Lo malo de estar en un sauna charlando con un amigo es que por ahí puede entrar un tipo peludo y semidesnudo que te mira y te mira hasta que te dice: "Ah, ya sé, vos sos el ex NOVIO de mi hija". Lo malo de estar en un sauna, digo, es cierta vulnerabilidad que te deja medio en bolas.
De lejos, me parece que la viejita que viene caminando por la primera cuadra de calle San Martín está por caerse.
Veo que carga un par de bolsas y se tambalea.
Apuro un poco el paso.
Cuando la tengo a unos cinco metros me doy cuenta de que se desplaza como un péndulo porque no puede hacerlo derecha; pienso que debe de sufrir un problema de cadera. Pero no está por desmayarse o algo así. Sólo camina como puede. Calculo que andará por los 85 años, tal vez 90. Y que medirá, como mucho, un metro y medio. Lleva un vestido verde agua con flores amarillas y rojas, un saco de lana color césped, un chal bordó, medias marrón clarito, zapatos marrón oscuro.
No me ve: va concentrada en las baldosas que está por pisar y tampoco ve que el chal se le resbala y termina en el suelo. Lo levanto, lo sacudo. Huele a perfume Johnson's para bebé.
-¡Abuela! -grito-. ¡Se le cayó esto!
La viejita se para y se da vuelta en cuotas, como un basquetbolista que pivotea en cámara lenta.
-¡Uy! Gracias -dice, me mira, sonríe-. Qué amable. Le agradezco mucho, señor.
Una piba con acné sub 17 y dos chuflines extemporáneos frena de golpe, sonríe, me mira, dice:
-Lo felicito por el buen gesto que tuvo, señor.
Las miro, no sonrío, no digo nada. Giro y sigo caminando, amargamente concentrado en las baldosas que estoy por pisar, tratando de no pisarme el ánimo.
"-¿Qué hacés, Sarita? -dijo Saúl y registró la mirada de censura de Diana. La chica sonreía, no estúpidamente -pensó Saúl- sino con la eficacia de un organismo que 'sabe', a su manera, por la acción automática de dispositivos neuroquímicos, que el tiempo es una fuerza implacable que juega a favor suyo.
-¿Seguís siempre repleta de objetivos? -Saúl intentaba introducir un contratiempo en el régimen implacable de la naturaleza. ¿Qué es el arte? -podía preguntarse Saúl-. ¿Qué es el arte sino esta sutil diferencia de sonido que los músculos de mi laringe y del velo del paladar -quizás también los de las mejillas- imprimen sobre la palabra 'objetivos' para que estas dos imbéciles adviertan que hay expresiones que no se deben usar impunemente, al menos en presencia de gente seria? Si existe el arte, si he alcanzado tal arte, de ahora en adelante cada vez que esta cotorra hable de sus 'objetivos', algún lugar secreto de su cuerpo o de su alma, si la tuviera, se sonrojará, o algún lugar inauscultable de su conciencia o de su memoria registrará un reflejo de temor y quedará desconectada por un instante, esperando la carcajada de burla que se merece. Seguro que en una parte de su exquisita máquina instintiva estas turras también pueden adivinar el pensamiento, se dijo Saúl en el momento en que empezaba a recuperar su humor."
El escritor argentino Rodolfo Fogwill, en la novela Vivir afuera (El Ateneo, Buenos Aires, 2009, páginas 191 y 192).
Me crucé en el chat de Facebook con un escritor bahiense amigo. Terminó emocionándose por la posibilidad de que Pepe Sánchez rompa todo el año próximo en Estudiantes: que haga un equipazo y que en esta ciudad podamos pensar en salir campeones de la Liga Nacional de Básquetbol de una buena vez.
Pero antes me dijo que estaba laburando en un par de editoriales y en una revista, traduciendo, corrigiendo, escribiendo.
-Y algún currito más -dijo.
-Jejejeje, estás como Windows: ¡¡multitarea!! ¡Y encima papá! -le dije.
