre la mesa, cazó una copa llena, se la bajó de un saque, agarró otra, se dio vuelta, me miró, la alzó y en una carcajada dijo:

-Twentyyyyyyy fiiiiiiive!!! Wine!!! Girls!!! My luckyyyyyy Abel!!!

Después, en un susurro alcoholizado me contó que por las 25 libras que nos iba a costar la cena, en China podés hacer una fiesta para diez personas.

-¿Con o sin gatos? -le pregunté.

-What? -dijo, y empinó de nuevo-. Twentyyyyyyy fiiiiiive!!!

Tenía pinta de ser una laaaaaaarga noche.


(Continuará.)

jueves, 18 de octubre de 2007

163. SMS para Henry y Sophie


Dos de las personas más queribles que conocí en estos últimos tiempos cumplen años el mismo día: hoy. Así que desde acá, ahora mismo, alzo una copa con el Cabernet Sauvignon que sobrevivió (bastante) a los aviones y les deseo, Sophie y Henry, el mejor festejo posible. Besos y abrazos.

162. Aprendé a seeeeeer/ formal y cortéeees

(Desde Oxford)

Resulta que todos los fellows de Reuters nos anotamos la semana pasada para la cena formal de esta noche en el Green College.

Pero anteayer martes la canadiense-china Joyce Hor-Chung Lau, que trabaja en Hong Kong para el International Herald Tribune, descubrió que la jodita costaba 25 libras (más de 150 pesos) y ella y la rusa Maria Semenova se borraron.

Joyce mandó un correo para avisar al resto del grupo, que siguió el mismo camino: por los tirantes.

Como todavía no tengo celular, el miércoles temprano le rogué a Tori, la asistente administrativa del Instituto Reuters, que llamara al college para cancelar mi reserva. Y le dijeron que ya era tarde, que sólo se podía anular hasta las 10 del día de la cena.

Al mediodía fui al Green por un seminario titulado "¿Qué es el periodismo en la era de la innovación?", del que justo me tocaba hacer el reporte oficial y estaba a cargo del mismísimo capo de Reuters, David Schlesinger. Y antes de entrar en el salón hablé con el portero para cancelar la reserva y me dijo: "Imposible. Lo lamento".

Algo andaba mal: en principio yo sabía que la cena era el jueves. Por lo tanto, técnicamente podía cancelar porque era miércoles. Estaba demasiado confuso.

Tori me recomendó preguntarle a Richard Danbury, mi compañero de la BBC. Me contestó: "Ni idea. ¿Por qué no consultás con Trevor?". Trevor es el consejero del instituto. Me dijo: "No sé. ¿Y si le preguntás a Richard?". Así, telefonodescompuestamente, se pasó el día y yo puteando mucho por las 25 libras que me iba a costar un morfi. Me daba vueltas por la cabeza que al llegar había gastado casi 32 libras en el supermercado, y todavía me quedan cosas...


Uno de los últimos libros que leí es Todas las almas, del español Javier Marías. Él pasó un par de años en Oxford y de esa experiencia surgió la novela. En uno de los capítulos me habla: "Son cenas de etiqueta (oxoniense), y para los miembros de la congregación es obligatorio asistir a ellas con la toga puesta".


Pensé que era el único boludo del grupo que no había cancelado la reserva, pero me enteré hace un rato de que hay otro: el chino Yao Wang, un tipo que escupe simpáticamente un inglés cavernícola y se ríe de todo como quien no entiende nada y es miembro del Partido Comunista y ganó un premio como periodista-héroe-nacional por su cobertura de la epidemia de SARS y tiene un blog personal que me encantaría poder leer como las ¡¡200.000!! personas que lo visitan cada día.

Yo le digo My friend Yao y él me responde, siempre, riendo, My lucky Abel. Esta tarde, cuando estábamos arreglando por el MSN para encontrarnos antes de la maldita cena, le pregunté otra vez por qué carajo me decía lucky: "No creo en la suerte y no creo que tenga mucha", le dije. Me contestó: My lucky Abel. Funny for me. Hahahahaha!

Algún día espero entender a my friend Yao.


Hoy pasé por el instituto (no sé por qué: quizá esperando una salvación mágica que nunca llegó) y ya que estaba le pregunté a Tori si en la cena habría canilla libre:

-Sí, supongo que sí -me dijo-. Deberían.

Y yo, con mis refinados modales bahienses, exaltados por la bronca, le tiré:

-Con lo que cobran, deberían incluir hasta una puta.


Entonces, la situación a las 18:30 de este jueves es esta: en media hora me pongo el saco y la corbata y voy a una comida etiquetísimamente British con my friend Yao.

No me va a quedar otra que emborracharme para pasar el mal trago.

Aunque Marías me da una esperanza: "En principio [las cenas] son también muy formales, pero su larguísima duración permite la aparición y desarrollo de un grave deterioro en los modales, vocabulario, dicción, fluidez expositiva, compostura, sobriedad, atuendo, comedimiento y general comportamiento de los comensales".

Reformulo la estrategia:

1) quedarse un rato en el molde para no desentonar,
2) sumarse galopando al grave deterioro general y
3) examinar tanta toga suelta para ver si se puede atrapar algún toga de costumbres elásticas.

