jueves, 21 de enero de 2010

616. Gran Hermano sin confesionario


"
Librados a su antojo, cual ganado suelto en las llanuras de la Argentina, [los proles] han vuelto a un estilo de vida que parecían sentir como natural, una especie de patrón ancestral. Nacían, crecían en la calle, iban a trabajar a los 12, atravesaban un breve período de florecimiento de belleza y deseo sexual, se casaban a los 20, llegaban a la mediana edad a los 30, la mayoría moría a los 60. Duro trabajo físico, el cuidado del hogar y los hijos, nimias discusiones con los vecinos, películas, fútbol, cerveza y, sobre todo, el juego de apuestas, llenaban el horizonte de sus mentes. No era difícil mantenerlos bajo control.

[...]

"Él le tomó la mano.
-¿Podés creer -le dijo- que hasta este momento no sabía de qué color eran tus ojos? -Eran marrones, notó, de un matiz claro, con pestañas oscuras. -Ahora que viste bien cómo soy, ¿todavía aguantás mirarme?
-Sí, fácilmente.
-Tengo 39 años. Tengo una esposa que no puedo sacarme de encima. Tengo várices. Tengo cinco dientes falsos.
-No me podría importar menos -dijo la chica."





El escritor y periodista británico George Orwell -que murió hace hoy 60 años- en la novela 1984 (Penguin Books, Londres, 1976, páginas 784/785 y 814). Justo acabo de releerla en aquel libro cruzado que me dio Zoë en Oxford. Y qué placer. Para completarla, re da entrarle al análisis que metió Hernán Arias en el Perfil del último domingo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

qué grande Orwell. pero qué grande!!

Jota

AEZ dijo...

Jota: como escritor y como periodista. Totalmente. Gracias por pasar.