346. Te queremos, Labrunita
[Va la segunda entrega de las historias europeas colgadas. Esta corresponde a un retazo de Viena y está dedicada muy especialmente al amigo Donald, alias Kiuman.]
Cuando Donald llegó desde Oslo a Viena lo esperábamos con Andrés en la puerta del hostel, cada uno vaciando una lata de medio litro de cerveza caliente que habíamos comprado en un supermercado por 39 centavos de euro.
Era un sábado, y había sol. Nos encontrábamos después de un par de años, y por primera vez en Europa.
A los tres Viena nos pareció preciosa pero distante: para entrar en cualquier museo hay que poner de diez euros para arriba. Y si sos un pobre argentino y tenés que elegir entre una exposición de armas antiguas y un sábado de escabio con amigos, partime la cabeza con un garrote medieval pero a la cultura te la tomás de un sorbo.
Lo que sí hicimos es la típica: caminarse todo y aprovechar lo que había gratis.
Y el domingo, arruinados en un 98,7% -sobre todo alguien: Donald 1-Viena 0-, enfilamos hacia la Municipalidad sólo para ver ese edificio monumental. Pero había una multitud. Justo enganchamos un festival de bicicross (?).
-¿Mozart?
-Dale.
La única casa en la capital austríaca donde el genio vivió y compuso durante tres años (Mozarthaus) es uno de los principales ganchos. Entramos.
-¿Cuánto cuesta?
-13 euros cada uno.
Nos miramos con esas miradas de "Sí, claro, fijate esta salchicha vienesa". Ya sabíamos lo que venía.
-¿Cerveza?
-Dale.
Vimos un barcito en un callejón, con tres mesas afuera: fundamental para fumar. Una sola estaba ocupada por una pareja con un bebé. Nuestros seis ojos se clavaron en ella.
No, en la mesa no. En Sandra, la tremenda bestia que estaba sentada con su marido y el crío.
-¡Uy, la puta madre, qué Labrunita!
[Cuando visité a Donald en Noruega fuimos a una casa de deportes. Los dueños eran turcos apellidados Te chamuyo bero no hay descuento ni en bedo. Y la cajera era una rubia infernal con una carita exquisita, imposible. “Un angelito”, dijo Donald. Desde entonces, cada rubia deliciosa que nos cruzamos pasa a ser “un angelito”, un Ángel Labruna, un Labrunita.]
El esposo de Labrunita era el hermano gemelo del periodista Marcelo Zlotogwiazda.
Eso, y que el pibe fuera un alemán de nombre Peer con mucha onda (un chanta, bah: representante para Austria de la empresa de juego online fulltiltpoker.com, que factura, dijo, un millón y medio de dólares por día gracias a sus 70.000 apostadores registrados), nos dio la excusa perfecta para la conversación mientras le junábamos la mina de todas las formas posibles.
-Me enamoré –dijo Donald.
-Lo tuyo es pasajero –dije—. Mi amor es profundo y eterno.
La verdad es que la charla fue divertida, pero los tres queríamos desde lo más negro de nuestras almas que el bebé, Quinn, se tropezara y se partiera el cráneo y Zloto lo llevara al hospital mientras Labrunita decidía quedarse con nosotros para disfrutar de sesiones interminables de sexo salvaje antes de dejar todo e instalarse conmigo en una isla del Pacífico para dedicarnos a hacer artesanías con corales.
A cambio, Zloto nos sacó fotos y nosotros hicimos lo mismo: a ver, los tres juntitos, así, qué divina sos, te parto en ocho, pará de hacer ese collar y vamor a curtir en la playa, mi amor.
4 comentarios:
Nooo!!! me muero! que viaje! que dias! que de cerveza! que Angelito!!!! es una divina.
Mil gracias por la dedicatoria, me la merecia ya que soy al que mas miraba Sandra ;) jajajja.
Abrazo Abelito!
PD: en un par de horas salgo para Tønsberg a tirarme en paracaidas.
Vos sacaste esas fotos? Buenísimas. Idem el txt.
Que gran concepto labrunita!!! Y la foto de los tres amigos donde es? Ese reducto lo veo conocido?
Kiuman: jejeje, me parece que ya se te pasó la edad de hacer deportes extremos, che.
Ah, y si Sandra te miraba era porque te vio parecido a un violador serial de una peli...
Abrazo grande.
León: gracias, loco. Sí, son fotos que saqué con el celular.
Diego: es en el hostel Wombat's de Viena, el mejor en el que estuve. ¿Anduviste por ahí?
Un día de estos habría que salir a labrunear.
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