161. Confesión de parte


"Quizá [en el reclamo de un millón de kilómetros cuadrados de la Antártida] podamos estar en nuestro estricto derecho legal. Pero la moralidad de todas estas afirmaciones de soberanía nacional en partes del planeta que hace mucho tiempo fueron declaradas herencia común para toda la humanidad es repugnante y vergonzosa."

Así termina el editorial principal de hoy del diario The Guardian. Se titula "Imperialismo helado".

miércoles, 17 de octubre de 2007

160. SMS N° 29


El cantante de Radiohead Thom Yorke vive acá en Oxford, en una casa alucinante (como casi todas) a metros del Parque Universitario y a cinco cuadras de donde paro yo, que acabo de bajarme el último disco de la banda, llamado In Rainbows (En arcoiris), desde la página que habilitaron especialmente para gambetear a las distribuidoras tradicionales. Pesa 44 megas. Y cuesta... lo que a vos te parezca. En serio. Yo no pagué un peso; apenas tuve que ingresar unos datos. Entre ellos, mi dirección: así que Thom, cualquier cosita ya sabés dónde encontrarme.



[Ah: el disco está buenísimo. Y el tema All I Need es 100% M. Decime si no.]

159. ¿Por qué no reclaman ESTA?

(Desde Oxford)

En septiembre la prensa local filtró que el Reino Unido quería extender sus derechos en las islas Malvinas y Georgias del Sur.

Hoy salió que va a reclamar en la ONU alrededor de un millón de kilómetros cuadrados de la Antártida para acceder a más gas, petróleo y minerales.

¿Adivinen qué territorio consideran propio?

Exactamente: todo el nuestro, y un poquito más.

La noticia se publicó hoy en The Guardian y en The Daily Telegraph. Fíjense este gráfico del primer diario. Y acá, el autor del artículo concede que el pedido británico es "un poquito raro" porque en 1959 firmó el Tratado Antártico, que expresamente prohibió futuros reclamos, pero también aclara que "otros países ya han hecho lo mismo".

Como otros países ya han hecho lo mismo, yo le reclamo a la ONU la efectiva eliminación de la piratería. Once and for all.

martes, 16 de octubre de 2007

158. París: perfección pisoteada por Pumas

(Desde Oxford)

Pensar que mi proyección de un domingo ideal era pasarlo en lo de Nico, mirando a Los Pumas a los gritos con otros argentinos...

Cuando me levanté el sábado, sin embargo, tenía un correo de Henry: me avisaba que había comprado un par de entradas y que podíamos alquilar un auto para ir a París. ¡Glorioso!

Pero justo antes de salir de Oxford, recibí otro correo suyo: me decía que era un quilombo alquilar el auto y que había arreglado con un amigo (que tiene auto) para ir a París. ¡Penoso!


Afortunadamente Francia quedó fuera del Mundial. Vimos el partido contra Inglaterra con los dos Nico en un típico pub y ayudamos a alcanzar la asombrosa cifra de 33 millones de pintas de cerveza que se tragaron en este país el sábado. Lo más importante del resultado deportivo fue que los franceses que tenían entradas ahora no tenían ni ganas de levantarse a desayunar. Así que si conseguía una, todavía estaba en carrera para ir.

En eBay había. Caras, pero había. Y además, repito, TODO es caro acá. Gracias a Sophie, que habla excelente francés, terminé comprando dos por 120 euros: el moro que atendió en París no quería vender de a una. Pensé: OK, reviento la otra en reventa y el viaje me sale free.

Y después le pedí a Hernán que me las fuera a buscar. Tuve que dejarle un mensaje: capaz que lo agarraba despierto un domingo a las 8.30, sí.


Me dolió que Nico no pudiera venir por falta de pasaporte, ya que el gobierno británico se lo retiene durante seis meses para tramitar su permiso de residencia. "Estoy preso en Inglaterra", dice, y se lo toma como es él: con buena onda.

Con Henry me encontré en la estación Charing Cross tipo 9.40 y trepamos en un tren con rumbo sur. En el condado de Kent nos esperaba Leo, el argentino con auto.


Leo es Leonardo J. Raznovich, 36 años, doctor en Derecho por Oxford, con un máster en Harvard, ex Nacional Buenos Aires y UBA. Lo que no dicen claramente semejantes pergaminos es que Leo es un capo total.

Nos fue a buscar a la estación en un Seat Ibiza amarillo chillón con James, su pareja, un inglés que tras hacer el doctorado en Bioquímica decidió convertirse en abogado. Los dos viven juntos en una región símil-campiña, en una casa de tres pisos cuidadosamente decorada, con un jardín donde hay una laguna y una parrilla y donde ellos dos se armaron un sauna y un gimnasio.

Alicia, la mamá de Leo, se mandó unas riquísimas milanesas de pavo. James se ocupó de una ensalada variada, como de diez vegetales. Y Leo hizo un jugo de peras y zanahorias, más unos sándwiches de jamón y queso para el viaje. Con Henry nos encargamos de poner/levantar la mesa. Y después, a la ruta.


El Eurotúnel es una obra impresionante que une Inglaterra y Francia por el Canal de la Mancha, a unos 40 metros de profundidad: mide 50 kilómetros, 39 de los cuales son submarinos. Costó unos 16.000 millones de euros. En 1994 cortaron las cintas la Reina Isabel II y el presidente François Mitterrand.

