miércoles, 23 de marzo de 2011

761. Brasileada y venezuelada


Llevo menos de 24 horas en la ciudad después de unas vacaciones maravillosas entre Brasil y Venezuela, pero ya me abandonó parte de las energías que acumulé.

Todo bien, eh: siempre que vuelvo a laburar me pasa.

En fin. Van algunos apuntes de cada experiencia y prometo fotos en la próxima:


1)
El crucero por el nordeste brasileño es lujo asequible para la clase media.

La tarifa que pagás (en mi caso, 630 dólares por una semana) incluye los servicios básicos y el morfi. Para todo lo demás existe una peligrosa tarjetita que recibís antes de abordar, con la que vas consumiendo sin registro y entonces el último día te dan la factura y también te dan ganas de lanzarte a los tiburones.

Igual, ningún precio es exorbitante. Tres dólares una cerveza, dos una gaseosa, veintipico un buen vino, 11 la sesión de spa.

En el barco MSC Música hay un teatro para unas 1.000 personas, piscinas, hidromasaje, sauna, negocios duty free, casino, música en vivo, clases de baile, gimnasio, club de cigarros, baño turco, tenis en el puente 16, juegos para chicos, internet a cinco dólares los diez minutos, GSM propio on waves, discoteca, bares por todos lados. Y comida: la comida es omnipresente, abundante, tentadora.

Los camarotes son espaciosos, limpios y cómodos. Tienen caja fuerte, regulador de temperatura, frigobar, plasma con un puñado de canales convencionales (la RAI, TVE, Universal, O Globo) y TV interactiva que te permite desde reservar una excursión hasta comprar películas.

Ay, cómo empalaga la alegría brasileña. Mamita... Toooooodo el puto día gritando, bailando, cantando. Es inhumano.

Resulta bastante impresionante cuando el edificio flotante llega a un puerto. Sentís que los lugareños se desviven por el turista y sentís cuánto nos falta de eso acá.

Salvador: historia, cultura y playa. Maceió: escuna, cerveza y playa. Ilheus: cerveza, cerveza y playa.

Veo al menos tres negritos de alquiler. Lo sé porque averiguo y me cuentan. Los muchachos tienen menos de 30 años y ni siquiera lo hacen por plata, sino para disfrutar de servicios inéditos en sus vidas a cambio de acompañar a señoras mayores de 60: se dejan acariciar más o menos, les danzan, les reclaman caipirinhas, incluso se las curten. Yo los vi sonreír sólo entre ellos.


2)
En el aeropuerto internacional de Caracas da la bienvenida el colorido márketing revolucionario. "Vivir en socialismo", dicen los carteles. Por ejemplo, ese que muestra a tres obreros alzando el puño izquierdo, aparentemente felices y en una fábrica recuperada por el bolivariano régimen de Hugo Chávez. El fondo es, por supuesto, rojo.

Ni se te ocurra recurrir a una casa de cambio oficial. El estricto control del gobierno autoriza la compra de sólo 3.000 dólares por año, te piden hasta el ADN y encima te entregan 4,3 bolívares por dólar y te cobran el 7,5% de comisión. Por eso florecen los ubicuos e insoportables arbolitos, que dan hasta 9 bolívares por dólar.

"A la orden", te dicen los venezolanos permanentemente. Y te tratan de usted. Por momentos lucen más sumisos que educados; más incompetentes que desdeñosos.

En Isla de Margarita observo casas multicolores, paredones repletos de consignas y rostros revolucionarios (poco Guevara, mucho Bolívar, demasiado Chávez), chozas de cartón y chapas, basura desparramada: es, pienso, un Caribe clase B con playas bellísimas de agua transparente rodeadas de montañas verdosas pero con arena marroncita, algunas algas, vasitos de plástico y botellas rotas.

Ah, la vida all inclusive. Dame más. Plis.

Por fin me llega la temporada de esnórquel. Las islas Cubagua -donde hasta meto fangoterapia, imaginate-, Los Frailes y Coche me prestan sus paraísos por un rato. Mi reconocimiento a ellas.

"Vivir en socialismo" también incluye genuino orgullo y palpable hartazgo; cortes de agua y de luz, cloacas ausentes; cercas electrificadas, militares en las calles. Y seguridad privada donde hay turistas.

No sé si me jodió más la abundancia de argentinos extremadamente grasas o la insoportable bosta musical latina. Pero cada vez que un argentino grasa come sandía y tira la cáscara al mar, un japonesito nace con tres ojos. Y cada vez que un latino insoportable usa el verbo menear en una canción, Jim Morrison resucita y vuelve a morirse: del asco.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Trajiste algo de la Revolución? Digo... para ir aplicando acá


Boya

AEZ dijo...

Boya: ¡pero cómo! Me traje un gran café made in socialismo para toda la redacción de lanueva.com. De ahí saldrá la próxima revolución.

Anónimo dijo...

Texto jodido che!

Te devuelvo los 80 dijo...

eyyy volvistee! y por lo que veo estuvo muyyy bueno, dificil volver a lo mismo no?? jejejeje pero TODO tiene su encanto!
Me alegro que la hayas pasado tan bien!
beso.

Anónimo dijo...

Estabas ahi..si, en cada foto, de cada etapa que iba pasando, estabas ahi.Hicimos el video para el casamiento, y me apena mucho esto de que vos y Andres esten desconectados.Nunca dejo de respetar tu posicion pero hoy que es un dia importante y es otra etapa que pasará, no pude evitar recordar ,al amigo Abel, del chico que conoci hace 4 años.Ojala hubiera una vuelta mas en la vida.Saludos.
Andrea Mariana Villarreal

AEZ dijo...

Anónimo: ¿por?

Te devuelvo los 80: bueno, el golpe fue tan fuerte que estoy tratando de descubrir dónde carajo está el encanto de volver a laburar, jejejeje. Beso.

Andrea: justo ayer hablé del tema, por supuesto con dolor. Lo que pasó no fue por algo que yo hice, eh. Igual hablé dos veces con él, pero nada, cero reacción: se cagó en una amistad que yo suponía profundísima. Saludos y felicidades.