-Sí, no doy más. Pero bueno, varios meses me rasqué las bolas.
-Ah, los bemoles del gobierno nacional y popular...
-Estamos a full. La argentina trabaja.
-A vos te falta agarrar la lanza y sumarte al piqueterismo de D'Elía. O que te agreguen como panelista de 6 7 8...
-Uhhh, qué grosso. Me encantaría. Por la causa hago lo que me pidan.
-JAJAJAAAAAAAAAAAAAA, tremendo... Che, hoy debería ser feriado nacional: el cumple de la diva presidenta. Dicho sea de paso, yo le re doy.
-¿A Cris? Dale, pero con respeto eh...
-Bué, hasta por ahí: su cara reclama un buen soplete. No me digas que no.
-Es la cincuentona más hermosa. Pero yo no sé si le doy, pobre Néstor...
[Clic para agrandar. Ahora se lee
Ya me parecía. Algo había detrás del interés intelectual del amigo Kiuman por desentrañar religiones y espiritualidades.
No podía ser sólo una casualidad que el tipo se hubiera lanzado a la aventura burocrática de la apostasía.
No podía ser sólo una casualidad que se metiera a explorar teogonías y teologías porque le sobraban tiempo e inquietud.
No podía ser sólo una casualidad que de pronto se declarara pestafarista consumado: al fin y al cabo, él es un experto en computación y sabe bien qué es un código espagueti.
No podía ser sólo una casualidad que tuviéramos (él, un orgulloso ateo y yo, un pobre agnóstico) esas charlas embriagadas hasta altas horas de la madrugada noruega para caer en que compartíamos un cierto vacío.
Me tomé mi tiempo pero hoy, finalmente, te descubrí.
Andaba rastreando un texto sobre religiosidad germánica (porque así de jodón soy: un domingo medio resacoso necesito involucrarme con otra pavada después de leer a Morales Solá) cuando me topé con la prueba irrefutable:
Ahora lo sé, mi querido Donald Mackenzie: sos algo así como un vampiro escocés y por ejemplo allá por 1912 escribiste el libro Mito y leyenda teutónicos y antes sobre los egipcios y después sobre los griegos.
Y negarlo no te va a servir de nada. Te lo juro por Odín.
Uf, anoche fui a ver Avatar. Un poco tarde, ¿no? Pero bueno, detesto las multitudes en el cine y sospeché que por ser martes y por haberse estrenado hace más de un mes no habría mil tipos. Igual había mil tipos.
Ah, también detesto a los hijos de puta que hablan y morfan ruidosamente durante la película. Pero me advirtieron que Avatar era una película para ver en cine con los anteojitos 3D y el sonido envolvente. Hijos de puta, cómo hablan y morfan ruidosamente.
Y cómo detesto Avatar. Qué película de mierda para la expectativa que generó... Como diría un amigo de la casa, "un es-pan-toh".
Tiene tooooooooodos los clichés del universo resueltos de manera previsible y pueril: la lucha del Bien contra el Mal, el muchachito héroe, la historia de amor pavota entre dos especímenes de mundos distintos, el enemigo poderoso que tiene mil vidas, el maldito happy ending.
Las metáforas, como diría otro amigo de la casa, son "arjonaroskianas". Hasta el mensaje ecológico huele feo. Y encima dura casi tres horas.
Más de una vez estuve a punto de rajarme.
Me gustaría creer que la ovación del final fue porque la mayoría pensó "¡¡Por fin!!" pero no: la mayoría de los mil tipos habló y/o morfó ruidosamente durante la película.
Lo único 100% rescatable es el uso de la tecnología. La rompe: es realmente asombrosa la riqueza visual. Bué, si no consiguen esa clase de milagros con obscenos 500 millones de dólares...
Entonces, marche un Oscar para los muchachos de efectos especiales y una buena patada en el orto para James Cameron y compañía.
Preguntó Sol:
-¿Entonces no se investiga por una cuestión económica?