En más o menos 35 minutos, el tren hace el trayecto entre la francesa Calais (una ciudad arrasada en la Segunda Guerra Mundial, una ciudad donde Napoleón preparó la invasión fallida a Gran Bretaña de 1805), y la inglesa Folkestone (donde a fines del siglo XVI nació William Harvey, el descubridor de la circulación de la sangre, y donde vivieron, por ejemplo, los escritores Charles Dickens y H.G. Wells).

Ajenos por completo a estas minucias histórico-ingenieriles, en el auto amarillo chillón mientras sonaba REM nosotros tres impúdicamente discutíamos asuntos de alta importancia como la patada de Juan Martín Hernández o la posibilidad de cenar en París antes de pegar la vuelta.


A la altura del aeropuerto Charles De Gaulle un avión de British Airways aterrizó literalmente sobre nuestras cabezas, en una pista construida encima de la ruta A1. Mon Dieu! Y nos agarró un congestionamiento del carajo, gracias a que los parisinos pueden tomarse el finde y se las toman.

Quedaba una hora para el comienzo del partido cuando llegamos al estadio. Mientras Henry y Leo buscaban dónde estacionar, yo me bajé para encontrarme con Hernán y las entradas. Él estaba con un par de amigos argentinos y se tuvo que ir rápido porque cubría el juego para Télam, así que una pena fue: un abrazo, un gracias y un hasta la próxima.

Cada una de mis dos entradas valía, oficialmente, 265 euros. Y yo había pagado 120 por ambas. O sea que si podía encajar una al precio original, era Gardel cantando hip hop cada día mejor. La joda fue que cerca mío había gente vendiendo a 30 euros... y que no tenía mucho tiempo. Al final, me salvó de indigestarme un amigo de un amigo de Hernán: al menos igualó lo que me había costado. Léase: esto sobre gente desesperada que zampó Clarín, ni ahí.




Henry (izquierda, en la foto) y Leo tenían asientos en el sector Y. El mío estaba en el R: era en la bandeja del medio, en diagonal al ingoal que atacó -mejor dicho, quiso atacar- la Argentina en el nefasto primer tiempo, lapso en el que cometimos todos los errores que no habíamos cometido en el resto del torneo...

Entré justito cuando los equipos se formaban para cantar los himnos. Me estaba sentando cuando sonó el celular, atendí y escuché la voz de Andrés, que en vivo desde Bahía Blanca me gritaba el aguante a Los Pumas. Carajo.

En 10 metros a la redonda no había un solo argentino, lo que le confirió a mi alarido O juremos con gloria morir un toque atolondrado, otro chavesco del ocho, uno más conmovedor por visceral.


En una de mis tantas puteadas por tanto error de manejo, por tanto line entregado, por tanta ventaja contra un equipo que te las cobra todas, miré hacia la derecha. ¿Viste cuando paneás aleatoriamente y de golpe volvés la vista a un punto que ya pasaste porque reconociste algo? Así, tal cual. A la altura de mi butaca, a unas filas de distancia, parado, ya disfónico, agarrándose la cabeza, estaba Bernardo Stortoni, el Puma bahiense que quedó fuera de la selección en el último corte.

El segundo tiempo lo sufrí con Bere: vibrando con el descuento rápido de Manuel Contepomi, lamentando que poco después Nani Corleto se cortara solo en un penal que re-daba para patear y seguir podando la diferencia, queriendo que nos tragara la tierra cuando el intragable Bryan Habana volaba otra vez de cabeza al try asesino.

Al despedirnos, la promesa de que en cuanto pueda me voy a dar una vuelta por Escocia para verlo jugar y conocer Glasgow y Edimburgo.


Sólo me voy a dedicar a enumerar lo que fue el regreso, porque si doy detalles me canso y amargo de nuevo: tres horas de auto hasta Calais (charla deliciosa con Leo, así que todo bien), un par de espera hasta que a las 4 salió el tren, una más hasta Folkestone, otras dos de manejo hasta la estación del ferrocarril que va a Londres (estas las torré), media horita en el andén, una entera hasta la capital, subte hasta lo de Nico, caminata hasta Marble Arch, casi tres horas de micro hasta Oxford.

Ah, pero la siesta que pegué fue algo descomunal.

lunes, 15 de octubre de 2007

157. SMS N° 28


Sé que me colgué un par de días. Disculpas del caso. El caso es que mandé para Londres el sábado, y terminé el domingo en el Stade de France viendo a Los Pumas. Mañana cuento, porque ahora es lunes y no me da. Ni cabeza ni cuerpo. Llegué a Oxford hace un rato y necesito dormirrrrrrrrrrr. By the way: en mi ausencia, las visitas a este blog superaron la barrera de las 10.000. Gracias a todos.

viernes, 12 de octubre de 2007

156. SMS N° 27


Días de mucha actividad protocolar, estos. Tampoco la pavada. Pero mucha. La verdad es que estoy bastante quemado. Los parques de la Universidad de Oxford son suculentos. La señorita K se re-porta. Mis compañeros de emociones son periodistas talentosos y copados. Ya veo que me tengo que comprar una bici, nomás. Mañana me voy a Londres. ¿Y si se da lo de París? Cara saldría. Stop.

miércoles, 10 de octubre de 2007

155. Lo invitás a un asado y te lo escupe

(Desde Oxford)

-No, no. Oiga: yo no le interrumpí su perorata, y créame que resultó difícil de seguir. Ahora, por favor, déjeme terminar.

