"¿Quién fue el guacho que quiso ayudar a los intendentes de esa manera?", le dijo Felipe Solá al notero de CQC. Lo vi anoche, en un informe sobre la desagradable media sanción que la Cámara de Diputados bonaerense le dio al proyecto de ley para incluir a los jefes comunales en el beneficio de una suculenta jubilación a los 50 años, del que ya goza desvergonzadamente todo legislador, gobernador y vice.
Según el programa de televisión, que atacó el fondo de la cuestión (es decir: ¿por qué carajo existen esos privilegios in the first place?), la norma ya le cuesta al Estado, o sea a vos y a mí, alrededor de 1.600.000 pesos mensuales.
Solá, que se muestra más guarro que nunca (quizá porque sabe que se va), avisó que él se jubilaría a los 65 como se debe y que incluso está a favor de derogar la ley vigente. Y más o menos en la misma línea se mostraron todos los dipuchantas que aparecieron en la nota de CQC. Ahora los caraduras hasta se hacen los ofendidos, hay que verlos. Pero (estoy seguro) sólo pasa porque el tema explotó mal en los medios y no porque se trata de otro despropósito, otra falta de respeto, otra avivada lamentable.
Bahía Blanca tiene cuatro diputados provinciales. Son estos, fijate qué portes:
(Partido Justicialista)
(Frente para la Victoria)
(Unión Cívica Radical)
Dos de esos cuatro (Simón y Linares) firmaron como coautores aquel proyecto de ley para beneficiar a los intendentes. Y uno de ellos (Linares) es, ¿casualmente?, ex jefe comunal.
Además, tres de esos cuatro (Simón, Feliú y Burstein)
levantaron la mano para aprobar ese proyecto, que tras el impacto desfavorable en la opinión pública hoy naufraga en el Senado y se hundirá, parece, ojalá.
Cuando esta barbaridad se hizo pública, esos cuatro habrían pensado en poner juntos un puestito en la feria de artesanos para vender collares de caracoles o en formar una cooperativa para pelar camarones: no puedo confirmar el dato porque las fuentes consultadas reclamaron una
colaboración que excede largamente mi presupuesto. Qué querés, no soy diputado...
Lo concreto es que tres de esos cuatro (Feliú, Linares y Burstein)
salieron a
tratar de explicar (?) por qué habían hecho lo que habían hecho. Y el otro (Simón) se abrazó cojonudamente al silencio.
Nidia Burstein y
Marcelo Feliú dijeron que el proyecto les parecía un disparate y que habían votado a favor
sin saber qué era.
Jaime Linares aseguró que ese día se había retirado de la sala, pero
no aclaró por qué se fue ni por qué lo había acompañado como coautor.
El único
argumento que se les cayó es que "era imposible" darse cuenta de qué se trataba la iniciativa y que nadie les habían avisado... Así que todo sería culpa de la
mecánica legislativa o de la escasez de lombrices en Kuala Lumpur.
Según el presupuesto 2007, cada uno de esos cuatro nos costará este año más o menos
dos millones de pesos. Cobran alrededor de ocho
lucas por mes, disponen de otros miles de pesos para contratar
asesores y sesionan una vez por semana. Claramente en estas condiciones indignas no se puede legislar como se debe.
Ya pasaron cuatro semanas desde que LNP publicó el primer artículo sobre este asunto y al menos yo
no escuché que ninguno de esos cuatro atorrantes pidiera disculpas.
Y, oh iluso, todavía espero ese mínimo gesto de decencia.