126. NIKirchner es tan bizco
Salió hoy, en La Nación.
De yapa: el asesino serial border de Cicco descuartizó a Nik en Hipercrítico.
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Por Pablo Perantuono
Para el mundo, Argentina era una postal de gomas humeantes, un dato impreciso, el cuerpo dado vuelta y cayéndose al vacío. Y mientras nosotros comíamos hamburguesas a tres dólares en una Indianápolis más desangelada que una iglesia vacía, el equipo de básquet enfrentaba a la encarnación deportiva del poder occidental, el imperio que se dignaba, a desgano, a meterse en una cancha con los restos del mundo.
El Dream Team perdió por paliza con el equipo de Manu. Otra vez quedó demostrado ahí que la fe y la comunión son una fuerza deslumbrante. Doce hermanos pudieron más que doce estrellas distantes.
Cuando terminó el partido, el padre de toda esa obra, Rubén Magnano, miraba con ojos de hazaña todo lo que sucedía alrededor. Estaba demudado. Tanto, que perdió el ómnibus que llevaba al plantel hacia el hotel.
Allí lo encontramos: acababa de sacudir al planeta, pero allí, solo y aturdido, era un hombre anónimo perdido en el corazón del sistema. "Esto no es un triunfo deportivo solamente. Es el triunfo de una idea. Estos tipos nos hicieron muy mal a nosotros." Significaba, claro está, una revancha casi social para un representante de una generación -los tipos que atravesaron políticamente los 70- que alguna vez anidó una esperanza de cambio.
Allí estaba el Tío Sam derrotado, con las rodillas dobladas por el cachetazo feroz de una pandilla desclasada.
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Lo recuerdo como si fuera hoy, mirá.
En medio de la depre rotunda había recurrido a mi hinchapelotez en grado extremo para convencer a Perantuono de que me acompañara al Mundial de básquetbol de Indianápolis 2002. "Dale, boludo, la Argentina da para campeón. Va a ser algo épico", le decía, entre el Cabernet y las empanadas de El Sanjuanino, mientras el país inventaba los círculos más bajos del infierno. Nos habíamos conocido a comienzos de 2001, en la primera maestría de Clarín, y un año después estábamos culo con culo aguantando la desesperanza más dolorosa y miserable.
Se lo decía en serio, no era chamuyo: yo estaba 100% seguro de que la selección nacional le pisaba los talones a la gloria. Y él, íntimo de las causas perdidas (lo digo por mí), finalmente dijo OK, vamos.
A los ponchazos, como se arman los mejores viajes, aterrizamos en esa ciudad re-blanca de los Estados Unidos profundos. No teníamos un mango. Pegamos un hotel de motoqueros en las afueras y cada día, bajo un sol asesino, caminábamos como 30 cuadras hasta los dos estadios en los que se jugaban los partidos. Hacíamos una sola parada: el supermercado, donde comprábamos unas galletas para darle contundencia al café gratis de la sala de prensa y así desayunar-almorzar-merendar. Y de cena, alguna hamburguesa raquítica. No queríamos (no podíamos) reventar la tarjeta de crédito: en la Argentina se decía que el dólar volaría hasta los 12 pesos.
Me acuerdo de ese 4 de septiembre y es como recordar, no sé, un gran polvo, una gran historia de Borges: un gran momento. [Hace cinco años tuve que tomar distancia, esperar un mes, para poder publicar algo en el diario.]
Estados Unidos, el creador del básquetbol, el number one eterno, llevaba un invicto de 58 partidos desde que empezaron a jugar los NBA. Diez años sin que nadie le tocara el culo y rompiendo a los demás.
Y esa banda de amigotes liderada por la voracidad ganadora de Manu Ginóbili lo hizo.
Apenas terminó el juego, a mí me salió una de chauvinismo barrial y otra de postal cinematográfica.
La primera fue buscar al pelotudo arrogante de Sam Smith, un periodista del Chicago Tribune que me había delirado feo antes de empezar (¿Se habla español en tu país?, ¿Cómo hicieron los hinchas para venir, si la economía anda tan mal?). Y decirle:
-¿Por qué no trajeron a Michael Jordan, la puta que te parió?