El señor de la foto se llama Ilan Pappé, es israelí por nacimiento y es antiisraelí por convencimiento. Doctor en Historia graduado en Oxford, acaba de dejar la Universidad de Haifa para instalarse en la británica de Exeter, y hoy inauguró el ciclo de seminarios del Instituto Reuters con una charla bravísima titulada "El perro guardián autocensurado: los medios israelíes y el conflicto palestino".

Pappé es claramente un provocador. Un polemista doctorado y profesional. Pero de esos que parecen sólidos, de esos que te derriban con los elementos contundentes denominados argumentos.

No le paró el carro con la frase de arriba a un estudiante novato: se la zampó, muy tranquilo, a John Lloyd, el director de Periodismo del Instituto Reuters, o sea al anfitrión, porque había atacado su visión de que los medios israelíes son funcionales ("y por inercia", sin que nadie se los pida o exija) al discurso propagandístico del Estado de Israel que, con ayuda de los Estados Unidos, quiere hacerle creer al mundo que se trata de una nación civilizada, cuando en realidad se trata de un régimen violento que inició por la fuerza el conflicto en la región.

Así habló Pappé, un tipo que al principio de su exposición comparó al pasar esa actitud de enrolamiento voluntario de la prensa de su país con la que tuvo la británica durante la guerra de Malvinas, y después me amplió: "Los medios no necesitaron que los censuraran: no esperaron, y se censuraron ellos mismos. Y con la pérdida del espíritu crítico también perdieron su esencia y su dignidad profesional".

martes, 9 de octubre de 2007

154. Sin tutor y contusión

(Desde Oxford)

Sigo sin tutor para desarrollar mi proyecto. Esta tarde tuvimos la reunión con la directora del Instituto Reuters, Sarmila Bose, y el consejero Trevor Mostyn: a ambos les encanta mi propuesta (o al menos eso dicen: Really really interesting), pero no aciertan a ubicar quién podrá guiarme.

Ocurre que, como ya conté acá, uno de los ejes hace foco en la transformación del relato periodístico, obligada por Internet.

Primer problema: es algo que está en proceso, todavía.
Segundo problema: la Universidad de Oxford no tiene departamento de Periodismo o Comunicación.
Tercer problema: el Instituto de Internet es grosso, pero se ocupa de analizar a la red como fenómeno.
Cuarto problema: la facultad de Letras no tiene previsto en este período (que se llama Michaelmas) ningún curso siquiera relacionado con la no-ficción o la narrativa periodística.

Así que por ahora estoy en banda ancha.


Cuando terminó la reunión, Trevor me invitó al Centro de Estudios Latinoamericanos. La idea era tomar vino y charlar (possibly en español) con algunos especialistas de la casa. Entramos, y justo había empezado una clase. Había como 50 oyentes sentados alrededor de una mesa rectangular, de cuya cabecera salía la voz de una mujer que hablaba un inglés con acento chicano.

De pronto, un tipo con toga negra me tomó del brazo y me condujo exactamente al lado de la mujer que hablaba un inglés con acento chicano. Ella era Mónica Serrano, una experta en narcotráfico que durante una hora y media brindó una apasionante conferencia sobre la droga en México. Una pena que no la pude grabar... con lo que me interesa el tema.

El tipo con toga negra se concentró TANTO que, para mí, en un tiro se quedó envidiablemente dormido. Sin embargo, al momento de las preguntas y respuestas levantó la mano y dio unos consejos para que México lidie con los estupefacientes como se debe. Elocuente, ampuloso, divertido como un borracho. Fue a tal punto graciosa la escena que el pibe que estaba a su derecha tuvo que taparse la cara y probablemente pensar en un papelón sexual para no desmoronarse de la risa. Yo también. Y no fuimos los únicos.

Igual, ni el vino ayudó a bajar el caramelito que me tuve que morfar.

153. Tackleado de los pelos


En The Guardian de hoy, el columnista deportivo Richard Williams dice que si "las cosas hubieran sido diferentes, uno de los asientos de prensa en el Stade de France el último domingo podría haber sido ocupado por un periodista argentino de 79 años cuya carrera en el rugby fue detenida por el asma".

El texto se titula "El espíritu del Che Guevara está presente en la revolución del rugby argentino". Y todo porque hoy se cumplen 40 años de la muerte del líder guerrillero.

Y si las cosas hubieran sido diferentes también habría algunos muertos menos y el mundo podría ser todavía más injusto y Cuba sería una isla turística norteamericana y esa remera no se vendería tanto y esto que escribí hace tres años no tendría demasiado sentido y no llovería en Oxford como llueve.

lunes, 8 de octubre de 2007

152. No me pisés el césped

(Desde Oxford)

Sophie me dijo que conocía a una argentina que estudia acá. Le pasó mi correo, me escribió (se llama Jimena), charlamos por Skype y nos pusimos de acuerdo para encontrarnos en el centro, tomar unas birras, ver el partido de Los Pumas contra Escocia y decirnos boludo y boluda un poco, para no extrañar tanto.

