lunes, 9 de julio de 2007

70. El canal de la historia (trucha)


¿Cómo no pegar onda instantánea con un profesional del recontracarajo que además es un tipo atorrantón, aventurero, de mundo, divertido?

Con Jon Lee Anderson, uno de los periodistas más grossos del mundo, me pasó eso cuando lo conocí a fines de 2005. Fue en Buenos Aires, durante un taller de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano que creó y preside Gabriel García Márquez.

Jon Lee andaba con un espantoso dolor de muelas y un todavía más espantoso dolor de huevos: lo perseguían los fact-checkers de la exquisita revista The New Yorker, que pretendían verificar cada mínimo dato de una crónica fechada en Irak.












Sin embargo, Jon Lee nos dio unas clases
100% magistrales. Y los 16 que tuvimos el privilegio de asistir quedamos encantadísimos.

En un recreo, mientras fumábamos (él, Marlboro Lights y yo, mis Parliament de siempre) le comenté que había hecho para La Nueva Provincia una investigación histórica que reflejaba el paso de Ernesto Guevara por Bahía Blanca en 1952, como parte de su iniciático primer viaje por Sudamérica (el que narra la película Diarios de motocicleta).

Jon Lee, que hizo la más completa biografía del Che, pidió que se la enviara. Apenas lo hice recibí su respuesta. Y casi me desmayo: "¡Vaya minucioso trabajo de investigación, hombre! Es muy ameno para leer. Lo que hiciste representa un esfuerzo de detalle casi biográfico. Es parecido a lo que yo hice en cada lugar y etapa de su vida que me tocó indagar al hacer el libro mío".

Bueno, y así, correo va/correo viene, surgió una relación que podría resumirse de este modo: para mí, tener a tiro de mail a un chabón querible, terriblemente piola y a la vez un oráculo, un referente mundial de la excelencia periodística; para él, supongo, tener que soportarme de tanto en tanto y asumir la delicadeza de contestarme.

Hace un rato me llegó un mensaje suyo, para descargarse: es la primera vez que lo veo enojado en serio.

Según cuenta, la señal History Channel lanzó un documental titulado The True Story of Che Guevara, y Jon Lee aparece "como una figura principal, casi como narrador, e identificado en la propaganda como colaborador de la producción". Mentira total.

"Otorgué -dice- una entrevista a los productores (Wild Eyes, de Los Ángeles) [...] bajo el supuesto de que pensaban realizar un documental serio, honesto y balanceado. Lamentablemente, no ha resultado así. Quedé amargamente decepcionado. Es de lo más pobre, lleno de errores de hecho como de juicio, y tendencioso en extremo." Incluso, agrega, hay escenas ficcionalizadas que son "risibles y de pobrísimos valores de producción".

En aquel reportaje, que duró más de cuatro horas, Jon Lee respondió alrededor de 100 preguntas, pero "sacaron de contexto mis declaraciones para subrayar su particular visión editorial sobre el Che, sumamente estrecha y hostil".

Se queja: "A estas alturas, no hay mucho que pueda hacer". Lo que sí consiguió, vía demanda, es que el canal dejara de usar su nombre para promocionar el documental. "Naturalmente, igual todo esto me ha dejado con la boca amarga."

Y no es justo y es un atropello, le dije. Su respuesta: "Lo importante, Abel, es que mis amigos sepan lo que es verdad y lo que es falso. Ya tú sabes".

Sí: sé que el History Channel acaba de perderse otro televidente.




Enlace: la última crónica de Jon Lee Anderson para The New Yorker: "La guerra del opio de los talibanes" (en inglés).

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