domingo, 16 de septiembre de 2007

137. Mirá y contá: croniqueá


El viernes, en una charla demasiado rápida cuando en el diario le di El País, Maru dijo por impulso (está desencantada, la pobre: y negativísima) que ufa, que ya no hay como aquellos. Dijo Maru: Ya no hay como aquellos, y se refería a los monstruos de la prosa de no ficción, a los norteamericanos de los 60, a los Wolfe, los Capote, los Mailer, a los que marketinearon eso del nuevo periodismo que a casi todos los periodistas escritos nos condiciona (nos caga: nos maravilla) la vida profesional.

Y yo le dije Sooooooooo, pinga, no rebuzne: le dije que había una continuidad rotunda en los Anderson, los Remnick, los Foster Wallace. Allá. Y acá también la hay para los Arlt, los Walsh: pensar en los Eloy Martínez, los Caparrós: pensar en las Guerriero: pensar en la turba de irreverentes veinteañeros y treintones latinoamericanos que cuentan mundos en Gatopardo, en Etiqueta Negra, en Rolling Stone, en libros.

Ajá, sí, dijo, es verdad, y no agregó Qué ganas de contar mundos pero sus ojos sí.

Y todo esto para decir que la crónica está viva y coleando. La crónica: eso que casi todos los periodistas escritos adoramos hacer (y adoraríamos hacer bien) y nos condiciona y nos caga y nos maravilla la vida profesional.

A mí nunca me llenó la palabra crónica para etiquetar este género. No iguala todo lo que define el feature inglés. Pero no tenemos otra: lo cual es curioso. En la facultad y en la etimología y en la RAE se dice que una crónica es una historia en la que se observa un orden temporal. Y no da. Pero.

Ya fue: no inventamos otra y ahora es tarde. Importa más lo que es, de qué se trata.

El adncultura repitió ayer los conceptos croniqueros que Martín Caparrós viene repitiendo sobre el asunto. Una pieza deliciosa, esclarecedora, valiente, esperanzadora y desesperanzadora, para el marquito: una pieza crónica.

Que sirve, además, de prólogo para el necesario, el uppercut de libro que es La Argentina crónica. Historias reales de un país al límite, que editó Planeta y que incluye 14 relatos de laboratorio eureka del periodismo narrativo nacional (un muestreo de la brillante generación cronista actual), elegidos por Maximiliano Tomas.

Entrale y verás. Miradas contadas.




(Y me la pasé adjetivando: cargándome escandalosamente el Show, don't tell en cada párrafo. Las disculpas del caso. Ya dije que la crónica es algo que adoraría hacer bien. Acá no cuadró. Por eso, y por vergüenza, ni lo intenté.)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me quedo con eso de que todos, los de antes, los de ahora y quizá alguno que vendrá, todos, pero todos, vinieron a cagarnos la vida.

AEZ dijo...

Like I said, la negatividad al palo. También nos maravillan la vida profesional, che. Chancha. Enough!