Entonces tan pronto terminó River-Boca me fui (extasiado por semejante paliza) hasta el McDonald's de la peatonal. Como Jime no había llegado, me puse a buscar un pub donde aceptaran tarjeta de crédito porque andaba sin una moneda.

Entramos justo después del try de Longo, y había bastante silencio y demasiada gente. Pero vi que había una mesa libre al ladito de la pantalla gigante. De una silla colgaba un pulóver, pero el enjambre de rubios que escabiaban alrededor me aseguró que el resto estaba libre.

Nos acomodamos, pelé temeraria camiseta argentina y quisimos pedir algo de comer, pero la cocina había cerrado. En fin: ella, sidra y yo, cerveza.

-¡Argentinos! -dijo un argentino, y se sentó donde colgaba el pulóver. Justo. Así que éramos tres aguantando los trapos, gritando con huevo, agitando la victoria en medio de 150 británicos de caballerosidad borracha. Qué lindo.

Jime tiene 32, es socióloga, labura en una agencia multinacional de medios y se vino a hacer un posgrado en Innovación. Luis, el pibe del pulóver, acaba de cumplir 28, recién arranca su maestría en Administración de Negocios (MBA) y resulta que es hijo del abogado, periodista y escritor José Ignacio García Hamilton.

* * *

Hoy todos los fellows fuimos a conocer al director del colegio de graduados al que pertenecemos, el Green College de la Universidad de Oxford, y también tuvimos que presentarnos. Como yo estaba a la izquierda del hombre, y se le ocurrió empezar la ronda por su derecha, quedé último.

Cuando le tocó al colega georgiano, que se llama Revaz Sakevarishvili y se pronuncia como se pueda, el director le recordó que su equipo nacional tuvo un paso efímero por el Mundial de Rugby Francia 2007. (Yo lo había jodido con lo mismo la primera vez que me lo crucé, pero a Revaz el rugby le importa tres pitos: dijo yes, yes y sonrió.)

-Yo soy Abel, de Argentina -dije a mi turno-, y mi equipo sí anda muy bien en el Mundial.

Mis compañeros soltaron la carcajada porque ya saben que me encanta exacerbar el orgullo nacional: la argentinidad al palo.

-¡Maravilloso! -me contestó el director-. Deberíamos ver el próximo partido juntos.

Después de pensar cualquiera, recordé que en su presentación había dicho algo de Sudáfrica. Que había vivido en Sudáfrica. Que, de hecho, era sudafricano: se trataba de Colin Bundy, uno de los principales especialistas en ese país, doctor of course, fanático del rugby, un "caballero de la vieja escuela" según lo etiquetó el diario inglés The Guardian.

Bundy nos describió lo particular que es la universidad, con sus 39 colleges independientes. Y nos contó que en el Green College se conserva el más antiguo registro de temperatura, ininterrumpidamente desde fines del siglo XVIII.

También nos mostró una foto de sus épocas de estudiante acá. Ubiqué en su promoción a Bill Clinton, y por joder le pregunté si el presidente norteamericano había terminado sus estudios: "No. Hizo cuatro de cinco períodos". Peor estuvo Richard Danbury, el de la BBC, que le tiró: "¿Y es cierto que aspiraba?". El que ríe otorga, así que Bill, querido, además de tener feo gusto con las pasantes, me queda claro que te la tomabas toda. Igual te re-banco. ¿A cuánto el mogra?

Tras la reunión visitamos el majestuoso observatorio Radcliffe, que funcionó como tal 160 años a partir de 1773 y desde cuya cúpula se obtienen unas impresionantes vistas de la ciudad. Por una de las ventanas lo vi a Bundy dirigirse a su despacho (¡¡¡horror!!!, eso no se hace mister warden) pisando el césped inmaculado, ideal para un picadito. A mi lado estaba Meera Selva, del diario The Independent. Ella también lo vio. "Acabo de decidir -le dije- que voy a ser warden, así puedo jugar al fútbol en esos jardines con mis amigos."

Almorzamos en el college con el director Bundy, tomamos café y a otra cosa. Me hice el boludo. Yo quiero ir a Londres a ver el partido de Los Pumas con Nico y Henry.

151. Shhhhhhhhhhhhhh...


domingo, 7 de octubre de 2007

150. Tukulito Sakayama




Computadora portátil..................................... £ 500.


Alojamiento con Internet incluido................. £ 350.


Ver desde tu pieza en Oxford por un canal de Shangai con relatos en chino cómo River lo caga a pelotazos a Boca


no tiene precio.




sábado, 6 de octubre de 2007

149. El día que todo empezó

(Desde Oxford)

Lo sentí como aquel primer día de colegio, ¿te acordás?

No sabía nada de mis compañeros: ni siquiera cuántos, o de dónde eran.

Fui, qué raro, el último en llegar al edificio del Reuters Institute, en 13 Norham Gardens, muy cerca del gigantesco, hermoso Parque Universitario.

Como era medio tarde (pasadas las 10.30, y no es mito que acá se cumplen los horarios) no pude saludar a nadie y me guiaron a la sala de reuniones, donde la directora del instituto, Sarmila Bose, hizo una introducción sobre el programa.

