595. Embarazoso
En la línea D del subte porteño veo de nuevo a un vendedor ambulante al que crucé docenas de veces mientras viví en barrio Norte.
Canoso, ahora en unos 55 años, voz profunda y educada para ofrecer sus productos. El tipo tiene cancha.
Mientras pienso en la improbabilidad de que me recuerde, noto que se acerca clavando la vista en una morocha gordita que viaja de pie. Le pasa por atrás. Creo que la apoya un poco. Y se la queda mirando, de arriba abajo.
-¿Querés que te pida un asiento? -le dice, señalándole la panza.
La chica parece sorprendida, como no entendiendo qué onda.
-No, gracias -le responde.
El vendedor se da cuenta de que la chica NO está embarazada:
-Uh, perdón, me parece que me mandé una macana -dice.
La chica sonríe: ni siquiera se pone colorada. El vendedor se va al vagón siguiente.
-Yo estaba esperando que lo mandaras al carajo -le digo a la chica.
-Ja, ja, ja. Nah, todo bien. No pasa nada.
-Qué bueno que no te sentiste ofendida...
-Una se acostumbra. La vida es una ofensa.