La segunda fue levantarle un poco la notebook al del New York Times para que se zafara la bandera argentina que yo había colgado del palco de prensa (la bandera argentina con la que velaron a mi abuelo), envolverme en ella y bajar hasta el parqué despacito, mirando el tablero y el festejo de los jugadores como si fuera un poco mío, como el muchachito de la peli.
A la salida nos cruzamos con el técnico Rubén Magnano, que iba para el hotel solo y pateando, quizá para descargar esa adrenalina más social que deportiva: su sentido del triunfo nos conmovió.
Tanto, que poco después en el centro de una Indianápolis demasiado sepulcral agitábamos los trapos:
¡¡Siiiiga, siga, siga el baileeeee
al compás del tamboriiiiil,
que eeesta noche nos cogimoooos,
a los putos del Dream Team!!
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Hace un año le tiré la idea a Andrés. Le dije: Dale, vamos a aprender a navegar y en el verano nos rajamos por ahí en un velero. Y como el tipo (paco al fin) va para adelante cual cachiporrazo cuando algo le cabe, nos anotamos para hacer el curso de timonel de yate a vela en el Club Náutico Bahía Blanca.
Con frío y calor. Con lluvia y sol. Con viento y viento (Bahía al fin). Con sueño y resaca. Con lo que fuera, durante cuatro meses cada fin de semana estuvimos en el puerto aprendiendo a ver las ráfagas, a adujar los cabos, a filar y cazar las escotas, a prestarle atención a la marea, a querer la ría, a disfrutar una cerveza en tardes como esta:
En diciembre terminamos el curso, rendimos, aprobamos, conseguimos la habilitación de Prefectura, lo sumamos al Tano, nos subimos al auto, fuimos al Brasil, vivimos una semana en un velero que alquilamos en Angra dos Reis y terminamos así:
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(Desde Buenos Aires)
Mi hermana Giselle siempre tuvo devoción por los animales. Al punto de jugar con hormigas o acariciar un caballo hasta ligarse una patada o sentir cierto cariño por mí.
Desde que ella era un gnomo de un metro y yo le decía Gigioto Unido y le martillaba la cabeza con ásperos coquitos, nunca, pero nunca, dudó: quería ser veterinaria.
Yo me fui de casa, bien, a los 16, poco antes de entrar en el diario. Giselle tenía 11. Cuatro años más tarde, a sus 15, le pregunté:
-¿Todavía querés ser veterinaria, pibita?
-Sí, claro, pero no creo que pueda. -Y yo sabía que los que no podían eran mis viejos-. Así que...
-Bueno -le dije-, si hacés lo que te digo, yo te voy a bancar la carrera. ¿OK?
-¿Sí? ¡¡Sí!!
Jamás voy a olvidar esa carita de alegría. Ni me preguntó qué era lo que tenía que hacer.
Al final de ese año, 1995, se lo dije: debía cambiarse de colegio. Le conseguí un lugar en la Escuela de Agricultura y Ganadería dependiente de la Universidad Nacional del Sur, para que se fuera metiendo en tema y reforzara su vocación.
Y ahí cumplió los últimos tres períodos del secundario. Sacándoles leche a las vacas, correteando gallinas, aprendiendo cómo se hacen los chorizos y otros puaj por el estilo. Siendo feliz, bah.
A principios del 98, o sea un año antes de que ella se graduara, yo me había instalado en Buenos Aires para cursar un posgrado en periodismo. Y me iba a quedar para hacer la carrera de Letras. Así que anoté a Giselle para que se sometiera al Ciclo Básico Común (CBC), el ingreso en la Universidad de Buenos Aires.
Se mudó en el 99, a la casa del papá de mi mamá, un croata cascarrabias y desequilibrado que se había refugiado en este culo del mundo durante la Segunda Guerra Mundial, y su mujer, una arpía con aires de princesa degradada.
Error.
Aguantó con ellos el primer cuatrimestre y un día de junio me tocó el timbre: portaba un bolsito y demasiadas lágrimas. Fue en ese tramo cuando percibí sus únicas incertidumbres o dolores frente al rigor universitario y la extrañitis agudísima.