Después tuvimos que presentarnos, y supe que éramos nueve y que éramos: un inglés de la BBC, una británico-paquistaní de The Independent, un norteamericano de The Washington Post, una rusa, un georgiano, una india, un chino, una canadiense-japonesa y yo, 100% bahiense-argentino. (Realmente, fue un orgullo sacarse la foto con la bandera celeste y blanca.)



Cuando la formalidad terminó (lo cual, en este país, es sólo un decir: casi como una expresión de deseo) el consejero Trevor Mostyn nos llevó a almorzar a un exclusivo club llamado QI. Entrada: verduras y cordero crudo (puaj). Plato principal: cerdo y un vegetal inenarrable. Menos mal que el tinto sumó.

Cafecito, y a recorrer el centro histórico de Oxford con Trevor, que claramente se las sabe todas. Flash total en el Merton College y en Christ Church, y en el hall donde filmaron Harry Potter.

Para cerrar las actividades oficiales, a media tarde fuimos a una taberna con más años que todos los países sudamericanos juntos: una delicia de lugar, de esos en los que podrías quedarte a vivir si fueras un borracho con onda.

En el pub el grupo se fue desintegrando de a poco, hasta que quedamos sólo tres. Hicimos hamburguesas y arrancamos para otros wines. Me dormí tipo 5 (eso acá es una mayúscula exageración) y ahora tengo una lija desproporcionada. Y la cabeza me pide tiempo muerto. Pero no sé por qué. Si hoy es sábado.

jueves, 4 de octubre de 2007

148. Comer para vivir y no...

(Desde Oxford)

Una vez que ayer saqué las cosas de las valijas y más o menos ordené, la verdad es que no tenía demasiadas ganas de arrancar. Estaba cansado, y encima perdió River. Así que sólo abandoné la piecita para fumar algún pucho, porque si osás echar humo dentro de cualquier lugar cerrado le suena una alarma hasta a Gordon Brown.

O sea que ni fui a comprar comida: me arreglé con un tardío desayuno de bienvenida, un par de barras de chocolate y una sopa de sobrecito, y mandé al sobre a la medianoche.

Por eso hoy pude madrugar tipo 9. Tomé un café, me puse al día con los correos, me pegué una ducha y salí al supermercado bajo un extraño sol matinal.


Lista de compras


1) Dos pizzas de pepperoni marca Italian de 330 gramos cada una, hechas en Alemania.
Precio individual: 2,65 libras.
Descuento por cantidad: £ 1,30.


2) Dos botellas de yogur marca Yop de 750 gramos cada una, hechas en Francia.
Precio individual: £ 1,59.
Descuento por cantidad: £ 1,59.


3) Seis huevos orgánicos, marrones, talla medium, marca Co-operative, producidos en el Reino Unido.
Precio: £ 1,59.


4) Una ensalada griega (lechuga, tomates cherry, cebolla roja, queso, aceitunas negras y aderezo a base de orégano), 350 gramos, marca Co-operative, producida en el Reino Unido.
Precio normal: £ 1,99.
Precio reducido por venta rápida: £ 1.
(Esto es: como vence hoy, en lugar de cambiarle la fecha y/o ponerlo atrás en la góndola porque siempre hay un boludo que cae, le bajan el precio.)

5) Dos cajas de jabón/suavizante 2 en 1, en 10 bolsitas de 45 gramos cada una, marca Ariel, hechas en el Reino Unido.
Precio individual: £ 2,85.
Descuento por cantidad: £ 1,70.


6) Una botella de dos litros de limonada, marca Co-operative, producida en el Reino Unido.
Precio: £ 0,59.


7) Un trozo de 352 gramos de queso Gouda holandés, hecho en el Reino Unido.
Precio: £ 2.


8) Un trozo de 272 gramos de queso cheddar marca Co-operative, hecho en el Reino Unido.
Precio: £ 1,36.


9) Dos bandejas de jamón crudo danés (una ahumada y la otra normal) de 250 gramos cada una, marca Co-operative, curado en la Unión Europea y envasado en el Reino Unido.
Precio individual: £ 2,09.
Descuento por cantidad: £ 0,68.


10) Una bandeja de pepperoni de 100 gramos, marca Continental Selection, producido en Dinamarca y envasado en Bélgica.
Precio: £ 1,29.


11) Un paquete de fideos macaroni de 500 gramos, marca Co-operative, hecho en Italia.
Precio: £ 0,59.


12) Una bandeja de comida india (cuatro bhajis de vegetales, cuatro bhajis de cebolla, cuatro samosas de vegetales), 270 gramos en total, marca Co-operative, hecha en el Reino Unido.
Precio: £ 1,99.


13) Dos filetes de bacalao de Alaska marinados, 300 gramos en total, marca Young's, envasados en el Reino Unido.
Precio normal: £ 3,39.
Descuento mitad de precio:£ 1,69.


14) Cinco baguettes medianas, marca Cuisine de France, hechas en el Reino Unido.
Precio: £ 0,99.


15) Un paquete de azúcar de 500 gramos, marca Co-operative, producido en Malawi y envasado en el Reino Unido.
Precio: £ 0,50.


