Soy de los que reparan en detalles que asumen todas las características de lo aparentemente intrascendente.
Es decir: me fijo en lo que no le importa a nadie, bah.
Ponele:
- alguien me habla y yo cuento cuántas arrugas tiene en la frente (y si están parejas imagino que es una hoja de cuaderno Rivadavia y pienso qué mensaje debería estar escrito);
- estoy admirando La puerta del infierno de Rodin, en el Museo D'Orsay de París. Sé que la hizo en función de la Divina comedia de Dante -mi biblia- e influenciado por Las flores del mal de Baudelaire -uno de mis poetas favoritos. Repaso decenas de veces la obra. Pero en lugar de darle bola a la figura más convocante (parte superior, al centro: es como El pensador bis) me quedo con otra que me subyuga completamente: la amante desgarrada (abajo, a la izquierda), desnuda, de espaldas, que estira sus brazos hacia el objeto del deseo y sobre todo pone el piecito derecho sobre el talón izquierdo.

El otro día caminaba por la calle Lavalle y a mitad de la primera cuadra le eché un vistazo a la garita que pusieron para custodiar el edificio de la Asociación Israelita de Bahía Blanca.
¿Viste cuando ojeás algo en una fracción de segundo y tenés que volver la mirada porque algo te llamó la atención? Bueno: así pasó.
Vi que la garita estaba abandonada y desvencijada. Y bueno,
tuve que frenar.
En un panel adhesivo negro pegado en el vidrio a prueba de balas había palabras. Varias palabras que se recortaban a contraluz
entre cicatrices.
Empecé a leerlas: "Me congelo", decía una frase. "Moise no querer gastar en arreglar garita" (sic), otra. "Soy gay. Tony. Llamame. Besos." Y también, "¡Acá estudié yo!", "Judío: saltó la térmica, estoy sin luz", "Marchan cornudo". Y así.
Me sonó muy cárcel: inscripciones del aburrimiento de gente que pasa demasiado tiempo encerrada.
Decidí registrar la imagen. Saqué el celular, apunté, clic.

-¡¡Flaco!! ¡¡Eh, flaco!! -gritó un pibe desde la vereda de enfrente. Y empezó a cruzar. Me gritaba a mí. Llegó. Lo miré. Me miró, el ceño fruncidísimo-. No se puede sacar fotos, flaco.
-Pará -le dije, el ceño fruncidísimo: detesto que me griten sin motivo-, vos a mí no me conocés. Así que no me digas "flaco". Eso primero. Y segundo, ¿por qué no se puede sacar fotos?
Tenía ventipico, calculé. Y tenía un sistema de comunicación adjunto a la oreja. Vi a chicos como este muchas veces en la vereda del edificio: son vigilantes de la comunidad judía.
-Porque no -me dijo, medio canchero.
-Eso no es una razón -le contesté-. Dame una razón.
-¿Querés que te explique? -preguntó. La pose patovica me alteró un poco.
-Sí. A ver, dale, explicame.
-Te explico: no se puede.
-Seguís sin darme una razón.
-No se puede, flaco. Y punto.
-Mirá, flaco -arrastré el "flaco" en tono de burla-. Hasta donde sé, esto es la vía pública. Y yo no estoy haciendo nada malo. Por lo tanto, voy a sacar otra fotito.
Clic.

-¡No-se-puede-sacar-fotos! -gritó. Me gritó otra vez.
-Bueno, ¿sabés qué? Llamá al 911. Dale. Decile a la policía que estoy cometiendo un delito terrible, dale. Dale, dale. Llamá, dale. ¿Querés que llame yo? Ojo, no sea cosa que te lleven a vos por ridículo.
-No se puede sacar fotos por una cuestión de seguridad.
-¿Seguridad? Pero... ¿de qué estás hablando? ¿A quién le amenazo la seguridad por fotografiar una garita abandonada?
Esta vez ni me contestó. Se quedó mirándome, medio perplejo, medio con ganas de cagarme a trompadas.
-Gracias por todo -dije tontamente. Y me fui, pensando en las razones.
Y en las sensibilidades justificadas que cuando se exageran se transforman en sinsentidos.
Y en la discusión que tuve con otro editor del diario porque para mí banalizaba la palabra Holocausto.
Y en los salvajes bombazos que padeció la comunidad judía en nuestro país.
Y en la falta de sentido común, tan común.
Y en los arrebatos, en las pulseadas que pierdo por mi carácter de mierda.
Y en volver para decirle al pibe: "Flaco, perdón, no quise alterar a nadie, sólo me llamaron la atención unos detalles. Además de encadenar pensamientos a lo pavo, soy de los que reparan en detalles que asumen todas las características de lo aparentemente intrascendente".