-Pensá en tu sueño -trataba de consolarla, cursi como en una novela barata-. Si te das por vencida, te vas a arrepentir toda la vida.
La pibita se la bancó hasta el final.
Entonces en 2000 le alquilé un departamentito en Barrancas de Belgrano, al que se fue a vivir con una amiga de Bahía que a mitad de año abandonó y se volvió. Pufff.
Ahora mismo, mientras recuerdo cómo mi hermana siguió adelante y se hacía muy mujer, no puedo parar de llorar. Como en una novela barata.
La cuestión es que me quedé tranquilo cuando en 2003 tomé la decisión de regresar a Bahía porque no daba más luego de sufrir la caída del país. Tranquilo: ya había pasado lo peor, Giselle estaba en camino, caminaba, derecho y al frente.
Una mañana de diciembre de 2006 me sonó el celular. Que es como decir Alguien osó despertarme. Dormidísimo, vi en la pantalla un número de Buenos Aires.
-Sí.
-Hola, ¿Abelito?
Reconocí la voz chillona de Giselle. Ella sabe que no se debe llamar al hermano a la mañana: nooooo, caca, nena mala, eso no se hace. Pensé que le había pasado algo malo, que había perdido la tarjeta de crédito, que estaba en un hospital a punto de perder una pierna.
-¿Qué? ¿Qué pasó?
-Me recibí...
La pibita acababa de rendir la última materia tras ocho años de sacrificio y apenas le dijeron Felicitaciones, veterinaria cazó el teléfono y me dio el mejor regalo de cumpleaños de mi vida.
Laputamadrequeloparió. O sea. No hay manera de prepararse para esas emociones y a mí a la mañana hasta preparar el café me cuesta.
Entre ese día y el sábado anterior a Navidad, cuando se bajó del bondi y me abrazó y me dijo Gracias por hacerme cumplir el sueño, hermano, lloré lo que no había llorado en 32 años.
Y también lloré esta mañana al verla jurar por la Patria y su honor que desempeñaría la profesión con honestidad y ética. Después, la locutora del acto mencionó su nombre y tuve que bajar al escenario para entregarle el diploma y tenía tanto nervio que me olvidé de seguir llorando. Y ella Gracias, gracias, gracias me decía cuando las lágrimas le permitían decir algo.
Soy malísimo para transmitir los sentimientos en vivo y en directo. Malísimo, ¿eh? Quizá sea porque tuve que aprender a gambetear la vulnerabilidad para que no me comieran crudo: no lo sé.
Por eso escribo esto: para vos, pibita, para decirte que te adoro y gracias, gracias a vos, gracias por hacerme sentir tan orgulloso, gracias por esta felicidad eterna.
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7:53 p.m.
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(Desde Buenos Aires)
No sé cómo ni por qué, pero Roberto Pablo Guareschi -el secretario general de Redacción de Clarín desde 1990 hasta que se fue 13 años más tarde- recuerda que en 2001, cuando yo cursaba la Maestría en Periodismo, charlamos un par de veces... de jazz, porque entonces los dos tocábamos instrumentos de viento.
Me lo crucé esta mañana, en la Biblioteca Nacional: él, en representación de la Academia Nacional de Periodismo, fue a moderar una mesa denominada "Los diarios viven el mayor cambio de su historia", y yo, a escuchar qué hay de nuevo, qué nos espera. O algo así.
Guareschi, nacido en Buenos Aires el 2 de noviembre de 1945 y hombre clave en el crecimiento del autoproclamado gran diario argentino, me contó que anda tranquilo, contento, con proyectos; uno de ellos, perfilar a los poderosos argentinos para un libro.
Y lo cuento para que conste: no tengo la memoria de RPG.
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10:44 p.m.
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Hoy me echaron.