16) Una bandeja de comida lista para microondas, algo parecida al pastel de papas, 300 gramos, marca Co-operative, producida en el Reino Unido.
Precio: £ 0,99.


17) Un pote de ensalada de pasta, queso, pimiento rojo, zanahoria, cebolla y mayonesa, 250 gramos, marca Co-operative, hecho en el Reino Unido con productos italianos, franceses, irlandeses e ingleses.
Precio: £1,19.


18) Un pote de ensalada de papa, cebolla y mayonesa, 375 gramos, marca Co-operative, hecho en el Reino Unido.
Precio: £ 1,49.


19) Una ensalada de varias verduras imposibles de reconocer excepto la zanahoria (para vos, French Fries), 200 gramos, marca Co-operative, producida en el Reino Unido.
Precio: £ 0,99.


20) Un pan lactal de rodajas gruesas, 800 gramos, marca Co-operative, hecho en el Reino Unido.
Precio: £ 0,59.



Totales

24 productos,
31,93 libras,
o sea...
208 pesos argentinos



Al mediodía le entré a la ensalada griega y me hice un par de baguettes: una con queso cheddar y jamón crudo ahumado y la otra con pepperoni y el queso holandés.


Observaciones

* Todos los que me conocen saben que aunque llevo casi la mitad de mi vida viviendo solo (excepto el período en el que estuve con mis abuelos paternos), no sé cocinar ni me interesa aprender: me parece una flagrante pérdida de tiempo. Pero de hambre no me voy a morir.

* Como todo acá, los supermercados son tan ordenaditos que casi invitan al vandalismo.

* ¿Vio, La Tipa, que como pasto? Más me gustarían sus ravioles amasados a mano en la mesada de mármol de su cocina, pero...

* Sí, la marca Co-operative es como Great Value o Primer Precio. Y de hecho se la podría calificar de comida.

* No, no soy tan rata como parece. Créanme. Por favor.

* Y no, tampoco tengo puta idea de qué son ni los bhajis ni las samosas, pero parecían sabrosas.

* A mis amigos les aclaro que sigo siendo el mismo pese a que compré un par de verduritas y yogur. Estoy sobreviviendo como puedo, no sean hijos de puta.

* Vieja, anoche soñé que me morfaba una de tus tortillas. Cuando me desperté, la almohada estaba toda babeada. EWWWW!

* Mi reino unido por asado de tira. (La Argentina me despidió con una injusta ironía: a Nico Wiñazki se le ocurrió que la despedida debía ser con carne a morir, y fuimos con Pablo y Álex a Gardelito, la parrilla piola de Palermo donde conocí a Henry en mayo. Bueno: cuestión que viene el mozo, elegimos un buen Cabernet y nos pregunta: "¿Y para comer?". Le digo: "Asado de tira. Mucho". Y responde: "No me queda. Nada". La puta que te parió.)

* Francés, ¡mandame los ticket canasta! Y más plata, ya que estamos. Me la re-merezco, vos sabés. Y no exagero. Para nada.

147. Vos la pedís, vos la tenés


[Banquito verde donde uno
puede tomar grandes decisiones,
Jardín de las Tullerías,
París, Francia,
29 de septiembre de 2007.]

miércoles, 3 de octubre de 2007

146. SMS N° 25 y 26

(Desde Oxford)

Ayer martes, antes de dejar París, almorcé y recorrí sitios off con Arnaud Lecomte, un periodista francés amigo que escribe para L'Equipe. Lo conocí en el Mundial de Indianápolis 2002 y lo llamo, con razones, French Eagle. Él se reconoce como un legítimo bo-bo: una categoría muy francesa para definir a quien es, a la vez, burgués y bohemio (bourgeois-bohème). El tipo tiene 42, pelado picarón mirada celeste, sale con una de 26, gana bien y dice que labura unos siete meses por año. Un fenómeno.


Bajé en Londres tipo 23 de anoche, contento por haber exprimido esos días libres que tuve en Oxford, donde estoy ahora. Llegué hace un ratito. Henry, ¡caaaaapo!, me dio una mano con los 60 kilos de equipaje hasta tomar el micro rumbo a este lugar fascinante. Lo primero que hice fue configurar el acceso a Internet desde mi habitación, que por cierto queda en una hermosa mansión victoriana pero tiene dimensiones carcelarias. Ya conocí a una japonesa, un georgiano y una brasileña. Y me voy a desempacar de una vez.

lunes, 1 de octubre de 2007

145. Una cosa que empieza con P

(Desde Parìs)

-Por fin un periodista argentino en serio -me dijo este mediodìa la piba que controlaba el acceso Denon del Museo del Louvre. Y cuando me estaba por sentir bien, agregò-: Casi todos quieren pasar con credenciales falsas.

Y ni siquiera era la entrada por la que querìa entrar, porque en realidad me interesaba correr a ver de cerca la sonrisa de la Mona Lisa (Josè Luis tiene una parecida: esa sonrisa de alguien que sabe algo que todos los demàs desconocemos) y despuès refugiarme en Goya, si es que podìa atravesar vivo el omnipresente scrum de japoneses. [Ese paìs, Japòn, TIENE que estar vacìo. O se turnan para habitarlo. De otra manera, hay algo que no cierra.]

