jueves, 19 de julio de 2007

84. Qué lo parió


"Se murió el Negro Fontanarrosa", me acaban de decir. Qué lo parió, como diría el Mendieta. Tenía 62 años y desde hace tiempo padecía una enfermedad neurológica.

Lo conocí personalmente en 2002, pero mucho antes por sus deliciosas tiras cómicas y sus libros de cuentos estupendos.

Y en mayo de ese año, en plena crisis (o sea: cuando el país, más que yéndose al carajo, ya formaba un todo con el carajo), lo acompañé un rato largo mientras firmaba autógrafos en la Feria del Libro. Ya se le anticipaba la inutilidad dolorosa de su mano prodigiosa.

Sobre esa experiencia escribí esto, que salió en La Nueva Provincia con el título "Cuando no todas son rosas para el Negro":


Con lo que nos pasa a los argentinos desde hace tanto tiempo, casi todos podemos decir que estamos "mal, pero acostumbrados". Total, Inodoro Pereyra será muy renegado pero no se enojaría por el plagio.

Tampoco está enojado Roberto Fontanarrosa, quien le dio vida al personaje hace 30 años en la revista Hortensia. El Negro está, y eso es lo que cuenta para la multitud que hace cola frente al mostrador de Ediciones de la Flor en busca de su dedicatoria.

Fontanarrosa dice que no faltó a ninguna de las 28 ediciones de la Feria del Libro. Y dice que hace lo que hace (firmar y dibujar sobre cualquier superficie que le extiendan) automáticamente y sin problemas. Se verá: La Nueva Provincia acompañará al escritor, dibujante y humorista rosarino durante tres horas. Y el hombre se las bancará todas.

Resulta que llega una señora de las cuatro décadas y le dice:
-Para mi hijo, que se llama Felipe como el personaje de su tira.
-Ah, sí: como el personaje de Quino. Claro que yo sigo siendo Fontanarrosa...
(Hay que ver cómo le suben los colores a la mujer.)

No es esa la única vez que lo confunden con el creador de Mafalda. Y también le hablan de Diógenes y el linyera como si fuera una historieta suya: "Probablemente -se resigna- porque hay un tipo y un perro, como mi Inodoro Pereyra y el Mendieta".

Y eso les dibuja a todos con un fibrón negro: al Mendieta. La fórmula es: "Para + nombre del interesado + el Mendieta + autógrafo". Pero después de hacerlo más de cien veces, puede suceder que:
-Negro, ¿me haría un Mendieta? -pide un hombre.
-Eso es lo que le estoy haciendo...
-Ah.
"¿Qué -le pregunta Fontanarrosa a este diario-, ya no parece un Mendieta...?". Sí, por supuesto. Parece.

Hay más cosas que ponen a prueba la paciencia de este hincha fanático de Rosario Central nacido el 26 de noviembre de 1944. Los pibes, por ejemplo. Se agolpan decenas de chicos de EGB que tienen "deberes de la maestra de Lengua". No saben quién es el barbudo ese. Le acercan grabadores. Lo bombardean a preguntas chillonas. Y él atiende a todos: ¿qué piensa de la realidad del país?, ¿cómo ve la feria?, ¿cuándo y por qué empezó a dibujar y a escribir?, ¿qué lo inspira? Etcétera agotador. El Negro contesta más o menos rápido y más o menos lo mismo.
-Che... por lo menos zafaron un día de clase -bromea. Y los pibes se van con su tarea cumplida.

Pero también vienen los estudiantes de periodismo. Y sucede más o menos lo mismo... Porque en eso lo encasillan como dibujante, aunque Fontanarrosa tiene 60 libros y novelas y cuentos y relatos y es uno de los pocos escritores argentinos que hace simple lo complejo, y muy deliciosamente. Y por ahí le piden "un mensaje para los jóvenes":
-¿Qué les voy a decir yo a los jóvenes? Que crezcan, que ya va a pasar. O que usen loción desenredante...

Después le toca a una mujer que se presenta como periodista. Su nombre le suena a Fontanarrosa, porque es igual al de una colega porteña. El Negro se presta al diálogo y serán los únicos siete minutos en los que descansará su mano derecha. Al final, la señora trabaja en un programa de una emisora cordobesa y, no obstante, acomoda en su micrófono una identificación extraña: "Radio Nederland Wereldomroes", dice. Como si representara a los Países Bajos donde mordió alto nuestra Máxima Zorreguieta... Además, le sonríe muchísimo con una dentadura diezmada y le susurra las preguntas al oído y le da un beso y ¿me hacés un dibujito, Negrito? y le deja el teléfono y llamame cuando andes por allá, Negrito.

La gente le pone enfrente cualquier pedazo de papel: agendas, folletos, cuadernos. Y hasta libros de otros autores... Los que sí llegan con algún ejemplar de Fontanarrosa se ahorran la cola y asoman las ñatas por la puertita del costado: "Ellos son VIP", sonríe el autor.

Sus lectores no lo tutean; le dicen "genio", "maestro", "fenómeno". En tres horas firmará 29, para "el canalla Juan", para "un marcador de punta fenomenal", para...
-¿Para quién? -pregunta el Negro.
-Pierina -contesta la chica.
-¡¿Pierina?! Nunca oí ese nombre...
-Me lo pusieron mis papás porque son amigos de Piero, el cantante.
-¡Ufff! ¡Los daños que causa ese muchacho...!

Y así se acaba la función. Una función que es "divertida, pero cansa". El Negro dibuja el último Mendieta de la tarde para La Nueva Provincia, saluda y se va. Satisfecho. Sin enojos. Y con la mano derecha mal, pero acostumbrada.

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