-Sobre todo -contestó Gabriel Michi, presidente del Foro de Periodismo Argentino (Fopea)-. Pero también es por una directiva editorial, donde hoy persiste una visión de que a la gente no le interesa el periodismo de investigación y de que es una inversión muy grande para algo que aburre o que no repercute en la Justicia. Aunque también hay que señalar la responsabilidad de los periodistas en esto, que tal vez por una cuestión de comodidad no salen a la calle a indagar sobre ciertos temas.
Jack Donaghy es un jefe adorable y odioso. Bien empilchado, entra en la oficina de su mano derecha, Liz Lemon. Es tarde. Liz está frente a la computadora, trabajando extra y comiendo un sándwich. Tiene un cacho de lechuga en el pelo. Jack le dice:
-Lemon, ¿qué tragedia sufriste en tu vida que insistís en castigarte con toda esta... mediocridad?
["Jack Meets Dennis", episodio 6 de la primera temporada de la serie 30 Rock, 30 de noviembre de 2006. Lo dirigió el argentino Juan José Campanella, recientemente nominado al Oscar a Mejor Película Extranjera por El secreto de sus ojos.]
Aborda las consecuencias de la actividad minera en el país y, como sucedió con aquel primer laburo del que me tocó participar, el material incluye un especial multimedia y se entrega gratuitamente a cualquier medio interesado.
[Clic para agrandar la imagen:
Lo vengo diciendo desde hace 15 años, o más: me gustaría que en Bahía hubiera más que La Nueva Provincia. No me gustan los monopolios.
Como ciudadano me gusta -y me parece necesario- tener opciones, distintas voces, enfoques diferentes. Etcétera.
Y como periodista me gusta -y me parece necesario- tener competencia, colegas con quienes batallar todos los días, oportunidad de cobrar mejor sueldo. Etcétera.
Por eso una de las características que más me atrae de estar al frente de un puntocom es la imposibilidad del monopolio: la certeza de que en esta Revolución Digital hay que rendir examen cada cinco minutos y exprimir la creatividad y probar y pifiar y corregir y seguir probando y pifiando y corrigiendo.
En lanueva.com competimos con todos los portales informativos. Competimos por esos usuarios-mariposa a los que si no les das lo que van a buscar, te hacen clic en la cara y vuelan.
Pero especialmente competimos con sitios locales: entre ellos, Frente a Cano, Solo Local y La Brújula.
Algunos más y otros menos, todos sacan cosas de lanueva.com y la mayoría jamás da el crédito correspondiente, un abecé de la ética periodística que te enseñan en el primer año de la facultad.
Y no me puedo acostumbrar a semejante deshonestidad profesional (a veces tan burda como un copiar y pegar). Me da muchísima bronca cada vez que detecto un caso -y es cotidianamente, demasiadas veces.
Pero lo que pasó hoy excede esos casos de mala praxis periodístca: ya se trata de choreo, hecho y derecho e inhumano.
Resulta que le pedí al Siciliano, un técnico-artístico de lanueva.com, que metiera el pronóstico extendido del clima en la parte superior del sitio. Y resulta que cuando modificó el código descubrió que algo andaba mal... en la competencia.
Fijate:
¿Ves el logo de lanueva.com ahí arriba, a la derecha? No es que La Brújula nos esté haciendo publicidad gratis. Y hasta donde sé, LNP no compró -ni tiene intenciones de comprar- un sitio como ese.
¿Y entonces? Entonces: nos estaban afanando los datos de la temperatura.
¿Y cómo?
-Con un "chupacódigo" de los denominados grabbers -contó El Siciliano-. Se especifica qué parte del código fuente de la víctima tomar y después lo formatea y lo muestra en pantalla. Así se pueden robar muchos contenidos.
Cuando El Siciliano tocó el código de lanueva.com, se le descuajeringó la maniobra a La Brújula y le quedó el logo de lanueva.com como un sello vergonzoso.
[Clic en la imagen para agrandar.]
Entradas
Todos los comentarios
