Resulta que cuando yo estaba fuera del país a mi abuela La Tipa se le empezó a mojar la cocina y descubrió que el agua salía de la heladera. La heladera es una Westinghouse modelo 1974, apenas más viejita que yo. La Tipa la adora: nunca la quiso renovar, la descongela regularmente, la limpia como si fuera un adorno chino, le cambió la gomita de la puerta 2.871 veces.
Entonces por enésima vez agarró la guía y llamó a un service, explicó el problema y esta vez escuchó: "Noooo, señora, no arreglamos esa clase de heladeras, ya no se fabrican más, ni repuestos hay, fijesé".
Llamó a otro, y a otro, y a otro, y a otro, y todos le dijeron más o menos lo mismo.
La Tipa no quería jubilar su heladera ("Para jubilada ya estoy yo, nene") pero no tenía opción. Resignada, aunque sobre todo triste y jubilada, dedicó unos días a recorrer comercios de electrodomésticos para comparar precios y facilidades de pago.
Se decidió por una cuya forma, sospecho, le recordaba a la Westinghouse 74. La tenían en Garbarino, costaba 1.600 pesos y podía sacarla en cuotas.
-Nunca me gustaron las cuotas, vos sabés, nene. Pero no tenía tanta plata ahorradita -me contó.
Volvió al negocio caminando alerta, con la cartera del lado de la pared (como siempre le recomiendo) y los mil pesos que había juntado en andá-a-saber-cuántos meses. Porque después de laburar toda la vida La Tipa cobra la jubilación mínima: unos 600 pesos a los que ella llama "Mi millonada".
Cuando llegó el momento de pagar, le dijo a la chica de la caja:
-Le entrego mil pesos y el resto en tres cuotas, ¿sí?
-¿Me podría mostrar el documento, señora?
-Cómo no. Aquí tiene.
-Ay, señora, no le podemos dar las cuotas.
-Uy, ¿en serio? ¿Por qué?
-Porque usted tiene más de 75 años.
-Ah, ¿y eso quiere decir que no puedo pagar?
-No, señora, claro que no. Es una disposición de la empresa. Disculpe, señora, nosotros sólo cumplimos órdenes.
-Qué lástima...
-Pero ¿sabe qué, señora? ¿Por qué no le pide a un pariente que le saque la heladera a su nombre?
-No, señorita, de ninguna manera. Yo no tengo por costumbre molestar. ¿Sabe qué? Acaban de perderse una clienta. Buenos días -dijo La Tipa, y se dio media vuelta y se fue: triste, jubilada y resignada, pero con un orgullo y una dignidad conmovedores.
Mi abuela La Tipa es literalmente capaz de estar sangrando y bancársela calladita hasta que no puede más: "Yo no tengo por costumbre molestar", te dice.
Apenas llegó a su departamento, agarró otra vez la guía y llamó al único service que quedaba en la lista. Y no le dio ocupado: "¿Qué heladera es? Ah, sí, claro, señora, cómo no. Mañana se la paso a buscar".
A los dos días su Westinghouse 74 estaba de vuelta, ronroneando de felicidad.
-¿Qué tenía? -le pregunté.
-Se habían pinchado las mangueras. Y además el hombre le descubrió otros problemas y arregló todos. Vieras qué bien funciona ahora...
-¿Y cuánto te cobró?
-600 pesos.
-¡¿Qué?! La Tipa, te recontracagaron.
-No, qué va...
-Abuela, el hijo de puta ese te sacó una jubilación entera, tu millonada, por cambiarle dos mangueras de morondanga a esa porquería...
-No, el hombre dijo que le hizo otras cosas. Y mi heladera no es una porquería, nene, cómo decís eso.
-Te afanó, abuela. Dame el número así lo llamo.
-No, Abelito, no: la heladera nueva costaba 1.600 pesos y él me cobró 600, así que me ahorré mil.
Como ya demostré alguna vez, me cuesta mantener la compostura frente a este tipo de episodios injustos. Con las disculpas del caso, digo:
Vergüenza debería darles.
Hijos de puta.
Todos: el
service sorete que le curró 600 mangos a una jubilada y los inescrupulosos de mierda que les niegan crédito a los viejos.
-No se le desea el mal a nadie, Abelito -me reta
La Tipa.
-Es mejor desearlo que hacerlo -digo.
Por eso, a vos,
service sorete currero, ojalá que la próxima Westinghouse 74 que arregles te pegue una patada eléctrica y quedes impotente y babeando.
Y a ustedes, inescrupulosos de mierda que detrás de un viejo apenas ven una herencia, ojalá que se fundan como ratas y que a los 75 años y un día, solos y enfermos en este mundo, vengan a comprarme un nebulizador con el último aliento: se los voy a vender si son capaces de cumplir el
test de Cooper haciendo la vertical. Ojo, les tengo fe. Al fin y al cabo, ustedes se apellidan
garantía-de-confianza, ¿no?