miércoles, 20 de abril de 2011

764. Peros para mí


1)
Fui a la pelea de Omar Narváez: la primera vez que se boxeó por un título del mundo en Bahía.

El dato de color militante lo dio el ringside, especialmente esa fila de cuadros "kirchneristas" incluyendo a un conductor local de radio y TV.

Pero para mí, lo más importante de la victoria del Huracán fue que la ciudad zafó de graduarse de mufa. El tipo llegó acá invicto y con 17 defensas exitosas; imaginate si perdía...



2)
Me llegó el pack de 10 revistas Orsai.

Abrir la caja, sacar un ejemplar, oler esas hojas, leer esos textos... Ahhhhh...

Pero para mí, lo más importante fue entregárselas a quienes las habían reservado: ver sus caras de japibérzdei.


3)
En 2005, 16 cronistas latinoamericanos hicimos un taller excepcional con el maestro Jon Lee Anderson, organizado en Buenos Aires por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.

De ahí surgió una especie de cofradía profesional buena onda a la que (no sé por qué) bautizaron "mafia latinoamericana". Desde entonces tratamos de hacer un reencuentro real en cualquiera de nuestros países, sin éxito.

Mientras tanto, seguimos en contacto y hace poquito volvimos a celebrarnos virtualmente porque el salvadoreño Carlos Cerote Martínez se quedó el premio Ortega y Gasset gracias a un magnífico laburo titulado "El criminalista del país de las últimas cosas" y porque el ecuatoriano Jorge Bob Esponja Imbaquingo ganó la beca Knight en la Universidad de Stanford.

Solemos celebrarnos: cuando la uruguaya Ana Laura Lissardy sacó una novela, cuando el venezolano Boris Muñoz pegó la Nieman en Harvard, cuando la chilena Francisca Skoknic clavó una distinción con CIPER, cuando yo metí el programa Reuters en Oxford... etcétera. Nos encanta.

Pero para mí, lo más importante fue que volvimos a generar ideas. Por ejemplo, editar un libro con nuestras crónicas o ver si de una buena vez se da la cumbre en Perú. Amén.

miércoles, 6 de abril de 2011

763. ¡Eu, tánatos!


Hoy me enteré de una historia durísima y triste que me hizo pensar en algo que pienso desde hace bastante.

Resulta que en 2005 un tipo chocó con el auto en la ruta, cuando volvía a Bahía luego de trabajar en el sur. Fue el único sobreviviente. Al menos técnicamente: quedó en estado vegetativo, irrecuperable. Desde entonces sólo pestañea. Tuvieron que hacerle una traqueotomía para facilitarle la respiración. Se alimenta por una sonda. No siente nada.

Ahora tiene 40 años y lleva cinco en un geriátrico, atendido las 24 horas por un equipo médico de unos 12 profesionales entre doctores, enfermeros, kinesiólogos, terapistas.

Semejante despliegue cuesta unas 50 lucas por mes. Como el tipo laburaba en una multinacional, la ART paga religiosamente para "evitar problemas" con un cliente poderoso. El de la guita sería un dato menor, creo, si no fuera porque miles de personas que sí tienen esperanzas científicas reales de recuperación no pueden acceder a coberturas adecuadas.
 
Su padre -me cuentan- va a verlo todos los días, y dice que espera algo que no existe: un milagro. En cambio, su mujer ya no aparece tan seguido. Me dicen que es muy bonita. Se habían casado un par de meses antes del accidente.

-¿Y a nadie le parece al pedo tanto esfuerzo, tanto sufrimiento? -le pregunté a quien me hizo el relato.

-A casi todos. Pero es laburo.

-¿Y la familia qué dice?

-Son hipercatólicos. La mujer es hija de militar... Qué sé yo: les parece bien sostenerlo con vida. Y como ninguno paga el tratamiento...

-Pero eso es muerte en vida... Un espanto.


Como dije al principio, esta historia durísima y triste me hizo pensar en algo que pienso desde hace bastante: por eso, al tuitear sobre el caso hoy, incluí la etiqueta #EutanasiaYa.

De algo sirvieron aquellas clases de griego: eu + tánatos = "muerte buena". Pero en la Argentina no es legal la eutanasia. Así estés irreversiblemente hecho mierda, suficientemente consciente y dolorosamente desesperado, no podés: no tenés derecho a morir con dignidad. Estás obligado a sufrir y hacer sufrir hasta que la naturaleza defina por vos. Estás obligado a una muerte mala.

Bueno, casi: yo ya arreglé con mis amigos. Tengo un fondo ad hoc en dólares. Si algo jodido me pasa y termino como vegetal irrecuperable, ellos saben qué tienen que hacer para eventualmente gambetear la muerte mala, la ley, la moralina, la bioética, la Iglesia Católica y la puta madre que los parió.