martes, 3 de agosto de 2010

699. Hay quien por ahí se come una perdiz


E
scuchás que alguien habla en otro idioma o tiene un acento raro, y te fijás. Es una reacción bastante típica, creo.

Lo que no es tan típico es que estés en el aeropuerto de tu ciudad, que escuches que alguien habla en otro idioma o tiene un acento raro, que te suene esa voz, que te fijes y que estés seguro de que a ese alguien de algún lado lo tenés.

Me disponía a preguntarle al tipo de dónde nos conocíamos y justo se fue al baño. Y después llegó el avión de Pablo. Y de golpe me acordé.

-¿Sabés quién es ese? -le dije a Pablo- ¡El colombiano de mi entrevista en la maestría! ¿Te acordás?

-No.


En 2001 cursamos con Pablo la Maestría en Periodismo de la Universidad de San Andrés, el Grupo Clarín y Columbia University.

Una de las materias se llamaba (y todavía se llama, ¿no, Escocés?) "Búsqueda, Procesamiento y Escritura de la Información". Le decíamos Bepei. La daba Paula Lugones. En fin; no viene al caso evaluar los contenidos ni nada de eso.

La cuestión es que en Bepei cada uno tenía asignada una zona de cobertura. Y funcionábamos a manera de corresponsales, ponele: había que escribir una nota sobre educación y vos tenías que buscar algo en tu sector. Y así.

Un día tocó hacer entrevista y pegué una buena historia. No puedo recordar de dónde surgió, quién me pasó el dato, pero el protagonista era muy interesante: un chabón colombiano, aparentemente brillante, ex funcionario del gobierno que de pronto largó todo y se vino a la Argentina siguiendo a una chica.


Me junté con el tipo un par de veces. Me cayó muy bien. Atildado, de buenos modales, culto, piola. Hablamos horas. Y me contó con alto nivel de detalle una historia de amor bastante triste: como es toda historia de amor, más tarde o más temprano.

Por entonces Juan Manuel Rojas tenía 29 años y como viceministro de Minas y Energía había sido, a los 28, el integrante más joven del gabinete presidencial de Andrés Pastrana; tenía siete asesores, manejaba 22 empresas del principal holding colombiano, sufrió atentados, se sentó en la mesa de negociación con el célebre guerrillero Tirofijo Marulanda, ganaba bien y tenía todo para hacer una gran carrera.

Bueno, todo no: le faltaba Andrea, la argentina que lo había enamorado mientras los dos cursaban la maestría en Políticas Públicas en la Universidad de Harvard.

Ella no bancó la idea de vivir en Colombia y se había vuelto a Buenos Aires.

Como la relación a la distancia se pudría, Juan Manuel decidió renunciar para tratar de recuperarla. Pero le estaba resultando melodramáticamente difícil: tuvo que instalarse en lo de sus suegros, no podía conseguir laburo, andaba corto de guita, Andrea no le daba tanta bola, ¡hasta compraba rosas y no se le abrían...! Esas cosas. Y el tipo pateaba solo las calles de un país que se encaminaba derechito al carajo.


-¿Te acordás ahora?

-¡Ahhhhh, sí! -me dijo Pablo-. Qué historia... ¿Y ese es?

-Estoy seguro... Pero bancá que le pregunto.


Fui y le pregunté: era Juan Manuel Rojas, nomás.

-¿¡Cómo andás...!?

-Pues bien... bien. Sorprendido...

-Yo también. ¿Y al final funcionó la cosa con tu chica? Recuerdo que estabas bajón con ese tema...

-Sí, gracias a Dios funcionó. Seguimos juntos. Mira qué sorpresa verte...

-Más para mí: fijate dónde te vengo a cruzar después de tantos años... ¿Y qué hacés por Bahía?

-Pues vine a trabajar.

-¿Ah, sí? ¿En qué?

-Estoy con algo de energías limpias -dijo, y me dio su tarjeta. Leí:

Juan Manuel Rojas

Director

Socma



Socma: Sociedad Macri: megacompañía multinacional encabezada por Franco Macri.

Está claro que ahora sí le va bien-bien a Juan Manuel. Sentí una curiosa empatía.

8 comentarios:

Sol dijo...

Qué buena la historia. Más tarde, resultó bastante alegre ¿No? ¿Te ganaste el 10 de Paulita? ¿Y por qué la empatía?

carnavalito dijo...

Genial

Argentina, tierra de oportunidades (para egresados de Harvard con vinculación a paises productores de droga).

PD: Pido dedicatoria o mención en el post 700. Así, sin ningún tipo de vergüenza.

AEZ dijo...

Sol: ni me acuerdo qué me puso Paulita, pero, la verdad, tampoco me importaba demasiado... La empatía es porque, como dije, el tipo me cayó muy bien: un sufridor que te hace un gran relato de su sufrimiento se merece una alegría. Creo.

Carnavalito: jejeje, the Argentine dream!! Está bien que aclares la falta de vergüenza, porque acá hay gente que no te conoce...

Anónimo dijo...

Que linda historia, y que paradójica no?..digo, supongo que algo puedes masticar, (pese a tu escepticismo), je. Digo, el lugar, el tipo, los giros vitales, el cruce, y las circunstancias amorosas.

Interesante jugarse por algo, no importan los posibles efectos. Es precisamente el juego que plantean los desafíos. Cuando nos jugamos fichas desde la visceralidad de un sentir, algo va a doler...en algún momento. Y si no resultara como deseamos, quien te quita lo vivido...prefiero lo último.

Vos te cruzaste con un "sufridor", ahora yo reconozco un tipo que siguió al cuerpo y colgó la cabeza.
Si mayor cantidad de humanos nos animáramos más seguido, se comerían más perdices.

Me encantó, sobre todo porque suma a los fenómenos que refutan las casualidades. Je.

Abrazo.
G.

Diego dijo...

Hasta el 2008, BPEI no solo se seguía llamando así, sino que tambien era bepei la forma que usábamos los alumnos para nombrarla.

AEZ dijo...

Gurisa: como me conocés, tendrás en claro que no comparto mucho tu diagnóstico... Es muy idealista y la vida es (básicamente) una mierda. Pero la verdad es que resulta agradable cruzarse de vez en cuando con historias de final más o menos feliz.

Diego: esto me recuerda que todavía ni humo hay de tu tesis...

Lelé dijo...

Buenísima historia. Me cae bien el colombiano. Mencionás a Pablo. Es Pablo-Pablo? El de la nota de Viva del domingo? Pues felicitalo de mi parte. La parte del tenista con cancer en el testículo está impecable.

AEZ dijo...

Lelé: el mismo Pablo que viste y calza (aunque no sé cuánto). Le digo, cómo no.