En realidad, como pasó hace cinco meses, ya lo sabía. Pero recién lo sentí este mediodía, cuando fui a la delegación local del Ministerio de Trabajo bonaerense para firmar un "Acta de presentación espontánea" y leí que el sujeto (o sea, yo):
* comenzó a laborar el 21 de marzo de 2005 realizando tareas de profesor en el Instituto Superior Juan XXIII;
* cumplía una jornada laboral de dos horas cátedra semanales, y
* el 30 de marzo de 2007 se le comunicó que se encontraba despedido.
Fue como lavarse los dientes: algo aséptico, mecánico, hinchapelotas. Ya me había fastidiado cuando me enteré de que se cerraba la carrera de Locutor Nacional, donde daba la materia "Redacción e investigación periodística".
El motivo: no hay matrícula suficiente y las arcas de la institución no pueden sostenerla... pese a que los alumnos deben pagar para estudiar, pese a que la Provincia les aporta el dinero para los sueldos de los profesores; pese a que los salesianos encaran actualmente la fundación de una universidad, pese a que uno de sus principales orgullos es el legado cultural que dejan en la comunidad.
Qué sé yo. A mí, como titular de cátedra, me daban al final 74 pesos por mes -y repito: 74 pesos por mes-, sumando el sueldo básico ($ 50), la antigüedad ($ 7,50), el presentismo ($ 21,22) y la bonificación por material didáctico ($ 6,34) y restando los descuentos por jubilación, obra social y Pami. Y aunque nunca di clases por la guita, siempre me pareció una vergüenza impagable.
Ya está. El jueves pasado tuve mi última mesa de examen (se presentaron dos: uno aprobó en su segundo intento y el otro prefirió jugarse a que mi reemplazante fuera menos exigente). Y hoy, que me echaron, me quedo con esos dos años y pico en los que traté de enseñar un poquito y aprendí un tocazo.
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Recién llego. De BA. Tuve que hacerlo; había (hay) muchas cosas en juego. Ya contaré. Porque no es que no quise actualizar esto: es que el viernes no encontré un segundo y después la computadora de Perantuono, nadando en virus, insistía en resetearse cada dos minutos (arreglala, pancho hachedepé) y encima la empardé y me contagié todo lo que andaba por el aire húmedo y helado. Zafé perfecto el invierno bahiense (nieve incluida) y caí allá. Buenos Aires me sigue maltratando de algún modo. Pero no tanto, ya.
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8:02 a.m.
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Ahora que vi esto...
... asumo que fue un error peligroso haberme sometido al desafío Actimel bajo el estrés que significó el relanzamiento de lanueva.com (que, dicho sea de paso, se estabilizó y gustó bastante: menos mal).
Confieso que cuando en el diario sufríamos al grito de "¡¡No anda nada!!" y sólo nos consolaba nuestra madrina oficial Wanda Nara, estuve a punto de sacudir un monitor por la ventana o algo así.
Desconocía entonces que mi natural ánimo cabrón estaba potenciado por el efecto de la leche fermentada.
Había visto por TV las publicidades de Pancho Ibáñez y ni bola, pero un día vino el Buda y tipo charla de peluquería me dijo que estaba bueno, que a él le había hecho bien. Y como un boludo consumista mandé al supermercado y compré los fucking potes, que son carísimos.
Supuestamente, Actimel te ayuda a reforzar las defensas naturales gracias a una bacteria cuyo nombre suena al de un marcador de punta izquierda de la selección de Grecia: L. Casei Defensis.
Y para tener resultados hay que tomar un frasco por día al levantarse, durante dos semanas.
En Internet circulan cadenas engañosas (tipo hoax) que atacan al producto y en algunos casos citan estudios inexistentes. Y hasta podés ver que el correo electrónico le llegó a un diputado nacional llamado Raúl Patricio Solanas (Frente para la Victoria-PJ, Entre Ríos) y se apoyó en muchos de esos datos falsos para elaborar un proyecto de ley destinado a que el envase incluya las contraindicaciones. Pero también encontrás un médico que diagnostica por qué Actimel no es lo que parece.
Bueno. Yo terminé el desafío hoy. Mis apuntes:
Día 1: el gusto zafa.
Día 2: ¿tomo el café antes o después?
Día 3: con café antes, corriendo al baño.
Día 4: con café después, corriendo al baño.