Cuando preguntè, me di cuenta de que me quedaba de paso echarle un ojo a la Venus de Milo y encarè a la escalera. Estuve a punto de chocarme con un tipo que bajaba. El tipo tirò la tìpica exclamaciòn de la sorpresa -la inspiraciòn ruidosa de quien se queda sin aire- y lo mirè, por las dudas.

Y era el papà de mi amigo Andrès.

A ver, a ver, a ver. Cada anio visitan el Louvre màs de siete millones de personas. Y hay muchas puertas, hay muchos horarios: hay muchas posibilidades de que aun habiendo arreglado con alguien para encontrarte abajo de tal cuadro a tal hora, te pierdas y/o llegues tarde.

Yo sabìa que los padres de Andrès (Enrique y Dolores) venìan a Europa y hasta les encajè unos cartones de Parliament para que me transportaran. Pero no tenìa idea de su itinerario.

Una guìa del museo nos sacò una foto, charlamos unos minutos sobre lo bien que lo estàbamos pasando en la luminosa Pagggì Pagggì y quedamos en juntarnos maniana a las 12.30 en Notre-Dame. Me quedan puchos, pero necesito ese refuerzo para los meses siguientes: en Inglaterra un atado cuesta casi 40 pesos argentinos...


Y ahora, damas y caballeros, algunas pastillas para un ràpido update:

§ El jueves, despuès de visitar a Morrison, me encontrè en la Bastilla con Hernàn Campaniello, colega con mucha onda que se mudò a Parìs hace cuatro anios e hijo del Campa, una leyenda del periodismo basquetbolìstico desde la agencia Tèlam. Apenas un par de birras: èl tenìa un concierto y yo me puse a cantar The land of the free and the home of the brave.

§ Del viernes no sè si quiero recordar mucho.

§ Del sàbado no creo que pueda recordar mucho. Voy a intentar. La primera parte es fàcil: al mediodìa llegò Henry de Londres para el partido de Los Pumas y salimos a caminar por ahì. Caminar por ahì significò reventarnos los pies hasta que maso a las 21 nos encontramos con Hernàn cerca de la Torre Eiffel, y fuimos los tres al recital que daba Manu Chao en Radio France, que es como la BBC local. Era gratis, y Hernàn labura en el servicio latinoamericano de la radio, pero no nos dejaban pasar. Hubo que apelar, otra vez, a la làstima exitosa. Grosso, Manu. Delirio y menciòn cuando vio la camiseta argentina que le mostramos.

Ahora viene la segunda parte de ese sàbado y no puedo secar las lagunas: con dos companieros de Hernàn, un franco-espaniol llamado Roberto y un franco-mejicano de nombre Fred, arrancamos para una fiesta de cumpleanios de un tal Hugo, franco-peruano, en las afueras de Parìs, franco-parlante. En un momento ìbamos en el auto de Roberto por una autopista escuchando Calle 13 (?) y atrèvete-te-te-te-te-te y mi memoria piffffffffffffffff, se hace humo. Francamente. Fue una fiesta del carajo, segùn dicen. Me parece que oui.

§ El domingo volvimos con Henry para la zona de la torre asì nos encontràbamos con un amigo de èl que llegaba de Londres con tres irlandeses: habìa que hacerle el aguante. Parìs, no exagero, era la nariz de un dios severamente resfriado de tan verde que la habìan tennido los irlandeses. Y eso que para clasificar debìan conseguir una improbable victoria con punto bonus... Ah, y lo que escabian esos tipos no-se-puede-creer, realmente. Despuès viajamos a la cancha. Se suponìa que Àlex pegarìa unas entradas y no. Al final Henry ligò la de un Àlex martirizado y hubo que parirla en un pub 98% irlandès. Menos mal que estos Pumas estàn jugàndose todo, y que los irlandeses derraman onda y no paraban de felicitarnos por el triunfo (dolida, pero sincera y conmovedoramente). Para cerrar, con Àlex y Juan, un viedmense muy piola, doctor en Biologìa y ex rugbier de Sol de Mayo, morfamos en una de las extraordinarias, exquisitas, expensive callecitas del barrio Latino, ahì donde viviò Cortàzar.

§ El lunes, o sea hoy, luego del Louvre enfilè para el cementerio de Montmartre para saludar a mis amigos Stendhal y Truffaut, me deleitè con el Sacré Coeur y ahora estoy frente al Moulin Rouge (el cabarè màs famoso del mundo, fundado en 1889: anio 2007, menù Belle époque + cena = 175 euros), sobre el bulevar de Clichy, rodeado de sex shops y de àrabes que me miran como si no tuviera con què pagarles estas dos horas de Internet. Lo cual no es cierto sòlo de casualidad.



(Nota: he descubierto que puedo hacerles un semi pito catalàn a estos teclados franceses y meter los acentos invertidos. No serà lo ideal pero al menos deja en paz mi dignidad de escriba. La joda es que para conseguirlo tengo que apretar Alt Gr màs el nùmero 7, lo que hizo que este textito barato me costara carìsimos seis euros -lcdspm- porque demorè una hora y media para escribirlo, pero... Tranqui; ya queda poco: maniana a la noche vuelvo a Londres y el mièrcoles me instalo en Oxford. Et voilà! )