206. Las paradas del viaje (1)
(Desde Oxford)
1.
Llovía y hacía frío esa noche en Zagreb pero no me iba a quedar en el hotel. No.
Si bien no sabía (no sé, ¿no sé?) por qué había decidido ir a Croacia a pasar unos días, incluyendo el de mi cumpleaños 33, sí sabía que era de despreciable deprimente demente guardarme en una habitación por más que tuviera tele y DVD y techo y calefactor mientras en Zagreb esa noche llovía y hacía frío.
Me apuntaron que cerca, sobre la principalísima avenida Ilica, frente a la estación de tranvías, había un restorán típico. Quedaba en un subsuelo: gracias por la sutileza.
Bajé los escalones, empujé la puerta y vi una especie de bodegón decoradito y vi a un único tipo, alto y con cara de embolado, que, creo, me dijo Dobar dan (pronúnciese "doberdán"), o sea "hola". Era el mozo. Tal vez estaba a punto de irse a la casa cuando le caí. Por las dudas -porque la escupida no distingue idiomas; el hambre tampoco- le hice el versito del pasaporte. Y me pidió que le hiciera el honor de estar ahí a las 12 así me decía feliz cumpleaños.
Plato cero: un tinto exuberante de Eslavonia, que queda al este del país y es una de las 300 regiones productoras de vino en Croacia.
Plato uno: cobanac (pronúnciese "chobánatz"), una sopa con trozos de carne de vaca y de cerdo regados con páprika.
Plato dos: punjeni pureci odrezak (pronúnciese "púnieni púrechi ódrezac"), arrollado de pavo con queso y papas picantonas.
Los cuatro pibes y la piba que entraron mientras me saciaba gustosamente se pusieron a escabiar de lo lindo y para cuando el mozo se acercó a saludarme, uno de ellos me mandó de regalo una copa de travarica (pronúnciese "trávaritza"), una bebida hecha a base de hierbas seleccionadas y uvas dálmatas: 40° directos a tu cerebro.
De onda o de borrachera, o acaso de lástima, me invitaron a su mesa. Goran, morocho y con alta pilcha, se presentó como dueño de bodega eslavona y arrancó con las muestras gratis. No me iba a negar: yo soy un huésped atento. Después Denis, pecoso y de barba rubia, pidió que me convidaran sljivovica (pronúnciese "shlívovitza"), de nuevo 40° rotundos con gusto a ciruela. Y luego, si mal no recuerdo, un tal Mirko, de cara a esa altura borrosa, me sirvió medovaca (pronúnciese "médovatza"), otros 40° como latigazos.
No me pregunten cuándo paramos.
No me pregunten por qué ni quién empezó a hablar de cocaína: ¿Es buena en Argentina?, ¿Cuánto cuesta el gramo?, Acá la buena sale 100 dólares, ¡¡Maradona-Maradona!!, ¿Querés una línea?
No me pregunten cuántas veces gritamos "salud" en croata: ¡¡Zivili!! (pronúnciese "shíveli").
No me pregunten cómo se dice "resaca" en croata.
No me pregunten qué más pasó.
A la tarde me regalé una remera. Tela gris, oscura, con una frase iluminadora: Nabijem ih sve. Pronúnciese "nabiiém ijsvé". Significa, más o menos, "váyanse todos al carajo". Fuck them all, según traducción libre local al inglés.
Llovía y hacía frío.
4 comentarios:
Este post entra en el top 3 del blog. Sos bizarro eh, bizarro...
pd: muy bueno el regalo. Abrazo.
Laovejabala: ah, claro, porque vos con Industria Nacional la vas de sofisticado, jejejejejejeje. Gracias, loco. Abrazo grande.
Aguante esa remera , quiera una pero version español jaja
Saludos
TR Marcelo: yo pensé lo mismo, pero como que se pierde la joda en la traducción, ¿no? Saludos y gracias por pasar.
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