Día 5: con café durante, un asco. Y también corriendo al baño.
Día 6: nada que ver, porque soy un relojito para correr al baño.
Día 7: devuélvanme la plata, chorros.
Día 8: ya fue, debería cambiar el inodoro.
Día 9: esto claramente no alcanza para apagar un incendio. Me salió un grano en la comisura izquierda de los labios; estoy re-adolescente.
Día 10: en serio, ¿y? (Al Buda le encajo los 478,40 pesos que ahorré en monedas. Escasean las monedas, y él las necesita para el negocio. Por eso, y porque me aconsejó Actimel, se las vendo en 500 pesos.)
Día 11: no creo que el defensor griego esté relacionado con el terrible dolor de espalda que tengo.
Día 12: sigue doliendo la espalda y por las dudas: Pancho Ibáñez, la puta que te parió.
Día 13: experimento clavándome dos potes. En el diario digo que yo no fui.
Día 14: Pancho, traé la cámara que me cago en tu desafío.
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10:26 a.m.
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El taxista que me pasó a buscar esta noche por la cancha de Villa Mitre me preguntó, cuando abrí la puerta del auto:
-¿Abel?
-Sí.
-Ah, ¡¡como el hermano de Caín!!
Me hicieron tantas veces el mismo comentario que ya ni me jode. Además, el tipo tenía cara de decirlo en serio: incluso me pareció que estaba entusiasmado por el descubrimiento.
-Claro -le dije-: soy el bueno.
Después me llevó hasta el diario en silencio, mientras yo completaba la planilla del partido.
Al llegar, cuando terminé de llenarle y firmarle el vale por el viaje, me dijo:
-Tomá. Para que escuches.
Y me dio un par de folletos que decían "No tenga miedo", "¡No tema!", "¡Libérese del temor para siempre!", y pensé: "La puta, debo tener una cara de cagón imposible".
Seguí leyendo: "Muy pronto, Dios pondrá fin al sufrimiento, el dolor, la guerra, el terrorismo y el temor. Creará una nueva tierra. ¿Será usted parte de ese maravilloso mundo nuevo?", y pensé: "La puta que lo parió".
-Ah -reaccioné-, sos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día...
-Sí, y difundimos el mensaje a las 7 de la mañana, por LU2. Una luz en el camino.
Cada vez que me pasa algo así, salto mal. Porque me rompe muchísimo las pelotas. Así que, según el ánimo y la hora del día, mis respuestas pueden ser las siguientes: 1) No soy religioso, tomátelas, 2) Me importa un carajo, 3) Y yo vendo títeres de Adán y Eva practicando el sadomasoquismo o 4) La puta que te parió.
Pero este tipo tenía la mejor, sonreía y hablaba despacito. Y pensé que la zarpada ni daba: estaré madurando, o estaré menos cabrón al pedo, o estaré haciéndole honor a mi nombre, o estaré con miedo de quedarme fuera de ese maravilloso mundo nuevo.
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11:45 p.m.
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Lo dijo la concejala y ex funcionaria radical Virginia Linares, esta mañana, por LU2:
"Este Concejo Deliberante no pone piedras en el camino para los temas que son importantes para la ciudad".
Suponiendo que ella pudiera hablar por todos los honorables, y suponiendo que fuera verdad lo que ella dice, y suponiendo que los temas que ella considera importantes para la ciudad sean importantes para la ciudad: ya sabemos qué pasa con los demás temas.
Es importante decir las cosas como son. Gracias. Para eso le pagamos. Seis lucas por mes.
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12:54 p.m.
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Tambaleándose y de a poquito, finalmente da los primeros pasos la nueva lanueva.com. Nuestra madrina oficial, Wanda Nara, habría declarado que le encanta el sitio porque, al ser flamante, tiene que ser virgen. Qué bestia: desde acá, los muchachos nos agachamos ante ella y esperamos que algún día nos responda de idéntica manera. Por favor.
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9:34 p.m.
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Que la Municipalidad haya anunciado esta mañana la venta del auto del intendente para comprar una ambulancia no tiene nada que ver con que falten dos meses para las elecciones y Cristian Breitenstein sea candidato.
