martes, 24 de julio de 2007

92. Juan Espil y los pelos


Era mi ídolo total.

A Juan Alberto Espil quería imitarle el tiro, los movimientos, hasta el corte de pelo.

En 1992, cuando yo acababa de festejar los 18 y llevaba ya un año en el diario, él se ganó el Olimpia de Plata en básquetbol y el jefe de la sección Deportes me pidió que lo entrevistara.

Me acuerdo que fue en diciembre, como un regalo de cumpleaños. Hacía un calor espantoso y obvio, Juan apareció en pantalones cortos. No lo dejaron pasar (viejas normas de LNP...) y tuvo que cambiarse. Yo no sabía cómo disculparme.

Y los nervios...

Igual salió todo más que bien. Salió una página sábana completa, con mi firma: el primer gustito a gloria en la profesión.

Al día siguiente todavía estaba disfrutando de ese efecto narcótico cuando vi que se me acercaba el entonces jefe de Redacción, Luis Andueza.

-Pibe, a usted le gusta el periodismo, ¿no? -me dijo. Y yo sentí que se venía la felicitación. Era el mejor momento de mi vida.
-Sí, claro. Mucho.
-Bueno. Entonces córtese el pelo o acá no trabaja más.

Y se dio media vuelta y se fue. Pensé que era una cargada pero no, según me enteraría claramente poco después en su oficina.

-Señor, disculpe, pero no veo qué tiene que ver el largo del pelo con el periodismo.
-Usted córteselo o no va a ver más nada.

Mis compañeros me confirmaron que era así, nomás: otra vieja norma de LNP.

La puta madre...

En ese momento yo también tarjeteaba para Chocolate y me constaban dos cosas: 1) se usaba el pelo largo y 2) a las chicas parecía gustarles. Y cuando tenés 18 años esas son dos cosas de suprema importancia.

Pero en serio, el periodismo me gustaba mucho. Tanto, que gambeteé dolorosamente el mandato de la testosterona y dije: "Fue. Al carajo". Me tomé dos meses de vacaciones y volví en marzo, prolijito como un colimba.


Anoche, por fin, pude contarle esta historia a Juan Espil. Cada vez que viene a descansar luego de una temporada en el básquetbol europeo, Liniers (su club del alma) le organiza una cena-homenaje.

Me invitó el inoxidable dirigente Alberto Pocho Severini, y no me la iba a perder. Hubo una entradita con jamón crudo y morcilla, pollos y chorizos con ensaladas de plato principal y un helado de postre.

Tuve a Juan a dos sillas toda la noche, y vi cómo se divertía, y escuché cómo le recordaban la bandeja que le tiró en la cara a Michael Jordan o sus actuaciones memorables con el chivo en los regionales, y pude preguntarle qué le parecían las deserciones en la selección y dijo que las entendía, que física y/o familiarmente a veces no das más, que esta generación ya le dio demasiado al país.

A los 39 años (aunque si lo ves, parece diez menos), el tipo viene de volver a la ACB española con el Ricoh Manresa, equipo que le acaba de renovar contrato por dos temporadas para enfrentar esa, la liga más competitiva de Europa. Un grosso.

Juan, que le regaló a Liniers el piso flotante, se llevó una camiseta albinegra (con el "10", por supuesto, y su nombre en la espalda) y una remera del equipo de fútbol que logró este año el ascenso al torneo Argentino B.

Ah, también noté que se dejó crecer el pelo de nuevo. Y acá en el diario Andueza ya no está, y aquella norma tampoco.

1 comentario:

Anónimo dijo...

un grande juancito espil. Que fenómeno!!