187. Conversaciones con los lores quejosos
(Desde Oxford)
La mamá, inglesa, lo abandonó cuando era un pibito y nunca más supo de ella. El papá, un inmigrante chipriota, trabajaba de mozo y como no podía cuidarlo, un día lo dejó en un patronato municipal de la infancia.
A los 11 años le otorgaron una beca para estudiar en una escuela cristiana, después estudió Historia Moderna en la Universidad de Oxford y se graduó con honores, más tarde consiguió su doctorado en aristocracia británica de fines del siglo XIX; fue concejal liberal-demócrata y luego se hizo laborista; fue académico en Nuffield y fue periodista; fue asesor estrella de Tony Blair especialmente en temas de educación y ahora, como si se cerrara un círculo en su vida, trabaja como ministro parlamentario (o sea, por fuera del gobierno) en el Departamento para Niños, Escuelas y Familias.
El hombre se llama originalmente Andreas Adonis pero desde 2005 es Lord Adonis. Es probable que su padre chipriota decidiera el nombre inspirado en la deidad griega, pero sin saber que la palabra adonis proviene de la semítica adon, que significa, justo, lord.
El por lo tanto redundante Lord Adonis nos dio el último seminario del bimestre, enfocado en su visión sobre los medios: una visión tal vez nublada por el llanto quejoso, ya que (dijo) siendo como es una figura pública, el periodismo no deja en paz ni a él ni a su familia.
Y quizá también porque tiene clara su escala de prioridades. Cuando terminó de hablar me le acerqué y le dije:
-Si tuviera que elegir: ¿periodista o político?
-Político, sin dudas.
-¿Por?
-Porque es la mejor posición para cambiar el mundo.
-No esperaba una respuesta tan... idealista, lord.
-Es que luego de mi paso por el gobierno soy más idealista que nunca. En serio.
-Y, en serio, ¿dio consejos a otros integrantes del gobierno sobre cómo enfrentarse con los medios?
-Por supuesto.
-¡Traición al periodismo!
-Nooooo -se rió-, sólo les expliqué la dinámica de los medios, para que supieran cómo se manejan.
Hace seis meses, poco antes de dejar el poder luego de una década, el ex primer ministro británico Tony Blair aceptó ir al cuartel central de Reuters para referirse a los medios y dijo un par de cositas: 1) que los periodistas eran bestias salvajes que cazaban en manada y 2) que el periodismo producía un impacto "seriamente adverso" en la vida pública.
Como respuesta, ayer el Instituto Reuters y el Media Standards Trust organizaron un encuentro en la Asociación de Corresponsales Extranjeros de Londres. El panel, moderado por el periodista del Guardian Michael White, estuvo integrado por cuatro personalidades del ámbito público nacional: el general retirado sir Rupert Smith; la abogada Sue Stapely, quien ha manejado numerosos casos mediáticos y se especializa en la relación con los medios; Tim Livesey, actual jefe de Asuntos Públicos del Arzobispado de Canterbury y ex asesor de prensa de Blair, y Lord Michael Jay, quien trabajó para la Cancillería (Foreign Office) desde 1981 hasta 2006, y durante cuatro años dirigió el servicio diplomático británico.
Básicamente, ninguno de ellos coincidió con Blair en su ataque "simplista y fatalista" pero cada uno lanzó algún palito al periodismo. No sin razones.
El que más me impresionó fue el de Lord Jay, sobre todo cuando protestó por la cobertura que la prensa británica dio al plan de asistencia del Foreign Office para los ingleses afectados por el huracán Katrina hace dos años en los Estados Unidos. Dijo algo así como que habían ayudado exitosamente a 100 personas pero los medios se concentraron en el único caso fallido.
Me pareció una pavada descomunal e innoble del lord, así que al finalizar me presenté y le pregunté si disponía de un minutito:
-Debe ser breve, porque tengo que ir a una cena.
-OK, cómo no. ¿Entendí mal o usted se quejó por cómo trabajó la prensa durante Katrina?
-Entendió bien.
-Pero ahora sí que no entiendo, lord. A los periodistas no nos pagan para hacerle publicidad al gobierno. ¿Por qué debería publicarse que el gobierno hizo 100 bien, si se le paga para eso, para que haga bien su trabajo?
-Sucede que el supuesto caso de atención fallida fue una mentira.
-Ah, bueno: eso es mala praxis profesional. Pero también es otro tema. Yo querría saber si en serio usted cree que la prensa debería publicar los aciertos del gobierno y no sus errores.
-Discúlpeme, pero tengo que ir a una cena -dijo, y se puso a discar un número en su celular.
Después del encuentro, John Lloyd, el director de Periodismo del Instituto Reuters, invitó a los fellows a comer unas pizzas. Cuando empezamos a caminar, Lord Jay iba atrás nuestro. Vi que seguía hablando por teléfono.
Me puse a charlar con My friend Yao y no me di cuenta de que Lord Jay venía con nosotros: es amigo de la esposa de John, que se llama Ilaria y es italiana, académica y divina.
-Se canceló mi cena, por eso estoy acá -dijo Lord Jay en la rueda de presentaciones. OK.
Alcancé a colarle una sola pregunta en toda la noche. No daba insistir con lo de gobierno versus periodismo, así que:
-Luego de que la Argentina recuperara Malvinas en abril de 1982, ¿hubo alguna posibilidad cierta de negociación diplomática?
-No -respondió inmediatamente, con cara de queja. Esta vez no estoy seguro por qué la puso: si fue porque usé el verbo recuperar y no invadir (que es su preferido), o porque me descolgué, o porque se le reflejó la pizza vegetariana que estaba muy amarga.
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