Repito: nada que ver.
Nada.
Que.
Ver.
De hecho, se trataría de un proyecto que Breitenstein pergeñó, al grito teutón de "¡¡¡Eureka!!!", mientras miraba las baldosas de Kurfürstendamm, la calle principal de Berlín Oeste, durante un coffee break de la beca Konrad Adenauer, y justo después de que sintiera el llamado del deber o de su esposa para volver a Bahía a hacerse cargo de la intendencia o de sus hijos. Ya se sabe que se formó en Don Bosco y es un humanista del carajo.
Según confiables fuentes de porcelana, Breitenstein quiso vender el auto en la primera semana de gestión pero habría chocado con los problemas burocráticos o con un ovejero alemán. Y por eso recién se sabe ahora. Ah, la realpolitik...
Dice un amigo (que pidió estricta reserva y un gin-tonic) que la semana pasada, mientras miraba las baldosas flojas de la avenida Alem, el intendente se iluminó de nuevo no obstante la crisis energética y parió otro proyecto que estaría en danza: alquilar el Ballet del Sur para que las chicas bailen en un caño de PVC en el Polo Petroquímico. "Y lo va a hacer -dijo el amigo gintoniczado-, siempre y cuando las elecciones se transformen en un Oktoberfest."
Pero, ojito: Breitenstein, que todavía no se lanzó (su amigo sí, y fue un asco), dista de ser el único con ese tipo de proyectos de venta.
Por ejemplo, el radical Juan Pedro Tunessi, nativo de Algarrobo -nombre que provendría de un indio díscolo apodado Algo Robo-, estaría evaluando la venta de su alma al diablo para caerle mejor a la gente y subir en las encuestas.
Aparentemente, Lucifer le habría mandado un email con el siguiente texto: "No podés vender lo que no tenés. ¿Te creés que soy boludo? ¿Te pensás que me dicen El ángel caído porque tropecé con una baldosa floja de avenida Alem? Si querés te devuelvo tu alma: 12 cuotas con el 2,5% mensual de interés más un plan Jefas y Jefes de Hogar en caso de que ganes".
Por su parte, el director ejecutivo del Pami local, Federico Susbielles, pretende vender que es el kandidato de Kirchner pero hasta el momento nadie compra.
El ex basquetbolista, que justo hoy presenta sus equipos técnicos (sic apropiado), también procura vender que su paso del ARI al kirchnerismo NO es una borocoteada; también, por ahora, sin éxito.
Mientras tanto, encabeza personalmente una costosísima campaña a favor del sufragio masivo de los jubilados. El problema es que cada vez que intenta alentar a un abuelo para que vaya a votarlo debe perder mucho tiempo escuchando historias largas y repetidas.
Desde su búnker, ubicado dos metros bajo tierra, el abogado Raúl Woscoff avisó que está totalmente dispuesto a vender cara su derrota o su cara de derrota, según.
Con su proverbial inflamación discursiva y tono monocorde (un arrorró de ultratumba), el ex concejal por la UCR dispensa horas y horas y horas a la tarea de convencer a sus filas -son dos- de que realmente tiene posibilidades de ganar en los comicios de octubre. Woscoff sólo eleva su voz para amonestar a los que se quedan dormidos.
En tanto, un operador político de primer nivel, con dos materias pendientes para pasar a segundo, confirmó hoy que ninguno de los candidatos analiza contratar a un especialista en transacciones de mezclas visibles de gases producidas por la combustión de una sustancia:
-Todos -dijo- saben bien cómo vender humo.
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11:28 a.m.
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Uffff, leí TODO adncultura, el nuevo suplemento que La Nación estrenó hoy (el contenido completo está disponible online). Lo sentí desparejo: a veces presuntuoso y/o chato-plomo, otras brillante y/o pulido-atractivo. Como es sábado (?) y no quiero que me jodan con la negatividad, sólo voy a enlazar las dos piezas que más me gustaron: 1) el imperdible diálogo entre Paul Auster y Tomás Eloy Martínez y 2) lo que Stephen King encuentra en Lost. Bon appétit.
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8:21 p.m.
