jueves, 6 de marzo de 2008

265. Ser o no Cerdeña (4)

(Desde Oxford)

[Estoy debiendo varios relatos de viajes, que son los que más disfruto. Los tiempos solían correrme de atrás pero me pasaron hace rato, y ahora casi ni los veo de tan lejos que están: eso sucede. De a poco voy a ir cumpliendo con lo que me quedó de Cerdeña, Escocia y Noruega. Acá va una cuota; ahora táchenme la doble.]

Cuando estoy de vacaciones no me cuesta tanto levantarme temprano. Tipo 9, digamos. A menos que la idea sea larvear a morir, creo que no tiene demasiado sentido arrancar al mediodía en un lugar que no conocés.

Por eso no revoleé el celular y sí me pegué una ducha, desayuné, me subí al Seicento y arranqué con rumbo norte.

Entre Cagliari y Olbia hay apenas 294 kilómetros. Pero a mí el trayecto me demandó 10 horas.

La razón es simple: me desvié a cada playita, cabo, bahía, puerto, ensenada y bar que me resultó interesante.

[Costa Rei: arenas pálidas y un murmullo mareado, todo para mí solito y no te convido, leru-leru.]


En Capo Ferrato de golpe se terminó el pavimento. Continué por tierra un tramo, hasta que mi instinto de conductor avezado me advirtió Te perdiste como un salame. Frené en un rancho desangelado donde una mujer con máscara muy Jason Martes XIII cortaba el pasto. Le pregunté, claramente en español disfrazado de tono tano, cómo retomaba hacia Olbia por la costa. Onda Eh, ¿ma come ritorno al camino per la costa qui conduche a la Olbia?

-Esperá -alcancé a entenderle- que traigo a mi hermana. Ella habla tedesco.

Me dieron ganas de decirle ¿Y qué hacemos con el tedesco, si yo soy argentino? El único Tedesco que conozco es Marcelo.

-¡Diritto, diritto! -me gritó la hermana. (En Italia casi todo queda siempre diritto.)

Manejé diritto pero ni rastros de civilización. El salame móvil seguía aparentemente perdido. De pronto vi dos formas humanas: dos ciclistas. Los bocineé hasta que pararon.

-We have no idea. We are English and we're lost, too. I'm sorry.

Aceleré para que tragaran un poco de tierrita y para llegar rápido a algún lado, ya no me importaba dónde.

Y el paisaje me cacheteó.

[¿No será extremadamente cristalina el agua? Y nosotros, con 5.000 kilómetros de costas, tenemos dos opciones: remojarnos en tonos marroncitos o recontracagarnos de frío.]


Hacía minutos que estaba en Olbia, recorriendo la ciudad, cuando me avisaron por teléfono que el cargamento especial llegaba en barco a Porto Torres, al otro lado de la isla bonita. Madonna.

Pegué uno de gruyere y mortadela con pistachos y uno de gruyere y jamón parmesano, un agua mineral, y volví a la ruta.

[Aunque tuve que apoliyar en el auto, todo bien, y a horario, en una mole de 214 metros de largo por 22 de ancho, con capacidad para 2.000 pasajeros más la carga.]


Amanecía en Porto Torres bellamente,
pero al policía del puerto le pareció sospechosa mi cara -me lo dijo- y además quería revisar el cargamento especial. Qué ganas de romper las pelotas a las 7 de la mañana, caro vigilante aburrido prejuicioso aunque piola.


¿La verdad? No me importó. Nada de nada. Total, poco después estaba yendo al paraíso. Diritto, diritto.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Grosso relato, loco!!! Un dia te vas a poner al día, no? slds.

May dijo...

Cómo me hacés reír, loco... Beso

AEZ dijo...

Anónimo: agradezco sus calificativos. Y tengo ganas de ponerme al día pero me falta tiempo. Ya va, ya va.

May: me alegra muchísimo. Y thank you very much, porque para mí eso es como un piropo. Besote.

Anónimo dijo...

Así que todo derecho?
Pensar que a uno de chico le enseñan que el paraíso está arriba.
Siga deleitándome.
FF

AEZ dijo...

FF: usted póngase el disfraz de "cargamento especial" y yo trato.