viernes, 8 de febrero de 2008

246. Ser o no Cerdeña (3)

(Desde Oxford)



Dicho sea de paso, todavía no sé y no entiendo por qué en castellano es Cerdeña, con ce, si el original es Sardigna o Sardinna y en italiano es Sardegna y el gentilicio es sardo (y no cerdo, que sería más coherente con la incoherencia) y no hay que olvidarse de las sardinas y la sardonia es una planta cuyo jugo aplicado en la cara produce una mueca que da risa y de ahí viene lo de la risa sardónica y me acuerdo de una compañera en la Escuela 4 -buena, alta, silenciosa: mi compañera- que se apellidaba Sardi.

El regalito consistió en diez días en una isla paradisíaca en serio: "paradisíaco" es un adjetivo bastardeado, manoseado, pero a mi cabeza no se le ocurre otro más ajustado. Sólo pensar en ese agua con manchones verdes, turquesas, azules, celestes...

Por algo yo, que nací sin el gen asiático y jamás pude comprender cómo hay gente que se preocupa más por fotografiar un momento que por vivirlo, me volví con 213 fotos en el celular.

Casi todo pueblo dominador en la Historia la quiso y la tuvo: Cerdeña fue fenicia, cartaginesa, romana, bizantina, árabe, aragonesa. Son 24.000 kilómetros cuadrados en el Mediterráneo, o sea como diez Bahía Blanca o como un décimo de la provincia de Buenos Aires.

Me la recorrí bastante: al auto le hice más de 1.500 kilómetros en una semana y pasé por una treintena de ciudades, poblados, playas, golfos e islas. Aunque me quedé en tres sitios: Cagliari, la capital sureña; el archipiélago norteño de La Maddalena y Alghero, el enclave catalán del noroeste.


Después de ese atardecer

y noche cagliaritani, con una pizza notable mitad provola affumicata mitad sarda finita quemadita llenita de mozzarella escuchando a Los Beatles en un bar con paredes del siglo XIII, el domingo temprano caminé por el centro histórico y llegué al puerto, donde me encontré con un sinvergüenza

y con un entrelazado feo y con olor a viejo.

Iba para la cancha del Cagliari, que se llama Stadio Sant'Elia y queda cruzando un río y de un lado tiene el mar

y del otro, la montaña.

Me clavé un gelato di chocolato y pompelmo rosa y me agencié unos pistachos. Ya adentro, charlé un rato con un par de carabinieri (lejos, los policías con más onda del mundo: la pilcha se las diseña Armani...)

y antes del partido entre el local y el Napoli enganché al Bati Larrivey -desde que llegó no le hace un gol ni al golfo- y al Pocho Lavezzi -ya ídolo donde Maradona es dios.

En Cagliari odian a los napolitanos. El equipo no tiene clásico en el Calcio ni tampoco mucha esperanza de salvarse del descenso: hasta ese día llevaban dos victorias en 20 partidos, últimos cómodos.

Encima Napoli, haciendo la conservadora que parece regla en el fútbol italiano, pegó una contra de pedo y se puso 1-0. Ah, la que se venía... Los sardos no están mal pero acostumbráos, como Inodoro: empezaron a putear al presidente del club, a los jugadores, al cielo, a los santos, a la virgen. Hasta que...

El árbitro adicionó cuatro minutos. A los 47 llegó el empate carambolesco. Y a los 49, el delirio. 2-1 épico, descontrolado, venial, inolvidable.

Los pibes que tenía a mi alrededor me abrazaban, me decían que yo era la suerte, qué odio Napoli, se colgaban de las barandas, saltaban sobre las sillas, les daban gracias a los jugadores, al cielo, a los santos, a la virgen: a todos, menos al presidente.


Me insistieron tanto en que yo era la suerte (me pagaron tantas cervezas) que por las dudas fui al bingo.

En el bingo había un cuarto de cuarta para fumadores. En el cuarto, unos veinte fumadores y entre ellos, una mujer de 40 y pico con su hijo de siete.

-Lo traigo para que aprenda los números -me dijo, sin sacar la vista del cartón aunque todavía no empezaba la vuelta.

-¿Y si el chico te sale jugador?

-Y... ¡¡saldrá a la mamma!!

Me miró como si yo fuera napolitano. Me senté lejos de ella y empecé a cartonear.

Y nada.

De nada.

Pero nada, ¿eh?

Siempre me quedaban dos o tres números.

Ni siquiera una línea, que en Italia se dice cinquina (pronúnciese "chincuina").

La sala cerraba a las ocho y se iba vaciando. Anunciaron la anteúltima jugada. Tres cartones por tres euros. Ma' sí.

El 70. Cantá el 70, la puta que te parió. 70, 70, 70.

-Settanta: sette, zero.

-¡¡Chincuina, CARAJO!!

La pegué. Cartón N° 2.308: 13, 26, 42, 58 y 70. Línea correcta, ¿alguna línea más?, la jugada queda cerrada con una línea correcta. Tomá. Me trajeron la banderita y todo. Total premio: 2,28 euros. Andá a cagar.

El 25. Dale, qué te cuesta, decí 25. No, 23 no, hija de puta. 25. ¿Qué parte de "25" no entendés, eh? Dale, perra. Ventichincue.

-Venticinque.

-¡¡Bingo!! ¡¡Bingo, LA PUTA QUE TE PARIÓ!! ¡¡BINGO!!

No sé por qué, mi grito hizo cagar de risa a la gente. (Menos la mamá fumadora-jugadora.) Cartón N° 2.306: 7, 8, 18, 19, 20, 25, 29, 34, 45, 57, 65, 69, 76, 79, 84. La jugada queda cerrada con un bingo correcto. Sí, el mío, pagame. 18 euros con 20 centavos. Porca miseria.

Pero quién me quita la bingueada.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué mala vida tenés, boludo!!!

En portugués, te cuento, la isla es Sardenha. Con la s.

Anónimo dijo...

Sí que le gustaría a "La Tipa" estar ahí. Es mágico a través de las fotos, me imagino en vivo.
Si pudieras ver su sonrisa cuando lee tus comentarios, y su apodo viajando en Internet.
Nos enteramos por los medios, el tremendo incendio en Londres, estabas cerca ?
Que orteli con el bingo !!
Quién dijo que el 13 es yeta? Naciste con todas las estrellas.
Bueno neno, está jugando River-Gimnasia vamos 2 a 0. Papi lo está viendo en casa y yo aproveché que venía Vanesa al ciber para mandarte estas líneas. Todo ok ! Cada uno en lo suyo y yo de vacaciones. Giselle pasó unos días en Monte con Osvaldo y aprovechamos para quedarnos un finde y disfrutar del mar.
Muchos Besos y cuidate!