791. Serie "Querido diario": Día 6: Poderes
(Desde Las Vegas)
(Foto: Reuters)
Estaba acomodándome en el cubículo que me asignaron en el diario Las Vegas Review-Journal cuando cayó el editor jefe Mike Hengel:
—Es tu día de suerte —dijo mi anfitrión—: ya viene a la Redacción el senador Harry Reid.
Y de repente lo tenía enfrente a Reid, el tipo más poderoso de los Estados Unidos después del presidente Barack Obama:
—Ah, ¿sos de Argentina? A uno de mis hijos lo detuvieron en tu país, allá por 1982, durante la guerra de Malvinas.
El chico, Rory, había viajado como misionero
mormón y resulta que un día equivocó el camino y terminó en un cuartel
militar, con soldados apuntándole y gritándole “¡Arriba las manos!”.
Unas horas más tarde, cuando se dieron cuenta de que era inofensivo, lo
soltaron.
Harry Reid es senador demócrata por el estado
de Nevada desde hace 25 años. En 2007 asumió el liderazgo de la mayoría:
o sea, controla a su gusto la agenda, tiene el poder de decidir qué ley
se trata… maneja TODO, bah.
Para otorgar la entrevista en la sede del Review-Journal puso una condición indispensable: que no hubiera ningún periodista del Review-Journal.
Tal cual. Así como lo leen. El diario
—históricamente más cercano a los republicanos— le ha pegado parejito a
Reid en sus editoriales. Y Reid no quiere saber nada con el diario.
¿Pero entonces quién lo entrevistó? Pues dos cronistas de El Tiempo, el semanario en español que edita el propio Review-Journal…
¿Y por qué? Pues obvio: las elecciones son en
una semana, Nevada es todavía un estado indeciso y un cuarto de la
población acredita origen latino.
Sólo eso explica que el poderosísimo y
millonario Reid (hizo una fortuna como abogado y luego la multiplicó con
negocios inmobiliarios), a los 72 años, aún dolorido luego del
accidente automovilístico que sufrió el viernes pasado, visitara el
diario que detesta y dedicara media hora en exclusiva a un par de
periodistas colombianos que tal vez ganan al año lo que él embolsa en
unos días apenas pestañeando, y charlara muy amablemente, haciendo
chistes, sin decir ni una palabra en castellano, con consignas
prefabricadas para endulzar oídos:
—La comunidad hispana es muy, muy poderosa. Y
se da cuenta de que los republicanos no son sus amigos. Nosotros, los
demócratas, sí somos sus amigos.
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