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Todavía no conozco a Ignacio Molina, pero es como si: el tipo escribe, y muy bien, y tiene un blog, y ahí podés ver que el tipo escribe y muy bien y podés ver sus estantes completos y ordenaditos y podés ver la sonrisa futuro playboy de su hijo. Podés verlo, o sea. Como si.
Hace más o menos un mes Ignacio (nacido en el viento bahiense de 1976 y radicado en Buenos Aires desde hace 15 años) me mandó un correo electrónico porque "buscando básquet bahiense o algo así" había llegado a mi blog. Celebré la cibercasualidad y en algún lado, latentes -fijate bien-, andan las palabras cruzadas para coincidir donde haya un vino y dé para corretear una musa.
Ignacio publicó un libro que se llama Los estantes vacíos (cuentos, Entropía, 2006), que recibió elogiosas críticas, que prometo no manguearle y que ya leeré.
Mientras tanto, la gente de El señor de abajo comparte hoy un cacho de la pluma de Ignacio: el recuerdo cuando de pibe, acá en Bahía, se meaba en la cama.
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AEZ
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4:09 p.m.
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Tengo una cuenta de Hotmail, pero mi correo electrónico principal es el de Yahoo! Argentina. Me parece más cómodo y simple.
Acabo de entrar para verificarlo y lo que nunca: miré la publicidad que está debajo de "Tenés X mensajes sin leer". Decía "Buscá tus celebridades favoritas en Y! Search" y estaba acompañada por esta cara, para mí imposible de identificar:
Lo primero que pensé fue: "¿Y esta gordita quién es?".
Al lado había cuatro nombres: Angelina Jolie, Britney Spears, Paris Hilton y Marianela Mirra.
Como de pibe leí mucho Sherlock Holmes, deduje prontamente que la gordita debía de ser la tal Mirra. Y supuse que se trataría del último gato con botas que apareció en el atractivísimo mundo del espectáculo nacional.
Como soy un periodista de investigación re-grosso y sé que hay que verificar hipótesis y datos, empecé a googlear (el deporte favorito de unos cuantos colegas hipertecnologizadamente chantas) y al toque saltaron ¡¡129.000 resultados!! Mi implacable olfato Holmes me llevó a concluir a los gritos:
-¡¡Elemental!! ¡¡La gordita ES famosa!!
Pasada la excitación frente a tamaña revelación, que sin dudas me cambió el mediodía para peor, anoté en la libreta de supermercado (abajo de "Papel higiénico YA"), el fruto de mi trabajo profesional:
-es la última ganadora de Gran Hermano 2007,
-es tucumana,
-en la casa idiota subió mucho de peso, ergo: es gordita.
Anoté más cosas, como "Quiere ser modelo" y "Chorizo colorado: tres bandejas", y después me puse a barruntar alrededor de otras cuestiones clave: ¿qué tendrá en la cabeza el chabón o la mina de Yahoo! que hizo la selección de nombres?, ¿será pariente?, ¿le pagarán?, ¿papel higiénico hoja simple o doble?
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AEZ
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12:41 p.m.
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Parece que finalmente ocurrió el hecho-contraseña (según averigüé, era que un congoleño eructara con olor a cebolla al tiempo que se sacaba del colmillo derecho un cacho de salame tandilense alojado desde 1994) así que, para la multitud de ansiosos que desesperan (?) por disfrutar la nueva lanueva.com, un aviso: el lunes. Aguante Wanda Nara.
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8:54 p.m.
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Anoche, a esta hora, conocía escabiando a un periodista bahiense que escribe en Clarín desde hace siete años. Diego Geddes: alto, rubio, con dos zapatos rojos, look desgarbado tipo cantante brit-pop, domador de whiskies, volanteando con chispa e interés en la profesión. Buena noche. Un gusto. Que se repita.
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10:21 p.m.
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Viernes, y 100% Robinson Crusoe tras el naufragio de la mala lanueva.com. Ya casi dejé atrás la onda Ojalá-un-comando-etarra-haga-volar-Telefónica y estoy re-Metallica Nothing else matters. (Por no decir "Me chupa un huevo", que queda feo.) Se cree que la semana próxima andará. Andá a saber. Andá a cagar.
