766. Me acupunturé
Siempre desconfié de cosas que no fueran científicas, racionales, comprobables. Como la religión. O el periodismo, ponele.
Pero también soy periodista porque siempre desconfié. Así, en general: soy básicamente un desconfiado. Me desborda la curiosidad y averiguo para tratar de contenerla.
La llamada medicina alternativa es otro ejemplo de esas cosas en las que siempre desconfié.
Un día estaba en Formosa y una colla vendía tés supuestamente curativos, en bolsitas con etiquetas tipo "Contra el dolor de cabeza" o "Contra las hemorroides".
-¿Y para combatir la histeria no tenés nada? -le pregunté. No quise hacerme el vivo: estaba pensando en joder un poco a una novia que tenía entonces.
La colla dijo que sí y me dio una bolsita de lucera que me costó, creo, cinco pesos. Al volver a Bahía se la regalé a mi chica. Y aunque le saqué la etiqueta, ella se hizo el té, lo probó y me mandó a la puta que me parió. Una injusticia.
El otro día en lo de mi kinesióloga (a la que acudo porque mi cuerpo de 36 años queda virtualmente destrozado por el squash) vi un cartelito que decía "Acupuntura".
-¿Puedo ver qué onda? -le dije.
-Dale.
Y de repente este mediodía me encontré acostado en una camilla, boca abajo, semidesnudo y con tres agujas de más de un centímetro clavadas en distintas partes de la pierna derecha.
-Son puntos maestros para combatir el dolor liberando exceso de energía. Porque se nota que sos bien yang: bien activo -dijo mi kinesióloga.
Se me ocurrieron varios chistes malísimos, pero sobre todo sentí que me desangraba.
-Cero sangre, eh -me dijo-. No se toca ningún vaso.
-OK, dejo de mariconear. Escuchame una cosa: ¿por qué, teniendo un diplomón de la Universidad de Buenos Aires que acredita tu condición de licenciada en kinesiología, te volcaste a estas artes oscuras?
-Pará: es un tratamiento alternativo chino, milenario. Cuando lo que aprendí en la facultad no funcionaba, me pregunté qué había más allá de lo convencional. Descubrí la acupuntura por una bailarina del ballet. Y me puse a estudiar.
-¿Y funciona?
-Funciona. En muchos casos.
-¿Y entonces por qué no se usa más?
-Por una barrera cultural. Nos hace falta abrir el campo de visión.
Ahora veo que tenía una aguja clavada en el gotsu, otra en el sobi y otra en el akiresuken. Mirá vos.