martes, 8 de julio de 2008

344. No te esfumes por los bordes


V
iniendo de quien viene (un periodista y escritor que se llama Fernando Monacelli y justo viene a ser el secretario de Redacción de La Nueva Provincia), puede resultar sospechoso el hecho de que en su última novela haya incluido la temática de los desaparecidos y el robo de bebés durante la última dictadura.

Eso, si tenés el cerebro deteriorado.

No voy a cometer la estupidez de postular la inocencia de la literatura. Sí digo que le creo a Fernando porque lo conozco desde hace 15 años, porque le pregunté por qué lo había hecho y porque no tiene por qué mentirme y me contestó:

-Me venía bárbaro para la trama.

Insistí. Le dije que no iba a faltar el cerebro deteriorado que lo corriera por ese lado: eh, che, vos, facho, ¿te querés redimir o la vas de canchero? A ver si en confianza me decía que fue una estrategia de promoción: que como buen analista de la realidad había detectado lo coqueto que queda en estos tiempos tirársela de derechohumanista como lo hace la pareja presidencial.

Y no hubo caso.

Así que del posible lunar ni rastros hay, como tampoco dejan rastros los fantasmas cuando te sabotean el alma.

Entonces, ya es tiempo de decirlo, el libro de Fernando, titulado La mirada del ciervo (finalista de los premios de Clarín y de La Nación, editado por Sudamericana-Mondadori), es un novelón que te rastrea el alma sin fantasmear.

Para ser más claro: él tenía una copia de contrabando y me la llevé de prepo, leí un par de páginas en el diario y el sábado a la noche me guardé (repito: el sábado a la noche me guardé) y tipo 4 de la mañana vi que me quedaban dos capítulos y los reservé para el día siguiente y no me podía dormir y terminé y dije Qué lo parió.

La historia es desequilibrante y está contada por un desequilibrado, un desequilibrado en la ficción y en la realidad (porque uno inventa al otro: quién a quién, no sé) y suena mejor cuando uno de los dos (quién, no sé) trata de decir de qué se trata.

Yo diré poco más. Diré que entre varios pasajes brillantes existen dos que, lo juro, no me van a abandonar. Ambos exploran definiciones de mala muerte: 1) el que se muere se esfuma por los bordes y 2) el que se muere deja de ocurrir.

Diré que me encantaría entrevistar al Gordo Saldini, que si algún día mato un ciervo voy a cerrar los ojos, que quiero saber dónde atiende La Lavandera.

Diré que en estas horas la novela llegó a las librerías, que recomiendo invertir 36 mangos y un sábado a la noche, que no soy amigo íntimo de Fernando ni de él depende que me aumenten el sueldo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

ya lo voy abuscar. Si no me cabe te pido a vos el rembolso???

YP

Anónimo dijo...

Cuando me enteré de que el libro ya estaba en la calle me puse contento porque Fernando se lo remerece. Es una novela excelente y no hace más que confirmar lo que sostengo desde hace un tiempo: sólo de tres periodistas de La Nueva Provincia leí algo distinto: Martín Allica, Fernando Monacelli y el autor de este blog.

AEZ dijo...

YP: ¿si no te cabe dónde? Porque no es taaaaaaaaan grande.

Anónimo: por supuesto, coincido con los dos primeros. (Y gracias por la caricia al ego.) Saludos.

Mona lisa dijo...

Que bueno enterarse que la literatura bahiense sigue creciendo! Felicitaciones al novelista y al crítico!!!

AEZ dijo...

Mona Lisa: ¡gracias por pasar, che! Y la verdad es que no te tenía palabreando, pero me alegra haber encontrado tu espacio. Saludos.