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5:34 p.m.
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Se fue todo al carajo.
Ya conté acá cómo venía de fulera la mano con el relanzamiento de lanueva.com. Hace un rato nos dijeron en Chantafónica que nuestro servidor, justo nuestro servidor, JUSTO HOY, está roto. Sí. Está roto. Y yo no entiendo por qué no lo cambian, por qué no cambian, por qué no cierran (como diría el Boya), por qué.
El diario decidió volver a la versión anterior del sitio, mientras... mientras... qué sé yo mientras qué. Pero resulta que hay un mientras. Y mientras tanto...
Y mientras tanto necesito dormir y que Mafalda me convide un Nervocalm.
Y mientras tanto ya fue: se fue, todo, al carajo.
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12:09 a.m.
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Almacenado en Profesional/personal
La cosa es así: hace como un año y medio que venimos laburando para renovar lanueva.com, la página web del diario, y hoy era (bueno, es; este... ¿será?) el día porque LNP cumple 109 años.
Ayer hicimos las últimas pruebas en el sistema. Parecía todo OK pero. Pero. Fucking pero. Pero cuando anoche me fui de la Redacción, tipo 1:30 de la madrugada, todavía no pasaba nada. Había problemas con el traslado del servidor: el sitio está alojado en Telefónica, y los tipos no son un hotel (¡cuac!), digo, no son especialistas en hosting y sí son más burocráticos que el Estado (ah, Entel...) y además estaban de paro. Con semejante sal, me daba pavor hasta cruzar la calle.
Me acosté 2 y pico, obviamente después de verificar si la página funcionaba o no. No. No. NO.
No me podía dormir. Cada 20 minutos, más o menos, me levantaba a apretar el puto F5. Y siempre la misma porquería de siempre.
Eran como las 5 cuando el cansancio le ganó al fastidio y palmé. Había puesto la alarma a las 7 y supongo que habrá sonado. Recién a las 9 menos cuarto reaccioné ínfimamente.
Y F5 y la porquería ya huele demasiado mal.
Ducha y café para despertar al mundo. Cuatro cigarrillos al hilo y corriendo al diario. Nada de nada y me cago en todos: en el F5, en Telefónica, en las IP, en los DNS, en los servidores, en Bill Gates, en la Vía Láctea, en la capa de ozono y en los koalas en extinción.
A eso de las 10 y media, o algo así (a esta altura -sin dormir, sin nervios, sin nadie más sobre quien cagarme-, el tiempo me parece tan inexistente como un gnomo) alguien descompuesto en Plutón tiró la cadena, un marciano copuló tras una cuarentena, Bill Gates se lavó los dientes, algún mono de Telefónica dio en la tecla y el sitio apareció online un ratito.
Cuando volvió a caerse, el grito desesperado de todos acá fue: ¡¡¡No anda nada!!! Si lo repetís mucho, fijate que suena parecido a "Wanda Nara", quien a partir de hoy, chupate esta, se convirtió en la madrina de lanueva.com.
Así que no anda nada, Wanda Nara, nada de nada de nuevo. Y yo seco de vientre.
Para las 2 de la tarde había encargado unas empanadas y unas cocas (me refiero a la gaseosa pero), con la idiota intención de que el equipo de Internet festejara.
Aún estamos en eso: la página aparece y se va, como el sueldo o los toques de felicidad.
Me dicen que "en 48 horas se normalizará todo".
OK. Buenísimo. Mientras tanto, las empanadas me cayeron mal y me cago en lo que venga.
Publicado por
AEZ
a las
5:19 p.m.
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comentarios
Almacenado en Profesional/personal, Vagas historias vagas
Periodista. Bahiense.
Dirigí lanueva.com más de una década y fui jefe de Calidad Digital en "Clarín". Ahora colaboro con el "Washington Post" y soy docente universitario.
Hincha de River. Buzo. Timonel.
Magíster en Periodismo, 2001.
Reuters fellow, University of Oxford, 2007-08.
World Press Institute fellow, 2010.